Compartir

Señor director:
El jueves pasado un ataque israelí provoco muertos y heridos, algunos graves, en un ataque a la parroquia católica de Gaza, donde incluso sufrió heridas el Párroco.
Allí se albergan no sólo fieles cristianos sino incluso familias musulmanas que desde el inicio del conflicto desatado en octubre brinda, con lo poco que tiene, asistencia espiritual y material a muchos pobladores que hallan un relativo refugio en el lugar.
La contraofensiva del gobierno de Israel tras el ataque de Hamas que causó unas siete mil víctimas, ya se ha cobrado la vida de cerca de sesenta mil vidas de habitantes de la Franja de Gaza.
La desproporción no puede disimularse y la justificación no resulta convincente. Señalarlo está lejos de ser una expresión de antisemitismo como pareciera advertirse en el silencio que muchas veces se evidencia en los medios de prensa o aún en el temor de pronunciarse de personas que debieran hacerlo aún por mera humanidad.
Sabemos que hasta la ayuda para que puedan acercarse alimentos y medicamentos son impedidas con acciones muchas veces violentas. Pareciera que hay vidas que son consideradas, por tratarse de una nación o una religión distinta, como si fueran meras bestias peligrosas.
La alineación de representantes de naciones como la nuestra a una causa determinada pareciera enceguecer a sus responsables -aun cuando se dicen defensores de la vida, la libertad y la propiedad- al punto de ignorar matanzas de civiles inocentes entre los que hay mujeres, niños y ancianos que no forman parte de grupos extremistas.
Nada de lo dicho, sin embargo, justifica los métodos aberrantes del terrorismo. A no confundirse.
Pero otros intereses parecen estar en juego. Ambiciones de dominio territorial, de poder o económicos dan la impresión de estar por encima de cualquier valor moral al punto de llegar a lo que se asemeja más a un genocidio que a una guerra justa.
Tal como lo viene haciendo el sacerdote argentino Gabriel Romanelli y quienes lo acompañan desde hace más de veinte años en esa tarea, roguemos para que el más básico humanitario se imponga a tal situación de dolor y definitivamente llegue la paz a esta tierra donde Nuestro Señor Jesucristo dio su vida para redimirnos.
Juan Martín Devoto
DNI 10.525. 501
MANTENTE AL DÍA