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Operación Playa Vaca, así se denominó a quizás, secreto mejor guardado por la Armada Argentina, en un año donde la presencia argentina había tomado ribetes novelescos con la toma y posterior desvío del vuelo 648 de Aerolíneas Argentinas hacia el archipiélago.
Ese vuelo había despegado el 28 de setiembre de 1966 desde el Aeroparque Metropolitano, tenía como destino final el aeropuerto de Río Gallegos y su desvío tuvo en vilo a todo un país.
Pero la operación Playa Vaca desentraña movimientos de la Armada y las autoridades argentinas de entonces, con un gobierno de facto que había derrocado al presidente Arturo Illia el 28 de junio de ese año.
El general Juan Carlos Onganía, el otrora líder de los “azules” quien actuaba como comandante en jefe del Ejército se rebeló en contra de la débil conducción democrática que encabezaba el austero Presidente Illia.
Al hacerse del poder Onganía incorporó como canciller en su gabinete a Nicanor Costa Méndez, que también coincidiría en ese cargo en el año 1982 cuando nuestro país recuperó militarmente las islas.
En la operación Playa Vaca delineada en octubre de 1966 participaron efectivos de la Armada, a bordo del submarino Santiago del Estero, en un operativo militar donde confluyeron efectivos de distintas secciones de la fuerza.
Tuvimos, dice Mario Novack, la oportunidad de dialogar con el capitán de Fragata retirado Oscar Héctor García Rabini, quien estuvo a cargo del desembarco y reconocimiento de la playa, ubicada al norte de Puerto Argentino.
“Fui notificado de la operación luego de regresar de un viaje de relevamiento de costas, encargado por el Instituto Geográfico Argentino.”, acotó, desarrollando su propio relato de la operación secreta. “El Comandante de la División Submarinos, Capitán de Navío Agustín César Ledesma, me llamó a su despacho”.
–Teniente de Corbeta García Rabini, debe presentarse de inmediato al Comandante del Submarino Santiago del Estero, Capitán de Fragata Horacio González Llanos, para cumplir las actividades que él le indicará. Su Jefe, Teniente de Navío Antonio José Pozzi, está informado. ¿Alguna duda?
–Ninguna duda Señor Comandante –fue mi respuesta inmediata.
–Entonces marche.
–Comprendido Señor Comandante. -Saludé y marché. Llegué pronto a la cubierta del Submarino, que era comandado por el Capitán de Fragata Horacio González Llanos, en unos pocos minutos comenzó la reunión, que integraba también al Teniente de Navío Omar Lodigiani y sus Buzos Tácticos; desde un primer momento me sentí de la partida.
El Comandante del S12, hombre aplomado y calmo, trasmitía confianza en sí mismo, y una sensación de paz y cordura irrepetibles. Así fue que con clara expresión me puso en situación diciendo:
–La Superioridad ha dispuesto que Usted y tres de sus mejores hombres deberán embarcarse en este Submarino con el objeto de cumplir con el adiestramiento que consistirá en lanzamiento y recuperación de su patrulla desde el Submarino, en kayaks. Deberán estar equipados para operar de noche en aguas del Sur Argentino, con armas de dotación con un día de munición y con dos kayaks biplazas, con dos días de agua y raciones de combate. Zarparemos en tres días. La Etapa durará unos quince días. Usted y su personal deberán ser discretos y mantendrán en secreto esta orden y sus derivaciones.
Continuó:
–El Señor Segundo Comandante le designará los lugares de sueño y demás previsiones para Usted y su Patrulla. Alguna duda?
A lo que contesté:
–No tengo dudas, señor Comandante.
Finalmente dijo:
–Marche.
Posteriormente fueron seleccionados los integrantes de la patrulla y fueron elegidos tres suboficiales. Dos subordinados míos, ambos Jefes de Patrulla de mi Sección de Comandos Anfibios, los cabos Primeros Raúl Acevedo y Ricardo Guiñazú y al Cabo Principal Polonio Martínez que había sido uno de mis instructores en 1965. Todos hombres de mi confianza, probados profesionales y excelentes personas”.
