POR RAFAEL BREIDE OBEID

Conocí a Jorge Ferro hace sesenta y un años en el Liceo Militar General San Martín, donde ambos realizamos los estudios de segunda enseñanza. Allí tuvimos como capellán militar al Padre Atilio César Fortini Isola S.J.. Este extraordinario sacerdote influyó decisivamente en nuestras vidas y nos presentó a otro maestro fundamental, el Padre Alfredo Sáenz S.J., que sería nuestro principal maestro en las Ciencias Sagradas: espiritualidad ignaciana y carmelita; teología tomista; Sagrada Escritura, patrística y tomista; historia de matriz agustiniana; doctrina de la Cristiandad, Meinvielle; Esjatología y género único y universal, Castellani.

En el Instituto del Consudec cursó la Carrera de Letras donde se recibió de Profesor en Letras. Dentro de un claustro de maestros muy buenos, los que más influyeron fueron Germán Orduna, Literatura Castellana, Medioeval y Siglo de Oro; Nelly Muzzio, literaturas inglesa y alemana; y Emilio Komar profesor de latín.

Posteriormente obtuvo los grados académicos de Licenciado en Letras –graduado con “Diploma de Honor”– y Doctor en Letras, ambos por la Facultad de Filosofía y Letras de la Pontificia Universidad Católica Argentina “Santa María de los Buenos Aires” (UCA).

La tesis doctoral Leyendo a Tolkien la realizó bajo la dirección de la doctora Inés Futten de Cassagne que le fuera presentada por el doctor Emilio Komar. Ella y su marido, el ingeniero Enrique Cassagne, fueron fundamentales en la etapa del doctorado y en lo que se llama ahora “postdoctorado”, en grandes temas y autores de la filosofía y la literatura europea, desde Romano Guardini y Pieper hasta La influencia de la Cultura francesa católica de postguerra en la Argentina.

Las características principales de su semblanza son: amistad, maestría, sociabilidad, militancia cristiana.

AMISTAD

Jorge tenía un fuerte sentido de la amistad a la que consideraba un don de Dios. La amistad era la forma de todas sus actividades y características: la docencia, la investigación, la sociabilidad, la milicia del cristiano.

Podríamos decir que el alma de su labor era la práctica de las obras de misericordia espiritual. Principalmente, enseñar al que no sabe, dar consejo al que lo ha de menester, corregir al que yerra, y consolar al triste.

También en la corrección del error tenía su modo misericordioso que consistía en hacer reflexionar al otro, pero nunca exhibía su “capacidad sancionatoria”, excepto tal vez una ironía para despegar al interlocutor de su equivocación.

La ironía, que es “el paso del estadio estético al ético”, y que con el transcurso del tiempo se fue transformando en humor, que es el paso del estadio ético al religioso (Castellani -Kierkegaard). “Todo deber ser depende del ser. Frente a la visión de orden no se puede pecar. Es preciso hacer un acto de ceguera voluntario para cometer una falta” ( Komar).

Veamos algunos testimonios de la amistad como magisterio:

“Yo creo que todos los amigos, cuando lo son de veras, son también maestros. Siempre enseñan. Y de Jorge yo aprendí mucho y estoy seguro que todos quienes lo conocieron aprendieron también mucho de él. No nos daba clases; conversaba” (The Wanderer).

“Y lo más importante: Jorge fue un amigo y colega fiel y bondadoso que derrochaba sin tasa sabiduría, alegría y humor donde estuviera”. (Instituto de Investigaciones Bibliográficas y Crítica Textual del Conicet, IIbicrit).

Los integrantes de ese instituto añaden: “La humanidad y la fe que en Jorge se conjugaban y se hacían carne, bien se pueden resumir en los versos del poema que Ronald Knox dedicó a Chesterton, traducidos por él al español:

“Amó conmigo, dijo Browning, y los hombres lloraron;

Rió conmigo, dijo Dickens, y sonrieron los hombres;

Bebió conmigo, dijo Chaucer, y enalteció la fiesta;

Niño anhelante, dijo Blake, jugó conmigo;

En mi demanda, dijo Cobbett, me acompañó a caballo;

Leyó conmigo, dijo Stevenson, el corazón del hombre;

Y a mí, Johnson gritó, me amó como ninguno,

Y ecuánime elegía lo más noble.

