LA `MISA DE TODOS LOS TIEMPOS’, EL DOCUMENTAL QUE INTERVIENE EN UN DEBATE HISTORICO DE LA IGLESIA
La magnífica serie en tres partes descubre la belleza e importancia para la fe que tiene la liturgia antigua, que fructificó durante 1.500 años, y pone en entredicho la reforma posconciliar. Calidad artística y ritmo cinematográfico de una trilogía esclarecedora.
Estados Unidos es probablemente el país donde se alzan hoy en día las voces más fuertes del tradicionalismo católico. El dinamismo de esta comunidad de fieles empieza a concentrar las miradas. Sobre todo, desde que sus referentes más notorios forman parte de ese puñado de intelectuales en el mundo que sale, casi en soledad, a dar la cara en defensa de la doctrina y la liturgia tradicional. De esta vibrante comunidad surgió ahora también un magnífico documental en tres partes titulado Mass of the ages (la Misa de todos los tiempos), concebido con una notable calidad artística y ritmo cinematográfico, que quedó en el centro de un histórico debate en la Iglesia a partir de las recientes restricciones impuestas a la liturgia antigua.
El documental, dirigido por Cameron O’Hearn, un joven cineasta católico, busca exponer la riqueza de la también llamada Misa tridentina, así como su importancia para el presente y el futuro de la Iglesia. Pero, a la vez, emprende una investigación sobre el oscuro motivo y las maquinaciones que llevaron a crear una nueva Misa en los años sesenta, radicalmente distinta a la de siempre, con las devastadoras consecuencias que esto trajo para la fe.
A ese doble propósito están dirigidos los dos episodios hasta ahora conocidos de la trilogía, que pueden verse en forma gratuita en el sitio web del filme (latinmass.com).
Desde el estreno del primer episodio el año pasado, en la fiesta de la Asunción de la Virgen María, el documental se ha convertido en un fenómeno en sí mismo. Los dos primeros capítulos suman ya más de 2,5 millones de visualizaciones, según confirmó en una entrevista con La Prensa Jacob Tate, coescritor del guion y productor.
Tate refiere que han recibido mensajes de una audiencia global muy diversa: desde personas mayores que vivieron los cambios litúrgicos, hasta madres que dicen que la película cautiva a sus hijos de diez años.
“Más que un mérito de la película por su atractivo, aunque ese era uno de nuestros objetivos, creo que esto demuestra el amplio atractivo que tiene la liturgia católica”, añade.
La finalidad del largometraje es que aquellos fieles que aún no hayan tenido la oportunidad de conocerla puedan descubrir la belleza de la Sagrada Liturgia tradicional, que no es otra que la Misa de todos los tiempos, transmitida desde hace 1.500 años, y que miles de sacerdotes comiencen a celebrarla. Es la Misa que con la reforma posconciliar fue inexplicablemente escondida, resistida por la jerarquía eclesiástica y, a todos los efectos prácticos, abrogada en todo el mundo.
DETALLES
La belleza del rodaje, el cuidado de los encuadres y, podría decirse, el amor con que fue realizado el entero filme se aprecia en detalles nunca antes filmados, logrados a partir de la grabación de Misas con y sin fieles en diversas iglesias a lo largo de Estados Unidos, pero también en Italia o Francia. A este mérito de las imágenes se añaden las reflexiones de reconocidos expertos en la materia, entre ellos eruditos litúrgicos como Dom Alquin Reid o Peter Kwasniewski, además de teólogos, filósofos, eremitas, compositores de música sacra, y algún obispo.
Si se piensa en el preciosismo de la lente, mérito del director de fotografía Thomas Shannon, y en la contundente línea argumental que se va desplegando, no es extraño que la cinta se haya convertido en un fenómeno.
El primer episodio presenta el caso de Kristine Mauss, una joven viuda con cuatro hijos que cuenta cómo se acercó a la liturgia antigua al comprobar que los niños estaban en un entorno que influiría más que sus padres y en el que no tenían amigos católicos.
De esa observación se pasa a una sucesión de informes televisivos que dan cuenta de esa misma realidad en un marco más amplio: carencia de vocaciones sacerdotales, envejecimiento de los sacerdotes y cambio de valores en la sociedad, que se traduce en que hoy sólo un 10% de los católicos van a misa en Estados Unidos.
