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En Kiev es el invierno más difícil desde el comienzo de la guerra contra Rusia. La contraofensiva y el intento de romper las líneas enemigas fracasaron, el impulso ofensivo demostrado a finales del año pasado es un recuerdo lejano, el apoyo financiero proporcionado por el principal aliado, Estados Unidos, flaquea y hay críticas a un régimen calificado como autoritario, sumado a una involución del gobierno ucraniano liderado por Volodymyr Zelensky.
En Moscú, después del difícil verano marcado por la revuelta del jefe de Wagner, el Kremlin registra con satisfacción la evolución de eventos.
Leemos recientemente: “También debemos estar preparados para las malas noticias: las guerras se desarrollan en fases, pero debemos apoyar Ucrania en las buenas y en las malas”, declaró el Secretario General de la OTAN.
El presidente Putin se siente en una posición de fuerza, según quedó demostrado en la reciente reunión del G20 en la que participó a través de un enlace de vídeo, afirmando que la guerra en Ucrania es “una tragedia” y que debemos pensar en cómo “ponerle fin”. Los comentaristas interpretan esta intervención en clave propagandística, pero está claro que Moscú ha sabido resistir el peso de las sanciones internacionales transformando una serie de debilidades en fortalezas. “Por primera vez desde el 24 de febrero de 2022, parece que Putin puede ganar”, escribe el Economist, según el cual “el presidente ruso ha reforzado su control sobre su país, ha obtenido suministros militares del extranjero y está reuniendo el apoyo del Sur Global contra Estados Unidos”.
LA RESILIENCIA DE MOSCU
Para comprender cómo Putin logró sobrevivir a la situación bélica actual, algunos analistas nos invitan a reducir el peso que la coalición occidental ha asignado al instrumento de las sanciones y a las consecuencias de la inflación. En un artículo de Le Monde, el historiador Serguéi Chernyshev afirma que “al menos dos tercios del pueblo ruso no resultaron dañados por esta guerra”. En cuanto al aumento de precios, habría impactado sobre la clase media de las grandes ciudades, un bloque social considerado firmemente a favor del presidente. Para dos tercios de los encuestados por la encuestadora Russian Field, el país va en la dirección correcta y para más de la mitad de los consultados, el conflicto en Ucrania “va bien”.
Si las sanciones no resultaron decisivas, fue también gracias a los ingresos derivados de las exportaciones, 590 mil millones de dólares sólo en el primer año de guerra (160 más que la media anual registrada en la década anterior), impulsados en gran medida por la venta de petróleo. Además, los industriales rusos, muy acostumbrados a las crisis, han demostrado una vez más ser capaces de adaptarse a los cambios rápidos. La industria bélica y los salarios garantizados a los soldados contribuyeron entonces a reactivar las regiones industriales deprimidas, verdadera base electoral de Putin. En Izhevsk, una ciudad productora de armas en los Urales, los salarios promedio han aumentado un 25 por ciento desde el inicio de las hostilidades.
Sin embargo, la ventaja relativa de la que Putin parece disfrutar en este momento debe contrarrestarse con algunas consideraciones. La transformación del aparato económico ruso en una economía de guerra puede no ser sostenible durante un período prolongado y el número de soldados caídos en el frente podría generar formas de descontento con resultados impredecibles.
“No dimos a luz a nuestros hijos para verlos morir”, exclama en un vídeo difundido en las redes sociales una madre perteneciente a un grupo de protesta formado por madres y esposas de soldados. En resumen, en los próximos meses, es posible que el Kremlin tenga que centrar su atención una vez más en los peligros provenientes del frente interno por sobre lo que sucede en las trincheras.
ESTADO DE SITUACION
Según venimos destacando en La Prensa, Occidente está proporcionando a Ucrania suficientes armas para defenderse, pero no las suficientes para ganar la guerra. Esto conduce a una guerra de desgaste que sólo conoce un ganador a largo plazo.
Como sabemos, la contraofensiva no salió como esperaban Ucrania y sus aliados. Ante lo cual existe el riesgo de que el ejército ruso logre un gran avance en las próximas semanas o meses y pueda volver a ocupar más territorio. Y, según vemos, este peligro existe dado que Ucrania no tiene medios suficientes para defenderse o pasar a la ofensiva.
