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| 28 marzo, 2025
Hay momentos en los que una decisión marca un punto de no retorno. Lo que ha firmado Pietro Parolin con el Gobierno de Pedro Sánchez en torno a Cuelgamuros —junto a lo que firmó con el Partido Comunista Chino— lo descalifica de por vida para ocupar la Cátedra de San Pedro.
Que no se engañe. Que no sueñe. Que no planee. Parolin no será Papa. Porque los católicos con memoria, los que no tragamos con la traición envuelta en celofán diplomático, se lo vamos a recordar sin descanso. Porque un hombre que entrega templos vivos a los enemigos de la fe, que colabora con gobiernos abiertamente hostiles al cristianismo y que cree que el Vaticano es una sucursal de Naciones Unidas, no puede ni debe jamás ser Vicario de Cristo.
El acuerdo de resignificación del Valle de los Caídos es un escándalo monumental. Pero no es el primero. Parolin ya dejó su firma en el documento secreto con el régimen chino, ese que entregó a los católicos clandestinos —los que celebraban misa en sótanos, entre susurros y sin cruces— a los brazos del control estatal. Obispos leales perseguidos. Seminarios cerrados. Comunidades vendidas. Y Roma callando.
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