LEX ORANDI
Lex orandi, lex credendi dice la famosa frase latina, para aludir a la relación intrínseca que existe entre liturgia y fe. Y una de las entrevistas televisivas que se recogen en el documental apunta a eso: a recordar que la propuesta del Concilio Vaticano II era hacer la Misa más accesible, y para eso la doctrina concerniente a la Misa debía ser más accesible, pero se logró lo contrario.
Es cierto, como admiten varios entrevistados en el filme, que no todo el desfondamiento de la fe entre los católicos tiene una única causa, porque también hubo elementos culturales que llevaron a esto. Pero, aun siendo así, la cinta aporta cifras de asistencia al culto entre distintos credos que ponen en entredicho esa objeción y dan qué pensar. Del mismo modo que es válido preguntarse si la reforma litúrgica y la pérdida de la fe no son algo más que una mera coincidencia.
Esta línea argumental se intercala con bellísimas imágenes de la Misa tradicional y de la música sacra que la adornaba. Son secuencias que resaltan la solemnidad perdida y el profundo sentido para la fe que tenían las palabras y gestos que se perdieron con la reforma, en una filmación con tintes poéticos.
De pronto, el eco de un ruido lejano retumba en una iglesia vacía y luego se oye la voz cristalina del celebrante que recita las oraciones al pie del altar, donde suplica ser digno de asumir su rol sacerdotal “in persona Christi”. Palabras que eran una suerte de transición entre el mundo secular y los dominios sagrados, y que también hoy se han dejado de lado, como explica Peter Kwasniewski, experto liturgista.
La comparación entre “la Misa de todos los tiempos” y la empobrecida liturgia reformada comienza así a emerger en este primer documental. Los cuadros que ilustran la cantidad de oraciones, genuflexiones y veces que los fieles se santiguan van insinuando una diferencia esencial entre ambas Misas, una dignidad despareja, una diferente comprensión de lo sagrado. En la antigua sacralidad, y en la antigua solidez doctrinal de la tradición, es donde Mauss, la joven viuda del video, encontró un punto de apoyo firme para rehacer su vida arrasada por el dolor.
Pero donde la doble devastación actual de fe y liturgia queda expuesta con mayor nitidez es en una anécdota narrada por el padre James Jackson (FSSP), académico de liturgia. El sacerdote evoca una misa de réquiem en la que todo, la homilía, la música y los presentes expresaban alegría, confiados en que el fallecido habría ya alcanzado el Cielo, algo que el sacerdote trae a colación porque ilustra la falta de comprensión del misterio. “No había nada sobre un juicio, nada sobre el pecado”, dice el padre Jackson. Pero: “¿Hay un juicio? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Qué hay sobre el pecado? ¿Qué le pasa a alguien que no tiene la oportunidad de librarse de ello?”, se pregunta, para luego añadir que si uno vuelve a la Misa de réquiem, todo, tanto el texto como lo visual, trata sobre el pecado.
En el episodio II, titulado La tormenta perfecta, que fue estrenado este año en la fiesta de la Ascensión y que tiene un comienzo con más expectación, más palpitante, el acento ya no está puesto tanto en el aspecto poético, que está presente igual, sino que la propuesta es correr la cortina para ver lo que hay detrás de la reforma litúrgica posconciliar.
Se trata, por lo tanto, de una investigación sobre cómo se hizo esa reforma tan radical, a espaldas de los propios padres conciliares. Una reforma que, en palabras de Dom Alquin Reid, pone al hombre moderno como punto de partida y de llegada de la liturgia, que usa el lenguaje de lo que es atractivo y que trata de comercializar algo a una generación en particular, la de los sesenta.
MAQUINACIONES
El foco de este segundo capítulo está puesto, principalmente, en las maquinaciones de Annibale Bugnini, arzobispo italiano que ocupó el cargo clave de secretario del Consilium, como se llamó a la comisión encargada de llevar a la práctica la reforma litúrgica aprobada por el Concilio Vaticano II.
Lo que deja en claro la reconstrucción es que la entera arquitectura de la liturgia fue demolida siguiendo una intención premeditada, confesada por el propio Bugnini. “El camino de unión con nuestros hermanos separados, los protestantes, es quitar toda piedra de la liturgia, toda oración de la misa que pueda ser remotamente un obstáculo o dificultad”, dice Bugnini, según la cita hecha por los realizadores del documental. Algunos de los entrevistados van todavía más allá para señalar la supuesta pertenencia de este arzobispo a la masonería, que siempre buscó la subversión de la Iglesia desde su propio interior.