Por otra parte compondrían el grupo de desembarco un grupo de buzos tácticos al mando del Teniente de Navío Omar Lodigiani.
Después de entrenar con los kayaks de origen alemán en la zona de Península Valdés, emprendimos viaje al objetivo que era la costa de Malvinas, algunos kilómetros al norte de Puerto Argentino.
Adoptamos las mayores precauciones para no ser detectados. La tarea asignada era la de desembarcar a ambos grupos en una playa existente en la península que se encuentra al Norte de Puerto Stanley, hoy Puerto Argentino. El objetivo era obtener toda la información posible sobre esa área: gradiente de playa, obstáculos sumergidos que impidieran la aproximación de embarcaciones, avenidas de aproximación desde tierra, obstáculos para el movimiento una vez en tierra. En una palabra, los elementos esenciales de información para la planificación de un desembarco.
Después de varios días de navegación, en inmersión de día, por no tener snorkel y en superficie de noche, cargando baterías, llegamos al área del objetivo. Hicimos un reconocimiento, por periscopio de la costa y evaluamos la profundidad para acercarnos lo máximo posible para facilitar el lanzamiento de los grupos. Al anochecer salimos a afloramiento. Se armaron los kayaks sobre la precaria cubierta del submarino apenas emergido y así comenzó la acción”.
Al recordar las directivas recibidas en torno al desarrollo de la operación, García Rabini aclaró “que fue una orden especial donde se instruía “que en caso de tener contacto con pobladores, policías y militares de las islas, así como el respeto por la propiedad privada y no dejar huellas de nuestra incursión y también qué debíamos decir (que estábamos en Territorio Argentino, y que éramos ciudadanos argentinos en nuestro territorio) en lo posible no utilizar las armas, salvo caso extremo y en defensa propia, que para eso iríamos armados.”
El militar recuerda momentos de tensión vividos durante la operación de desembarco y reconocimiento., cuando detectó la presencia de un poblador de un establecimiento rural de las Islas, hecho que podría traer consecuencias posteriores. “ también el susto por un bramido feroz, que finalmente resultó ser de una morsa”.
A la noche siguiente el Comandante decidió repetir la operación. Ahora ya sabíamos de las traicioneras corrientes de marea. Se hizo el trabajo y ambos grupos volvieron con la información requerida. Habíamos completado con éxito lo dispuesto por el Estado Mayor de la Armada.
De regreso a Mar del Plata, el entonces Capitán González Llanos, luego sería Almirante, partió a Buenos Aires con el informe. Nunca supe lo que pasó con ese trabajo ni si fue para algo utilizado. ¿Se habrá hecho en aquel entonces un plan para la captura del archipiélago? Lo ignoro.
Mucho tiempo después nos enteramos que el Servicio de Inteligencia había enviado personal de contrainteligencia para constatar si se producían filtraciones por alguien de la dotación que se vanagloriase de la tarea cumplida. Salimos airosos, supimos callar… hasta ahora“.
El capitán de Fragata tiene en la actualidad 83 años de edad y después de su retiro de la Armada en 1984 continuó su actividad hasta el año 1991 como administrador de los hoteles Antártida y Tierra del Fuego que la institución tiene en la ciudad de Mar del Plata.
Recuerda siempre la orden firmada por el Presidente de Facto Teniente General Juan Carlos Onganía, por el Canciller Doctor Nicanor Costa Méndez y por el Comandante de Operaciones Navales Vicealmirante Eugenio Fuenterrosa., que pusieron en marcha la denominada “Operación Playa Vaca”.
Operativo Condor , el secuestro vuelo AR-648 de Aerolíneas Argentinas.
