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Carlos Sacheri, mártir
Mons. Héctor Aguer
El Arzobispo emérito argentino reconoce la “muerte martirial” de Carlos Alberto Sacheri (junto con la de Jordán Bruno Genta: ambos fueron destacados católicos nacionalistas caídos por “odium fidei” en el año 1974). Esta “muerte martirial” debe ser reconocida por la Iglesia en un Proceso de Beatificación, al que insta en este 50 aniversario, para que se interrogue a los testigos que aún quedan vivos.
[CP] El próximo 22 de diciembre se cumplirán 50 años de la muerte martirial de Carlos Alberto Sacheri, asediado por un comando del grupo terrorista ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), cuando volvía de Misa con su familia. No vacilo en reconocer que su muerte fue un martirio, fruto de su caridad [Nota del Centro Pieper: el “resaltado” es nuestro].
En la historia de la Iglesia se inscribe una historia del martirio. Lo que hace que un martirio sea tal no es el sufrimiento que se impone al mártir, sino la caridad que lo impulsa a abrazar la Cruz. La caridad, subrayo, la agape del Nuevo Testamento. El mártir, con fortaleza cristiana, se entrega a la muerte.
Sacheri sabía que se aproximaba su hora, aunque de hecho el ataque fue sorpresivo. El 28 de octubre anterior había muerto, también martirialmente, en manos del ERP, el filósofo Jordán Bruno Genta, un maestro del nacionalismo católico, cuando salía de su casa para ir a Misa en una parroquia cercana. Carlos comprendió que el próximo era él, pensador y patriota católico, en un país acosado por el terrorismo marxista, dispuesto a convertir a la Argentina en otra Cuba.
La caridad de Sacheri se ejercitó en sus numerosas conferencias, tanto ante públicos cultos y universitarios, cuanto en ámbitos populares. No se negaba a hablar a un pequeño grupo parroquial si se lo solicitaba; era un fiel servidor de la Iglesia. Su inspiración tomista respondía al estudio del Doctor Angélico, como discípulo que fue del padre Julio Meinvielle, maestro de generaciones de jóvenes discípulos. Esa inclinación filosófica la cultivó, también, en la Universidad Laval, de Quebec, Canadá, donde frecuentó a otro maestro, Charles de Koninck, quien salió al cruce del humanismo personalista de Jacques Maritain, oponiéndole la primacía del Bien Común. Sacheri robusteció este criterio en el estudio de la Doctrina Social de la Iglesia, desarrollada en las encíclicas pontificias.
La obra escrita de Sacheri incluye numerosos artículos y dos libros importantes, “El Orden Natural” y “La Iglesia clandestina”.
En el primero confluyen la filosofía tomista y la inspiración jurídica, junto a la Doctrina Social de la Iglesia. Para Santo Tomás Ordo equivale a Veritas; el Orden y la Verdad constituyen el sentido de la realidad. La obra conserva máxima actualidad, cuando el pensamiento constructivista elude o se opone al concepto metafísico de naturaleza.
“La Iglesia clandestina” enfoca los orígenes del tercermundismo eclesiástico de los años sesenta y setenta, basado en una interpretación progresista del Concilio Vaticano II. Es interesante señalar una reacción del Papa Pablo VI, que dijo: “Nosotros esperábamos una floreciente primavera y sobrevino un crudo invierno”. La obra de Sacheri muestra la funesta actividad del autoproclamado Movimiento de Sacerdotes para el Tercer mundo, que se inspiró en buena medida por los documentos de Medellín, obra de una asamblea del Consejo Episcopal Latinoamericano. No omite dar nombres: de los protagonistas locales y de los contactos europeos, actualización del diálogo católico-marxista, y de la confusión resultante sobre la enseñanza social del catolicismo. Esta obra no puede ser bien vista por un episcopado situado en el “extremismo de centro”, que detesta a las “derechas” y guiña sonriente hacia la izquierda.
El martirio debe ser reconocido por la Iglesia en un proceso de beatificación. Eso es lo que se ha solicitado al obispo de San Isidro, quien no ha considerado oportuno instruir el consiguiente proceso. En su momento, he criticado el dictamen del canonista Vicente Llambías, que manifestó una opinión contraria. Es oportuno ahora instar nuevamente, para que se interrogue a los testigos vivos, de modo que el eventual proceso no se convierta en una causa histórica, lo que sería más complicado.
El quincuagésimo aniversario de la muerte martirial de Sacheri, compromete a difundir su personalidad y su pensamiento, especialmente entre los jóvenes, que se verán enriquecidos con el ejemplo de caridad que impregna la actividad eclesial y patriótica. Habría que emprender una edición completa de sus obras: los dos libros, artículos no recogidos en ellos, y también una traducción de su tesis doctoral, escrita en francés, sobre “La existencia y la naturaleza de la deliberación”.
La difusión del pensamiento de Sacheri debería inspirar publicaciones sobre su trayectoria. Existe un texto importante (900 páginas) de Héctor H. Hernández: “Sacheri. Predicar y morir por la Argentina”.
 + Héctor Aguer
Arzobispo Emérito de La Plata
Buenos Aires, viernes 15 de noviembre de 2024.
Memoria de San Alberto Magno, Obispo y Doctor de la Iglesia.
Mes de María Santísima. –

 

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