En tanto Pedro tentaba con sus llaves,

Y un instante se enfrentaron justicia con clemencia,

Nublando la puerta difícil del Cielo;

Hasta que otros consejeros más sabios se acercaron:

Recíbelo, dijo Tomás: sirvió a la verdad;

Recíbelo, dijo Francisco: amó al pobre”.

ESTUDIOSIDAD

Su estudiosidad que lo caracterizó desde la adolescencia se transformó en profesión de investigador.

Fue Investigador Independiente del Conicet, al que perteneció más de 30 años hasta su jubilación a fines de 2016, y vicepresidente del Centro Argentino de Estudios Históricos “Don Claudio Sánchez Albornoz”.

Los integrantes del Instituto de Investigaciones Bibliográficas y Crítica Textual del Conicet, en el excelente In memoriam que le dedican a Jorge Ferro, nos recuerdan que fue miembro fundador y subdirector del Seminario de Edición y Crítica Textual (Secrit) junto con los doctores Germán Orduna y José Luis Moure (que sería presidente de la Academia de Letras).

Sus líneas de investigación estuvieron centradas en la literatura política medieval y en la obra de Pero López de Ayala y fue invitado a importantes congresos de la Lengua.

Fruto de una ardua y paciente tarea editorial son la Crónica del rey don Juan Primero y la Crónica del rey don Enrique III, esta última realizada en colaboración con José Luis Moure. En estrecha relación con la temática medieval y ecdótica.

Buena parte de los estudios de Jorge estuvieron dedicados a los autores católicos ingleses de los siglos XIX y XX, por los que sentía una profunda admiración y respeto, llegando a ser el principal referente en Argentina de la obra de Chesterton, Lewis y Tolkien.

Dentro de la misma línea de los católicos ingleses esta la señera figura del Cardenal Newman.

MAESTRIA

Cuando el estudio y la investigación se fundan en la contemplación y en la caridad, es lógico que busquen difundirse. La generosidad de Jorge con su conocimiento y su tiempo era muy grande.

Su método era el diálogo en el sentido tomista, ver las cosas como constituidas entre dos inteligencias: la del Creador y la de la creatura y se dice que: “el conocimiento es verdadero cuando se adecua a los dos intelectos”.

También la enseñanza es un diálogo, pero un diálogo que se va retirando cuando el maestro pone al discípulo frente a Dios y a sí mismo. En ese sentido, Jorge era un maestro mayéutico que trabajaba colaborando con el “Maestro Interior”.

Dice The Wanderer: “No nos daba clases; conversaba. Era un gran conversador. Dos eran las cosas de las que yo más gozaba en esas inolvidables tertulias en el pub de Tollers o en medio de las montañas mendocinas: los recuerdos que permanentemente mechaba en el diálogo, gracias a los cuales conocí mejor a Castellani, por ejemplo, o me instruí sobre el ambiente católico argentino de los ’70 con figuras míticas como Carlos Sacheri o el Bebe Goyeneche. Y, además, las permanentes referencias a libros y autores, lo cual me llevó a acrecentar mis lecturas sobre ámbitos tan distintos como la estética o la novela policial inglesa”.

“Lo conocí en 1995, en el café “El cisne”, de la calle Marcelo T. de Alvear, en Buenos Aires. Jorge trabajaba enfrente, en un instituto de investigaciones que funciona en una de las alas del Palacio Pizzurno. Yo era un joven iluso que, a instancias de un queridísimo amigo en común, iba a plantearle un tema de lo más extravagante para mi tesis de licenciatura. Él, con humildad y delicadeza, me hizo ver mis delirios. Nos hicimos amigos. Fui varias veces a su casa de Bella Vista, donde conocí a Celia, su mujer de la que siempre estuvo enamorado, y él vino varias veces a la mía”.

El mismo diálogo se ampliaba en tertulia cuando había varios amigos, a veces con mate de por medio.

“¡Cómo olvidar sus conferencias en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo! Siempre con el aula magna colmada de bote a bote, de adolescentes, jóvenes y adultos”.

