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John Mearsheimer, célebre estudioso de las relaciones internacionales, pronunció recientemente un discurso (pueden encontrarlo en YouTube) sobre la guerra en Ucrania ante el Comité por la República. Allí, Mearsheimer destacó dos puntos principales:
Ucrania no puede ganar esta guerra porque la tasa de muertes está en su contra. Mearsheimer estima que dos ucranianos mueren por un soldado ruso, pero dice que muchos de sus amigos piensan que la proporción es más como 3:1 o 4:1. Ello sería así en razón de la guerra estática, al estilo de la Primera Guerra Mundial, que es la predominante en los últimos tipos en Ucrania y en donde la artillería es el arma más mortífera. Rusia tiene una inmensa ventaja artillera. Durante una ofensiva, el atacante suele tener más bajas que el defensor. Pero en esta etapa de la guerra, el lado ucraniano intentó contraataques la mayor parte del tiempo mientras los rusos defendían.
Ucrania, además, tiene una población mucho más pequeña que Rusia. La proporción actual es de alrededor de 5 rusos por 1 ucraniano. Con una población mucho más pequeña y muchas más bajas, Ucrania se quedará sin recursos humanos mucho antes que Rusia.
Algunos analistas occidentales serios afirman que, a pesar de la ayuda occidental, la disparidad económica, militar y demográfica en favor de Rusia sigue siendo abrumadora. La economía rusa se encuentra mayormente intacta, a pesar de las sanciones económicas impuestas, y posee un mayor potencial de movilización. Las contraofensivas exitosas de Ucrania en los meses pasados se dieron en condiciones de coyuntura muy favorables, que difícilmente se puedan repetir en el futuro.
Por otra parte, la capacidad de la industria militar occidental para abastecer a Ucrania de municiones y sistemas de armas indispensables se encuentra en estado crítico.
Como hemos dicho desde La Prensa en reiteradas oportunidades hablando acerca de “La Niebla de la Guerra”, conscientemente o no, la prensa occidental en general y algunos líderes políticos están abrazando de manera acrítica una narrativa sesgada hacia uno de los dos bandos en conflicto. No hay, a menudo siquiera un atisbo de análisis serio ni un intento por entender las razones por las cuales los rusos podrían tener una perspectiva muy distinta de las causas de la guerra. A diario escuchamos y vemos demasiadas analogías inexactas con la Segunda Guerra Mundial que pretenden convertir a Vladimir Putin en Adolfo Hitler, y a Volodimir Zelenzki en Winston Churchill, y plantear el conflicto en términos esencialistas y existenciales, en donde toda la virtud se encontraría claramente de un lado y toda la maldad del otro.
Para estos sectores poco objetivos, Rusia es un estado criminal que debe ser “llevado a la justicia” de alguna manera, como si una repetición de la capitulación incondicional de Alemania en 1945 fuese un escenario realista para Rusia hoy. Creemos que no lo es, al menos no sin antes pelear una Tercera Guerra Mundial contra la mayor potencia nuclear del planeta.
Recordando a Clausewitz (siempre útil para estos análisis) “…Cada cosa es simple en la guerra, pero la más simple, es dificultosa. Las dificultades se acumulan y terminan produciendo una especie de fricción que es inconcebible a menos que se haya experimentado la guerra.” Y esto es así, no admite análisis simples y superficiales. (Como los que abundan…).
La operación inicial rusa tuvo por intención forzar un cambio de gobierno en Ucrania, no muy distinto de lo que los Estados Unidos hiciera en Afganistán, Irak o Libia en tiempos recientes. Dado el tamaño limitado de la fuerza invasora, parece que Moscú asumió que la operación sería relativamente sencilla y de duración breve.
El plan parece haber estado basado en supuestos políticos equivocados respecto del grado de resistencia que ofrecerían tanto el gobierno como la sociedad ucraniana, pero parece consistente con el objetivo político de remover un gobierno que llevaba a Ucrania a ser un aliado de facto de la OTAN.

