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Señor Jesucristo, que te dignas permanecer con nosotros en tu maravilloso Sacramento del altar hasta el fin del mundo, para darle a tu Padre, por la memoria de tu Pasión, gloria eterna, y para darnos a nosotros el Pan de vida eterna: concédenos la gracia de llorar, con corazones llenos de dolor, por las injurias que Tú has recibido en los Juegos Olímpicos y por los muchos sacrilegios que cometen los impíos y los herejes. Inflámanos con deseo ardiente de reparar por todas estas ofensas y burlas y también con el de suplicar constantemente por la conversión de esas almas. Tú, que con Dios Padre y el Espíritu Santo eres un solo Dios y vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

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