El dilema es: las ofensivas militares requieren de muchos recursos. Ucrania ha logrado algunos éxitos en el pasado. Pensemos en las ofensivas cerca de Kharkiv y Kherson. Pero esto ha consumido recursos militares que es necesario reponer. Hubo que entregar municiones y equipo blindado. Por eso pasó algún tiempo antes de que Ucrania pudiera pasar a la ofensiva en junio. Esta ofensiva no produjo los resultados deseados. Se perdió el avance hacia el Mar de Azov y el aislamiento de las tropas rusas.
Hay que mirar hacia el futuro. Para Ucrania, esto significa, por un lado, sobrevivir al invierno, especialmente protegiendo el interior y preparándose para la primavera, cuando llegará el momento (si consigue armamento, personal etc) de contraatacar. Para ello, Ucrania necesita recursos que deben estar disponibles a partir de ahora.
Aquí influyen varios aspectos. No hay que olvidar que este conflicto no es sólo entre Ucrania y Rusia, sino que también tiene una dimensión global. Se trata esencialmente de una confrontación entre Estados Unidos y Rusia o el llamado Norte Global contra el Sur Global. En este contexto, los actores clave actúan estratégicamente de tal manera que se eviten en la medida de lo posible escaladas en todo el mundo. Esto también se puede ver en las medidas masivas tomadas por los estadounidenses para pacificar o al menos calmar la situación en Israel. Lo mismo ocurre en Ucrania: obtiene lo que necesita para luchar, pero no lo que necesita para ganar.
Por su parte, la OTAN está haciendo aquello para lo que fue creada: proteger a sus miembros y hacer lo necesario para apoyar a Ucrania. Le da lo que necesita para ejercer una enorme presión sobre el lado ruso, pero obviamente no lo suficiente como para lograr que los rusos cedan. ¿Por qué utilizar un enfoque moderado? Un argumento es que Estados Unidos quiere poner a los rusos en su lugar para que este tipo de ataques que violan el derecho internacional no se generalicen. Pero no quieren destruir a Rusia. Esto significa que la guerra pasa de una ronda a la siguiente. También puede haber temores de una escalada. Bien podría ser que Rusia se vea acorralada por envíos masivos de armas y utilice su arsenal nuclear. Entonces, desde la perspectiva estadounidense, la pregunta legítima es: ¿Qué sucede con las miles de armas nucleares?
EL FRACASO DE LA VISITA DE ZELENSKY A EE.UU.
A diferencia de sus viajes anteriores, como informan Whasington Post, CNN y otros medios, este último viaje ha sido un fracaso absoluto. No se le permitió participar de la reunión del Senado y fue atacado en público por varios senadores entre otros el senador Lee, quienes lo acusaron de corrupción por los fondos ya enviados y –salvo que los demócratas acepten el cierre de fronteras- parece que no habrá más fondos. A esto se suma el bloqueo de Hungría para su ingreso a la UE. Con lo que sin fondos ni nuevas remesas de armamento el futuro de Ucrania frente al invierno que se avecina parece muy sombrío.
Ucrania sigue definiendo la liberación completa del territorio ocupado por Rusia, incluida Crimea, como una victoria. Ese es su objetivo de guerra. Desde la perspectiva de Ucrania, los medios que puede utilizar para ello parecen suficientes, al menos por el momento. Si se da cuenta de que este camino ya no es el correcto y que los medios y recursos ya no son suficientes, debe cambiar su estrategia y fijar una meta más corta.
Entonces podría renunciar a Crimea o tolerar el hecho de que Rusia posea el 20 por ciento del territorio ucraniano. Eso puede suceder, pero todavía estamos muy lejos de ello. Y, por supuesto, no hay que olvidar que Europa y Estados Unidos tienen una influencia significativa porque proporcionan a Ucrania recursos y definen opciones juntas.
Actualmente estamos viviendo la historia. Los historiadores tendrán que juzgar. En cualquier caso, debemos darnos cuenta de que las cosas no volverán a ser como antes de la pandemia y del 22 de febrero de 2022.
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