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Cartel de la película de 1960 ‘Diálogo de carmelitas’, sobre el martirio de las descalzas de Compiègne.
Tras la audiencia concedida este miércoles al cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, Francisco aprobó los votos favorables de los cardenales y obispos miembros del dicasterio y decretó la extensión a la Iglesia universal del culto a las 16 carmelitas descalzas de Compiègne, guillotinadas en París in odium Fidei [por odio a la Fe] el 17 de julio de 1794, durante el Terror. Habían sido beatificadas como mártires por San Pío X en 1906 en la basílica de San Pedro.
De esta forma quedan inscritas en el catálogo de los santos por el procedimiento de canonización “equipolente” o “equivalente”, una forma de canonización en la que el Papa prescinde del procedimiento ordinario porque la veneración al santo ha sido realizada de forma continua por la Iglesia, permitiendo así su culto universal.
Es el caso de la beata Teresa de San Agustín (en el siglo, María Magdalena Claudia Lidoine) y compañeras mártires, cuya santa muerte tuvo los miles de testigos de las ejecuciones públicas de la Revolución Francesa, y recibieron enseguida el culto privado de los fieles.
La devoción a las carmelitas de Compiègne se hizo enseguida universal. En la imagen, una estampa checa en la que se ve a Santa Teresa de Jesús aguardando a sus hijas, a punto de ser martirizadas.
Su caso ha sido además muy conocido porque fueron objeto de la atención de la literatura, el cine y la música:
-en 1932, Gertrude von Le Fort escribió la novela La última del cadalso, que tiene como protagonista a una joven y apocada novicia del convento;
-en 1947, Georges Bernanos se inspiró en esta novela para su obra teatral Diálogos de Carmelitas;
-en 1957, François Poulenc compuso la ópera Diálogos de Carmelitas, inspirada en Bernanos;
-en 1960, Philippe Agostini y Raymond Léopold Bruckberger dirigieron la película Diálogo de Carmelitas, interpretada por primeras estrellas del cine europeo de la época como la francesa Jeanne Moreau y la italiana Alida Valli.
Denunciadas y mártires
La comunidad carmelita de Compiègne (localidad situada a unos 40 km al norte de París) fue fundada por la beata Ana de Jesús, discípula de Santa Teresa de Jesús que extendió la reforma de las descalzas por toda Europa. Cuando estalló la Revolución Francesa, miembros del comité local de Salud Pública intentaron convencer a las monjas de que abandonasen la vida religiosa. Ellas se negaron, y cuando, entre junio y septiembre de 1792, los episodios de violencia revolucionaria aumentaron, todas ellas se ofrecieron a Dios, siguiendo la inspiración de la priora, sor Teresa de San Agustín, para que el Estado retornase al culto a Dios en vez de perseguir a la Iglesia.
Expulsadas del monasterio, separadas y vestidas de civil, continuaron su vida de oración y penitencia, aunque repartidas en diversos puntos de Compiègne. Se comunicaban por carta unas con otras.
Descubiertas y denunciadas, el 24 de junio de 1794 fueron trasladadas a París y encerradas en la prisión de la Conciergerie, donde coincidieron con numerosos sacerdotes, religiosos y religiosas también condenados a muerte.
El traslado de las carmelitas a la guillotina, en la película ‘Diálogo de carmelitas’.
Su actitud cristiana durante el cautiverio fue ejemplar. El 17 de julio, el día después de la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, que habían celebrado en prisión cantando himnos de júbilo, fueron condenadas a muerte por el tribunal revolucionario, el cual, entre otras acusaciones, quiso castigar el “fanatismo” de su devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y María.
Distribuidas en dos carros, fueron cantando salmos mientras las conducían a la ejecución. Al pie de la guillotina entonaron el Veni Creator y renovaron sus votos. Tras ser asesinadas públicamente, sus cuerpos fueron enterrados en una fosa común junto con otros mártires en el actual cementerio de Picpus, donde una placa recuerda su martirio.
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