Antonio Caponnetto recuerda: “Enseñaba sin subirse a la tarima, con humildad genuina, con abajamiento sincero, con señorío auténtico. Pero cuando conversaba, su charla se volvía magisterio. Y era su docencia amical un canto a la eutrapelia, porque podía girar desde los picos más altos de la sabiduría clásica y perenne hasta los cuentos más desopilantes; desde las recomendaciones bibliográficas –de obras o de fragmentos que solo él conocía- hasta un anecdotario frondoso, cálido y edificante”.

“Acaso un segundo rasgo deba ser ponderado. Jorge corregía sin mortificar al corregido; ingeniándoselas siempre para empezar por lo bueno (aunque no existiera), hasta llegar al punto en que habíamos errado. Daba gusto ser enmendado así. Porque no era solo una pedagogía la que asomaba en el gesto; era una ontofanía”.

“Posiblemente fuera el don del consejo, o su fruto inmediato; y era tanto más valioso su ejercicio porque él no lo presentaba de modo solemne sino afable; no con el índice hacia lo alto, sino con la palma de la mano sobre el hombro”.

SOCIABILIDAD

En torno al hombre Justo se desarrolla la ciudad (Emilio Komar y Enrique Cassagne)

La sociabilidad era una dimensión fundamental para Jorge Ferro. Siendo que sus principales motivos de contemplación eran la Santísima Trinidad y el Hombre como imagen y semejanza divina, surgía de ahí que el otro (el prójimo) también era portador de la imagen divina. Por ello decidió ir a vivir a Bella Vista donde creía que podría encontrar su polis, porque tenía grandes amigos y maestros. Mencionaré entre algunos de ellos a Aníbal D’Ángelo, a Ivanissevich, a Patricio Randle, a Juan Carlos Montiel, a Tato Devoto, todos padres de numerosas familias.

Esa polis tenía un cenáculo o ciudadela, “La guardia de San Miguel”, donde se reunían los miembros para rezar y perfeccionarse mutuamente en el Convivio. Era como el público de referencia para Jorge. Veamos como lo recuerda Don Diego Ibarra:

“Ha muerto un viejo amigo, Jorge Ferro. Muchas y muy buenas cosas podríamos publicar aquí de su autoría. Ya lo haremos. Preferimos ahora, como homenaje y tributo a la enseñanza que nos legó, reproducir este fragmento de El Señor de los Anillos –que es una despedida–, y a modo de gratitud por todo lo que nos transmitió en aquellas ya lejanas pero inolvidables reuniones de la “Guardia de San Miguel”, acerca de su entrañable Tolkien, cuando todavía casi ni se oía hablar de él”.

Jorge Ferro fue miembro fundador de la obra del Padre Fortini llamada Agrupación Juvenil de Montaña (llegó a ser su presidente en un período) y de la Asociación Tolkien Argentina.

Jorge nos dejó rezando. Así ocurría en el Liceo cuando llegaba la noche y se ordenaba silencio: Jorge pedía autorización para rezar. Y cuando fue dragoneante, disponía la oración en la sección a su cargo.

Perteneció, asimismo, a la Academia del Plata, a la Sociedad Chestertoniana Argentina, a los Amigos de Newman en la Argentina y a la Asociación Hispánica de literatura Medioeval.

Recuerda el director del Blog The Wanderer: “en un momento de desánimo, cuando dejé de publicar durante un par de meses, fue Jorge quien me convenció de que debía seguir. Por eso mismo, toda la comunidad que se reúne en torno a esta página le debe mucho, y le pido una oración por el descanso de su alma. Como él siempre decía: “Te pido una avemaría por mí”.

Antonio Caponnetto recuerda lo que era la vida sociable de Jorge: ”Durante casi cinco décadas desde que nos conocimos, en el viejo local de la “Librería de Verbo”, fueron muchas y diversas las cosas que compartimos. Los Congresos del Ipsa, los Foros de Oikos, las Jornadas de Formación Rioplatense, la investigación conicetiana en el Instituto de Ciencias Sociales, la aparición de Gladius, los artículos para Cabildo, ciertos peculiares Retiros de Perseverancia, un sinfín de conferencias, los viajes a la Autónoma de Guadalajara, las clases en el Don Jaime, los prólogos a libros de terceros, la frecuentación de amistades comunes, el mate, la palabra, la risa interminable, las visitas telefónicas matutinas, las peripecias personales y públicas… Todo aquello, creo, que se llama vida”.