Por alguna extraña razón o coincidencia la operación Playa Vaca, tuvo lugar casi al mismo tiempo del aterrizaje forzoso de un avión de pasajeros de Aerolíneas Argentinas DC-4 que salió de Buenos Aires, dirigiéndose a Río Gallegos pero fue secuestrado en vuelo y obligado a dirigirse a las Malvinas, aterrizando en un campo de carreras. Esto sucedió el 28 de Septiembre de 1966, y terminó con la rendición de los secuestradores después de la mediación del sacerdote católico local.
El Operativo Cóndor fue una acción armada llevada a cabo el 28 y 29 de septiembre de 1966 por un grupo de argentinos que se apoderó de un avión de Aerolíneas Argentinas que viajaba de Buenos Aires a Río Gallegos, obligando a su comandante a aterrizar en las islas Malvinas, habitadas por el Reino Unido y reclamadas históricamente por la Argentina. Una vez allí, los argentinos izaron una bandera argentina, tomaron como rehenes a algunos isleños, y exigieron al gobernador de las islas reconocer la soberanía argentina de las mismas. Después de negociar a través de un sacerdote católico Alejandro Giovenco Romero estuvo dos años preso en las islas Malvinas y cuando llegó al país estuvo otros dos años preso en Ushuaia.
El 28 de septiembre de 1966 un avión Douglas DC-4 LV-AGG «Teniente Benjamín Matienzo» de Aerolíneas Argentinas partió del Aeroparque Jorge Newbery con destino a Río Gallegos, en un vuelo sin escalas denominado AR-648.1
La aeronave transportaba 42 pasajeros, entre ellos el gobernador del Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, contraalmirante José María Guzmán. El Comando Cóndor había abordado al avión normalmente como pasajeros. También viajaba en el avión el periodista y empresario Héctor Ricardo García, dueño entonces, del diario porteño Crónica.
El avión despegó a las 00:34 horas; y tiempo después se perdió el contacto con el mismo. A las 05:00 cayó en emergencia. A las 07:27 se recibió un mensaje del comandante del avión: «siendo 06:05, “comandos” a bordo toman aeronave solicitando poner rumbo 105 Malvinas para aterrizaje». Esta desviación había sucedido entre Comodoro Rivadavia y Puerto San Julián. Minutos más tarde el Comando manifestó sus objetivos por la radio del avión.
Los integrantes del grupo, liderados por Dardo Manuel Cabo, se levantaron de sus asientos y amenazaron a los pasajeros con armas que habían ocultado en el equipaje. Exigieron al piloto dirigirse a las islas Malvinas. Este intentó disuadirlos aduciendo los inconvenientes del operativo por falta de apoyo de navegación y aterrizaje. Los secuestrados amenazaron al piloto, Ernesto Fernández García, con asesinar a su familia llamando a contactos en el continente. Para no atemorizar a los pasajeros, se les informó que la aeronave regresaba a Comodoro Rivadavia.
Fernández García ordenó al copiloto Silvio Sosa Laprida ascender al avión de 2000 a 3300 metros para economizar el combustible. Una hora después uno de los motores se detuvo; el mecánico Aldo Baratti lo puso en marcha nuevamente.
Los miembros del Operativo Cóndor fueron:
Dardo Cabo (25) periodista, metalúrgico y activo militante peronista nacionalista, hijo del sindicalista Armando Cabo.
María Cristina Verrier, dramaturga y periodista (27), hija de César Verrier (juez de la Suprema Corte de Justicia y funcionario del gobierno del expresidente Arturo Frondizi)
Fernando Aguirre, empleado de (20)
Ricardo Ahe, empleado de (20)
Pedro Bernardini, obrero metalúrgico (28)
Juan Bovo, obrero metalúrgico (21)
Luis Caprara, estudiante de ingeniería (20)
Andrés Castillo, empleado de la Caja de Ahorro (23)
Víctor Chazarreta, obrero metalúrgico (32)
Alejandro Giovenco Romero (21)
Norberto Karasiewicz, obrero matalúrgico (20)
Fernando Lisardo, empleado (20)
Edelmiro Jesús Ramón Navarro, empleado (27)
Aldo Ramírez, estudiante (18)
Juan Carlos Rodríguez, empleado (31)
Edgardo Salcedo, estudiante (24)
Ramón Sánchez, obrero (20)
Pedro Tursi, empleado (29)
El piloto logró encontrar la ubicación de las islas gracias a las diferencias en el patrón de la cobertura nubosa que frecuentemente las cubre. Entre algunos claros divisaron tierra firme y tras algunas rondas de reconocimiento que les permitieron localizar la población del entonces Puerto Stanley – hoy Puerto Argentino, aterrizaron a las 08:42 en la pista de carreras de caballos de 800 m de largo, después de haber sobrevolado durante 40 minutos el lugar para gastar combustible, detrás de la casa del gobernador inglés Cosmo Haskard (ausente ese día).