REAGRUPAMIENTO DE FUERZAS
En la segunda etapa la situación estuvo caracterizada por el reagrupamiento de fuerzas por parte de Rusia y el abandono de la búsqueda del cambio de régimen en Ucrania, en la concentración del esfuerzo militar en el este y sur ucranianos, con el objetivo de alcanzar la independencia del Donbass y el control de la costa marítima de Ucrania, con un corredor bajo su control desde Crimea hasta Transnistria. Durante esta etapa, la OTAN organizó el suministro de armas y equipos militares a Ucrania, asumiendo que su victoria era posible. A partir del tercer mes, la situación estuvo caracterizada por el contraataque ruso, que se materializó en el avance gradual en las dos direcciones que había asumido y el dominio de las costas de los mares Azov y Negro -con la excepción de la ciudad-puerto de Odessa-, y el avance exitoso en el Donbass. Ya a los 100 días de guerra, el presidente Zelensky reconoció que Ucrania había perdido el 20 por ciento de su territorio y estaba sufriendo la muerte de entre 60 y 100 soldados diarios y tenía de 400 a 500 soldados heridos. A posteriori hubo un cambio de actitud estratégica operacional y Ucrania, con los apoyos recibidos de la OTAN, retomó la Ofensiva, que se materializó en una serie completa de contraofensivas dirigidas por las Fuerzas Armadas de Ucrania, utilizando las armas pesadas que habían llegado desde el oeste en el verano. Pero, a nivel estratégico, se pudo observar la decisión rusa de Incorporar, vía referéndum, los cuatro Oblasts y realizar una gran movilización. En ese escenario hizo su aparición (por el momento en grado de amenaza solamente) el “Arma Atómica” (recordemos que quien primero insinuó esto fue la fugaz primer ministro de Gran Bretaña, Mary Elizabeth Truss).

ESCALADA MASIVA
Desde principios de octubre 2022, se produjo una nueva escalada masiva. Recordemos el intento de ataque ucraniano y los graves daños sufridos por el puente ruso sobre el estrecho de Kerch, símbolo de la ocupación rusa, que nuevamente llevaron a Rusia a cambiar o modificar sus planes en el nivel estratégico. Sabemos que, desde el 24 de febrero de 2022, Ucrania ha sido víctima de ataques de gran alcance por parte de las fuerzas aéreas y navales rusas. El presidente Zelensky dio repetidamente cifras concretas. Para el 9 de junio de 2022, 2.500, el 23 de agosto, 3.500 y para mediados de octubre, 4.500 misiles balísticos rusos, misiles de crucero y drones habían sido utilizados contra objetivos de diferente grado de valor. Desde el 10 de octubre, un golpe ha seguido al otro. Fuentes ucranianas hablan de que más del 40 por ciento de la infraestructura crítica ya ha sido afectada y las imágenes satelitales muestran una Ucrania cada vez más oscura. En esta etapa aparecieron en escena los drones iraníes Shahed-136.
Luego, en todo el frente desde Luhansk hasta Zaporizhia, se desarrolló en una guerra estática, de desgaste y trincheras. La iniciativa, habiéndose agotado el empuje de la modesta contraofensiva ucraniana en Kreminna había vuelto firmemente a manos del ejército ruso.
El 20 de mayo, el líder de la compañía militar privada rusa Wagner anunció la captura de la ciudad ucraniana de Bajmut, cuyo suelo fue sacudido por una dura batalla que duró diez meses. La conquista de su centro supuso la culminación de la ofensiva rusa en el Donbass, que ya se desarrollaba desde los primeros meses de este año. Una ofensiva que involucró tres rutas principales: Bakhmut, Adiivka y Vulhedar. De hecho, la maniobra rusa resultó ser controvertida ya que las fuerzas de Moscú sufrieron grandes pérdidas frente a ganancias territoriales estratégicamente insignificantes, la principal de las cuales estuvo representada precisamente por la captura de Bakhmut.