BATALLADOR CULTURAL

Milicia es la vida del hombre sobre la tierra.” Job

Jorge fue un guerrero, pero ¿de qué guerra? De una de las mas graves y más difíciles: la que se produce por la falta de inteligencia y la falta de caridad. En nuestra época hay una tremenda crisis de la inteligencia y de la caridad. No es que no haya talentos, los hay y más que nunca. Pero entre el sabio y la multitud falta una aristocracia cultural que haga de puente entre el genio y la multitud. Sin esa levadura la masa no sube.

La guerra es pues para difundir a los maestros, sabios, santos y artistas, que Dios nos envía. Tal el título de su libro De Maestros y Batallas Culturales. Veamos los maestros que nos comunica: Castellani, Newman, Chesterton, Los Inklins Tolkien y Lewis, Dolina y Pieper.

Medievalia: es la difusión de sus investigaciones sobre la era cristiana ( edad media).

Varia lección: La creatividad en la criatura: cauces y desmesurasEducación y contemplación. Los sufridos docentes¿Cultura argentina? ¿No hay algo rescatable de la cultura de la primera mitad del siglo? El ocaso de los estudios literarios a propósito de la descontrucciónLa literatura infantil y los héroesLa parábola del sujeto. Vislumbre de Carlos Sáenz (1895-1976).

A otro aspecto de la batalla cultural se refiere Jorge Martínez: “Porque además de profesor y estudioso, Ferro fue un combatiente convencido de la “batalla cultural”, expresión por completo malbaratada en estos días, pero que en sus escritos y sus charlas alcanzaba verdadera significación, mucho más precisa y justificaba que la que esgrimen sus confundidos adalides actuales”.

Como a Donoso Cortés, tampoco a Ferro se le escapaba que detrás de las alarmantes aberraciones políticas, económicas o sociales de los últimos dos siglos se ocultaba un problema teológico. Su análisis no se detenía en la crítica al aborto, el feminismo o el lenguaje inclusivo como meros fenómenos; procuraba remontarse hasta la distante raíz intelectual de esos desvaríos, sin olvidarse jamás de su evidente inspiración luciferina”.

GLADIUS

En estos párrafos dedicados a la guerra cultural, quiero referirme a Jorge Ferro y a su condición de cofundador de Gladius. Esto ocurrió hoy hace cuarenta años cuando ya teníamos veintiún años de amistad. Resulta que hacía once años que existía la revista Mikael y que iba a dejar de salir. Esto dejaba sin un órgano de expresión a la Tradición Católica.

Jorge Ferro era el corresponsal de Mikael en Buenos Aires. En esa oportunidad Antonio Caponnetto y Jorge Ferro me propusieron dirigir una revista que continuase la misión de Mikael. “Cruz no consiente que se mate así a un valiente” dijo Ferro. También contábamos con el apoyo de Diego Ibarra. Sería una obra de laicos, pero nos asesoraría el P. Alfredo Sáenz.

Así, bajo el lema del Apóstol Pablo -“Tomad la espada del espíritu que es la Palabra de Dios”- tuvo origen Gladius.

Revista, editorial y fundación destinada a dar testimonio de la Verdad y defender los principios del orden natural y sobrenatural y servir de vínculo de unión entre el pensamiento católico nacional e internacional.

Jorge corrigió los cien primeros números y muchísimos libros. Fue un trabajador incansable, un consejero permanente, un descubridor de talentos un colaborador generoso y desprendido, un amigo fiel. Sus armas fueron los dos principales dones que hizo Dios, Nuestro Señor, al hombre:

De los dones que hizo al hombre la Divina Majestad

El primero es la Palabra y el segundo la Amistad.

La conversación seguirá en el Cielo. Mientras tanto, “estamos listos para otra aventura”.

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