Sea como fuere, lo cierto es que la comisión se lanzó de lleno a “una revisión de casi todo”, como se alega en el documental. Y la revisión fue radical: la lengua vernácula desplazó al latín; el canto gregoriano se abandonó por canciones modernas que caen incluso en la banalidad; más de 40 versículos de la Escritura fueron suprimidos; se cambió la orientación del altar y la forma de comunión.
Hay dos secuencias muy logradas que ilustran la destrucción operada sobre la Misa de todos los tiempos para dar lugar a la nueva Misa (novus ordo).
Una de ellas muestra el texto del Misal antiguo, y cómo enteros pasajes se recortan, condensan, reescriben, hasta quedar reducido a su mínima expresión. El impacto de esa escena es dramático, doloroso, indignante. Hay espectadores del documental que han comentado haber llorado al contemplar esta demolición.
La segunda secuencia muy lograda presenta la pantalla partida en dos, donde se ve, a la izquierda, un sacerdote que celebra la Misa tradicional, y a la derecha, uno que celebra la nueva Misa. Primero se activa durante unos segundos la imagen de la derecha, y luego unos segundos la de la izquierda. El contraste es tan demoledor y elocuente que hasta un niño de ocho años percibe la diferencia.
No todo se reduce, sin embargo, al abandono de la solemnidad, la devoción y la dignidad en la celebración de la Misa. También están las consecuencias prácticas para la vida de fe de los fieles.
Como señala el profesor de filosofía Joseph Shaw, entre los numerosos recortes que se hicieron en el rito, fueron eliminados todos los pasajes que aludían a la realidad del juicio divino, a nuestra necesidad de la gracia y a nuestra necesidad de arrepentirnos.
Si se recuerda el adagio latino Lex orandi, lex credendi, la conclusión parece obvia: si no aparecen estas realidades teológicas en el culto, ¿cómo se supone que vamos a creer en esto?, pregunta Dom Alquin Reid. No cuesta demasiado entender cómo de aquel recorte de pasajes sobre el juicio y el infierno se sigue hoy la falta de comprensión sobre el misterio de la muerte que el padre Jackson observó en la misa fúnebre antes aludida.
DEMOLEDOR
El documental, además de echar mano a gráficos y líneas de tiempo, apela también al recurso de poner a rodar un viejo grabador de cinta para dar vida a los debates que se produjeron cuando la nueva Misa fue finalmente presentada en un sínodo de obispos, algo para lo cual se vale de voces prestadas y dibujos de los protagonistas y que demuestra cómo la ejecución de las reformas fue mucho más lejos que lo votado por el Concilio Vaticano II.
Pese a que los realizadores del documental quieren dejar a salvo, hasta donde pueden, a Pablo VI, el pontífice no sale bien parado tampoco.
La investigación que propone el documental es demoledora y la conclusión a la que se llega cae por su peso: ¿cuál es la razón para aferrarse a las formas modernas si no lograron lo que se proponían?
El filme se ve de un modo fluido, aunque esa claridad y desenvoltura tiene que haber llevado más trabajo del que se supone. El director de la trilogía, Cameron O’Hearn, expresó en un video colgado en la página del filme que, más que satisfecho por lo realizado hasta ahora, se siente como un sobreviviente de una batalla, alguien que está en la cima de la montaña completamente exhausto y ya está pensando en el próximo objetivo.
La expectación está ahora puesta en el episodio III, que se titula Guardianes de la tradición. Un filme que aún no tiene fecha de estreno. Solo se sabe que por estos días debía ya estar lista la fotografía. Según O’Hearn, será aún mejor que los anteriores. Lo definió como “un grito de guerra unificador”.
En sus palabras, el último capítulo de la trilogía “investiga y explica qué abrió el camino a la Misa tradicional en los últimos cincuenta años para un uso más amplio, desde el arzobispo Lefebvre hasta el Summorum Pontificum de Benedicto XVI en el 2007”.
Al parecer, este nuevo episodio mencionará el motu proprio restrictivo de Francisco, Traditionis custodes, aunque tal vez no de un modo confrontativo. O’Hearn dice que su interés fue “indagar si la mayoría de los obispos (consultados para ese documento) se expresó a favor o en contra de la Misa en latín, y si la mayoría de los católicos que asiste a esa liturgia acepta el Concilio Vaticano II y el actual Papa”. Su idea es tratar de “exponer el verdadero rostro del catolicismo tradicional”, en la esperanza de que tal vez el propio Papa se sorprenda.
La esperanza del director se relaciona con el hecho de que el catolicismo tradicional, particularmente el que está radicado en Estados Unidos, se ha convertido en un sector especialmente incómodo para la más alta jerarquía de la Iglesia, como si fuera un factor de riesgo potencial para la pax romana.