Luego de aterrizar, abrieron las puertas del avión, se tiraron con sogas, desplegaron delante del avión en forma de abanico e izaron siete banderas argentinas.
Debido a la dirección del viento el avión debió aterrizar alejándose del poblado, por lo que el grupo descartó la variante A ―tomar la casa del gobernador― ya que se carecía del elemento sorpresa. Los jóvenes descendieron, nombraron al lugar como Puerto Rivero, en homenaje al gaucho entrerriano Antonio Rivero que en 1833 resistió la invasión británica al archipiélago, y desplegaron siete banderas argentinas en las inmediaciones: cinco en los alambrados, otra en el avión, y la restante en una especie de poste de hierro cercano hincado en el suelo que sirvió así de mástil.
Numerosos civiles malvinenses (kelpers) se acercaron a ver qué ocurría. Algunos fueron tomados como rehenes, entre ellos el jefe de policía y el jefe de los Marines Reales. Entre los restantes el comando distribuyó una proclama escrita en inglés; el texto informaba que los jóvenes no eran agresores sino argentinos que consideraban a las islas como parte de su propio país. Al poco tiempo el avión fue rodeado por la Fuerza de Defensa de las Islas Malvinas, a las que se unió casi un centenar de civiles kelpers.
Los jóvenes realizaron un comunicado utilizando la radio del avión, cuyas palabras tuvieron amplia repercusión en la Argentina.
“Operación Cóndor cumplida. Pasajeros, tripulantes y equipo sin novedad. Posición Puerto Rivero (islas Malvinas), autoridades inglesas nos consideran detenidos. Jefe de Policía e Infantería tomados como rehenes por nosotros hasta tanto gobernador inglés anule detención y reconozca que estamos en territorio argentino”.
El radioaficionado Anthony Hardy reprodujo la noticia, y su señal fue captada en Trelew, Punta Arenas y Río Gallegos, retransmitiéndose a Buenos Aires. Por la tarde, los civiles e infantes de marina británicos trabajaban en la instalación de reflectores, altoparlantes con música marcial, y nidos de ametralladora en las inmediaciones del avión. En los siete jeep ubicados delante y detrás del avión se habían apostado policías, infantes y civiles armados; en lo alto de un cerro vecino se habían desplegado tres carpas de campaña con refuerzos militares.
Por pedido expreso del líder del comando argentino, el padre Rodolfo Roel (de origen Neerlandés), sacerdote católico de la isla, ofició una misa en castellano en el interior del fuselaje. Gracias a las gestiones del párroco, los tripulantes y pasajeros pudieron ser alojados en casas de familia de los isleños.
A las 04:30 del día siguiente, el gobernador británico, Cosmo Haskard, emitió un comunicado en el que exigía la rendición incondicional del grupo. Afirmaba que los soldados y policías tenían órdenes de disparar. El comando argentino se negó a entregarse. A las 15:00 hubo otra gestión con ese mismo propósito, esta vez a cargo del padre Roel, que también tuvo resultado negativo.
El desenlace.
Horas después se arribó a un pacto: los argentinos dejarían las armas en el avión, como nave argentina, y serían acogidos por la Iglesia católica, quedando a cargo del padre Roel. No hubo rendición, los cóndores marcharon a la iglesia con sus banderas argentinas consigo.
