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Después de la gran victoria que las armas cristianas consiguieron en la Batalla de Lepanto, que fue el mayor combate naval de la historia, y que preservó a la Europa cristiana de la amenaza del turco en el siglo XVI, el papa San Pío V instituyó el 7 de octubre la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias en honor a la Santísima Virgen por su protección. Las tropas cristianas habían rezado el Santo Rosario con devoción antes del ataque. Y el propio pontífice contribuyó largamente a esa victoria con los rosarios que exhortó al mundo cristiano a rezar. La festividad luego cambiaría su nombre por el de Nuestra Señora del Rosario, a quien se adjudica el éxito en otras batallas históricas.­

Un día después de esta estimada festividad, otro ejército de hombres, esta vez contemporáneo, y que está diseminado por el mundo, pondrá este sábado sus rodillas en tierra para rezar el Santo Rosario, con el objeto de implorar a nuestra madre que acuda otra vez en “auxilio de los cristianos” contra sus enemigos modernos.­

El combate hoy no tiene aquella ferocidad, ni es sangriento, pero la victoria es más difícil por ser un combate espiritual, no delimitado a un terreno y un tiempo particular. Tanto más difícil es por cuanto el enemigo es, además, inasible, huidizo y adopta muchos rostros. Como si de enfrentar un viento de la locura se tratase. Así de difícil.­

Una locura que busca crear enemistad entre el hombre y la mujer, esterilizar a ambos, liberar a las mujeres de la maternidad, incitar en ambos sus pasiones más destructivas, inducirlos a considerar sus caprichos como derechos, pervertir a sus niños, matar a sus bebés, eliminar a los ancianos y quebrar todo lazo comunitario hasta lograr la definitiva disgregación familiar y nacional.­

Ese viento de la locura adopta unas veces el deformante rostro del feminismo y otras el flexible semblante del relativismo, el nihilismo y tantas otras corrientes de pensamiento que arrastran de un lado a otro a las personas. El poder de seducción les viene de un enemigo que está detrás de todas ellas y que sí es reconocible, y es sobrenatural, como bien lo expuso el arzobispo emérito de La Plata, Héctor Aguer, en el primer Rosario de hombres en Argentina, el 28 de mayo último.­

Ese día, unos 3.000 hombres, según los organizadores, se congregaron en la porteña Plaza de Mayo y en otros puntos del país para rezar el rosario. Desde entonces, la congregación de hombres para rezar ésta oración mariana, idea nacida en Polonia e Irlanda, se propagó a otras ciudades de toda Hispanoamérica.­

­EVENTO MUNDIAL­

Este sábado, por primera vez, será un evento mundial. “Hasta el momento hay 40 países confirmados, con más de 150 ciudades repartidas por todos los continentes”, anticipan.­

Segundo Carafi, uno de los organizadores en Argentina, destacó: “Tuve la oportunidad de participar en estos meses en reuniones no solo con hermanos hispanoamericanos, sino también con hermanos de países de Europa, Australia, Líbano, India y hasta países de África que se sumarán a esta verdadera cruzada”.­

La convocatoria nacional en Argentina será nuevamente en la icónica Plaza de Mayo de Buenos Aires a las 11.­

El hombre está en la primera línea de fuego por una sencilla razón. Que todo el antiguo orden social que se quiere demoler es ahora presentado como el producto del patriarcado opresor.­

Al hombre se lo quiere ver acomplejado, privado de la familia y de la patria potestad, empobrecido, reducido a la bestialidad del trabajo esclavo y el embrutecimiento mediático, cuando no feminizado.­

Quienes se rebelan contra el “patriarcado actual” nada quieren saber de sacrificios paternos, de noches en vela acunando a un bebé, de postergaciones y renuncias en beneficio de otros miembros de la familia, de privaciones voluntarias, de levantarse primero y acostarse último cuando ya todos duermen. No lo ven porque su marco de referencia es solo personal.­

Pero el rosario puede reformar el mundo. Se lo dijo la Santísima Virgen a Santo Domingo de Guzmán: “Si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos, reza mi salterio”.­

Rezar las cuentas de la oración mariana es también un medio de protección y defensa ante la locura del mundo moderno, como antes lo fue para Santo Domingo en su lucha contra los albigenses, o para San Pío V en su lucha contra el imperio otomano.­

Esta vez la batalla es interior. Parece más difícil de convocar porque incluso los espíritus cristianos se han enfriado, y porque no hay ya un San Pío V ni un Felipe II que reúna una escuadra suficiente, como en Lepanto. Pero la gracia de Dios no deja actuar y la actual convocatoria, espontánea, abre una esperanza. No pueden olvidarse las palabras de otro gran papa como fue San Pío X: “Dadme un ejército que rece el Rosario y lograré con él conquistar al mundo”

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