Jacob Tate atribuye esto precisamente a que “las voces que surgen desde Estados Unidos son de las más fuertes, y que por esa sola razón se han convertido en un blanco fácil para quienes quieren aplastar la tradición”.
Una de las formas más frecuentes con que son descalificados los que reclaman por esta liturgia es tratarlos de “nostálgicos” del rito antiguo, como si fueran personas mayores apegados a esa liturgia. Sin embargo, allí donde se mire, incluso en Argentina, se ve que estos grupos están formados mayoritariamente por gente joven y matrimonios con varios hijos, que no han podido vivir antes esta liturgia por una simple razón de edad.
Tate opina que lo de “nostálgicos” es “una acusación un tanto extraña por parte de un grupo que promueve cambios adaptados a los jóvenes que crecieron en los años sesenta”.
“Cuando entro en una iglesia encalada y construida en forma redonda, escucho la música folclórica y veo las vestimentas anodinas de la Nueva Misa, eso me parece más nostálgico de los años 60 que la supuesta nostalgia de la liturgia tradicional por algún período de tiempo antiguo”, expresa.
“Una vez más, esto se debe a que la liturgia antigua es intemporal, transmitida durante más de 1500 años en todo el mundo. Los jóvenes se aferran a la liturgia antigua porque miran a su alrededor y ven la locura en el mundo y en la Iglesia y buscan algo sólido, algo estable, y eso es la tradición católica”.
Queda, todavía, la duda de por qué, con lo exiguos que son los fieles que concurren a la misa tradicional, despiertan tanta preocupación en Roma.
La respuesta tal vez pueda encontrarse en la proyección demográfica. “Nuestra mejor estimación -confirma Tate- es que menos del 2% de los católicos de todo el mundo asisten a la Misa tradicional en latín con regularidad, así que es definitivamente una minoría. Teniendo esto en cuenta, vemos un crecimiento explosivo allá donde vamos. Ya sea en el este de Texas, en el sur de California, en el corazón de Detroit, en Michigan, en el campo de Francia, o en un pueblo remoto del este de Africa, no hay escasez de personas que claman por una liturgia católica reverente”.
“Las órdenes sacerdotales tradicionales apenas dan abasto con las solicitudes de ingreso al seminario que reciben, y muchas parroquias que hemos visitado dicen haber triplicado su tamaño en los últimos dos años”, añade.
Algunos de los entrevistados en el documental, como Eric Sammons, autor y editor en jefe de la revista Crisis Magazine, se muestran confiados en que, de este movimiento, exiguo como es, puede derivarse sin embargo la restauración que la Iglesia necesita con desesperación.
La paradoja del rodaje
Los dos episodios filmados del documental Mass of the Ages (La Misa de todos los tiempos) plantean una paradoja: el tema es la liturgia antigua (y para apreciarla, apela a la mentalidad del hombre antiguo), mientras que el ritmo de la filmación es moderno (apela al intelecto del hombre moderno).
Consultado al respecto, Jacob Tate respondió que “es una pregunta interesante”, pero añadió que “la suposición de que la Misa sólo apela al “hombre antiguo” crea aquí una falsa dicotomía”.
“Aunque vimos una gran variedad de edades en las Misas tradicionales a las que asistimos durante la filmación, notamos que es más popular entre los jóvenes. En lugar de apelar al hombre antiguo o a una mentalidad antigua, vemos esta Misa como algo intemporal, que atrae a todas las edades y culturas”, explicó.
“La misma Misa que mostramos a través de los medios modernos es la que San Isaac Jogues celebró para los nativos americanos, la que San Francisco Javier llevó a Japón y la que el Papa San Pío X celebró en la Basílica de San Pedro”, ejemplificó.
“Creemos que nuestra misión es utilizar los mejores medios disponibles para mostrar la belleza de la Misa al mayor número de personas posible, y las películas hermosas y gratuitas son la mejor manera de hacerlo”, añadió.
Sobre cuál cree que es la mayor dificultad para llegar a aquellas personas que nunca asistieron a la Misa en latín o que ni siquiera la conocen, Tate menciona precisamente el desconocimiento. “No saben que la Misa en latín existe, y si lo saben piensan que es la misma Misa a la que están acostumbrados pero dicha en otro idioma. Por eso, uno de nuestros principales objetivos es simplemente educar a la gente, mostrarles la belleza de lo que se les ha quitado y ocultado deliberadamente”.
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