A las 17:00, los argentinos y el sacerdote salieron del fuselaje. Con el pabellón en brazos entonaron el Himno Nacional argentino, vigilados a 200 metros por los puestos de los militares británicos. Media hora más tarde entregaron las armas al comandante del Douglas DC-4, como había sido prometido. Pasaron casi 48 horas en la capilla de Puerto argentino. Rompiendo el pacto que tenían con Roel, los británicos realizaron una requisa en el salón parroquial, y los «cóndores» decidieron que lo único que defenderían serían las banderas argentinas, por lo que Cabo, Giovenco, Rodríguez y Navarro envolvieron su pecho con ellas, bajo sus ropas. Los británicos, al ver la decisión de estos, no pretendieron apoderarse de dichas banderas.
A las 19:30 del 1 de octubre, todos fueron llevados hasta el barco argentino ARA Bahía Buen Suceso a bordo de una lancha carbonera británica. Dardo Cabo entregó las banderas argentinas al almirante José María Guzmán en una bolsa:
Señor gobernador de nuestras islas Malvinas, le entrego como máxima autoridad aquí de nuestra patria, estas siete banderas. Una de ellas flameó durante 36 horas en estas Islas y bajo su amparo se cantó por primera vez el Himno Nacional.
El lunes 3 de octubre, a las 3 de la mañana, el ARA Bahía Buen Suceso atracaba en el puerto de Ushuaia.
Cuales fueron la consecuencias legales.
El 22 de noviembre de 1966, los integrantes del grupo fueron procesados por el Juez Federal de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, Dr. Lima, por los delitos de «privación de la libertad personal calificada» y «tenencia de armas de guerra».
El secuestro de aviones no estaba contemplado en la legislación de la época. Fueron patrocinados por el abogado de la Confederación General del Trabajo y la Unión Obrera Metalúrgica Fernando Torres, el fueguino José Salomón, y otros profesionales.
El procesamiento se refirió a los hechos ocurridos al desviar la nave aérea y no a lo ocurrido en Malvinas, que la justicia entendió que no constituía delito. Fueron condenados el 26 de junio de 1967. El 13 de octubre, la Cámara Federal de Bahía Blanca confirmó la sentencia, aunque hizo algunas modificaciones menores; por ejemplo, ordenó la devolución de las banderas a Cabo, su dueño, sosteniendo que:
«Las banderas argentinas, por el hecho de haber tremolado sobre una porción irredenta de tierra de la Patria, no son ni pueden ser consideradas instrumento de delito.
Por ello corresponde su oportuna devolución a quien ha demostrado actuar como su propietario.»
La mayoría recuperó su libertad tras los nueve meses que llevó el proceso, con prisión preventiva, pero Dardo Cabo, Alejandro Giovenco y Juan Carlos Rodríguez debieron pasar tres años en prisión, debido a sus antecedentes judiciales.
Más de diez años después y durante la dictadura autodenominada Proceso de Reorganización Nacional, el 6 de enero de 1977, Dardo Cabo, quien se encontraba detenido en La Plata por otra causa, fue asesinado junto con otras personas en un simulacro de fuga fraguado durante un traslado de detenidos, en una zona descampada del Parque Pereyra Iraola ubicado entre las ciudades de La Plata y Buenos Aires.
Por su parte, Alejandro Giovenco, que se convirtió en uno de los «burócratas y pistoleros de extrema derecha que dirimían a balazos el contencioso ideológico con los bombos nuevos del peronismo» y dirigente de la CNU (Concentración Nacional Universitaria) —organización que luego colaborará con la dictadura cívico-militar y que se encontraba ligada con la Triple A— murió en plena Avenida Corrientes de Buenos Aires cuando le estalló una bomba que trasladaba en su portafolio, en 1974.
Fuentes: Mario Novack – www.facebook.com/Playa-Vaca-66-759683254198022/-P24.
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