El ejército ruso se adaptó construyendo una poderosa línea defensiva escalonada en profundidad a lo largo de todo el frente, consistente en varias líneas, escalonadas en profundidad, compuestas por campos minados, fosas antitanques, dientes de dragón, alambre de púas, trincheras y búnkeres que albergan equipos de Comando y Control (C2), artillería y equipos con sistemas antitanque ATGM. Estas líneas defensivas cuentan con el apoyo no solo de la artillería, sino también de la aviación rusa, que podría desempeñar un papel fundamental para frenar la contraofensiva ucraniana. Por lo tanto, las fuerzas rusas están realmente mejor preparadas que a fines de 2022, pero siguen igualmente afectadas por problemas decididamente importantes.
Por su parte, Ucrania tendrá que hacer frente a considerables dificultades para llevar a cabo su contraofensiva. El ejército ruso ha capitalizado las derrotas anteriores, poniendo en marcha una poderosa estructura defensiva y, por lo tanto, las fuerzas ucranianas ahora tendrán que romper una defensa extremadamente sólida, teniendo que hacer frente, al mismo tiempo, a la potencia de fuego superior de la artillería y la aviación rusas. Una contraofensiva a lo largo de todo el frente parece poco probable, en virtud del enorme esfuerzo que supondría y el alto riesgo de fracaso.
Respecto de la reciente decisión de los socios occidentales de suministrar a Kiev los aviones F-16 , se debe tener en cuenta que éstos tardarán meses en llegar y que algunos otros de los sistemas de armas solicitados por el gobierno ucraniano aún no han sido entregados. Por todo ello, no es de extrañar que las autoridades ucranianas hayan insistido repetidamente en su intención de lanzar la contraofensiva solo cuando crean que tienen todas las capacidades necesarias.

“ENTENDIMIENTO”
Creemos que puede darnos un poco de esperanza es que después de esta ofensiva ucraniana, (que de realizarse) será larga y sangrienta, puede haber un “entendimiento” en ambos lados de que se necesita un descanso. Esto no significa que se firmará un tratado de paz, sino que durante un cierto tiempo las armas se silenciarán o no podrán tronar con la misma intensidad. En esta situación, se podrían iniciar negociaciones internacionales más serias. Es una vaga esperanza que yo también tengo, porque veo que el resto del mundo mira este conflicto de una manera completamente diferente. Esta guerra ha unido a Occidente y dividido al mundo, y hay una presión masiva de muchos otros países que simplemente no pueden aceptar que esto no termine debido a los precios de la energía, los alimentos y otros insumos. Porque esta es una guerra que Ucrania y Rusia no pueden ganar, y no pueden perder. A medida que se acerca la cumbre de la OTAN en Vilnius en julio próximo, crece la presión de los círculos occidentales más beligerantes para que los países aliados proporcionen “garantías de seguridad” concretas a Ucrania.
Para terminar y volviendo al ya citado video de Mearsheimer, el académico dice allí: “Espero que Rusia, que ya ha incorporado cuatro provincias ucranianas más Crimea, podría tomar cuatro provincias más de Ucrania”. (Predijo esto el 24 de febrero de 2022, el día en que comenzó la guerra. Esos ocho oblasts, más Crimea, han sido históricamente tierras rusas habitadas por rusos y durante los últimos treinta años, han votado consistentemente por candidatos prorrusos, mientras que la población de Ucrania Occidental ha optado constantemente por candidatos anti-rusos. Según este autor: “Ucrania eventualmente se convertirá en un estado disfuncional (y pobre).”
Mearsheimer dice que no habrá acuerdo de paz en Ucrania. La guerra es vista por ambos lados como existencial. Ucrania insiste en retomar el territorio que considera parte del país y quiere garantías de seguridad de “Occidente” a las que se opone Rusia. El problema del hipernacionalismo (tildado de fascismo por los rusos) del lado ucraniano también hace imposible la paz. Luego está el problema de que Rusia, después de haber sido engañada con los Acuerdos de Minsk, no tiene fe en ninguna palabra ‘occidental’.

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