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MSIa Informa No. 26 – 07 de julio de 2023
Lea en esta edición:
Desesperación y fragmentación
La Unión Africana en el G-20
Nuevo Pacto Financiero Global: una pieza más en el dominó de las “finanzas verdes”.
BlackRock: la guerra es “buena para los negocios”
EE.UU.: La Corte Suprema dispara al corazón del identitarismo
La infertilidad de un concurso de belleza
Desesperación y fragmentación
La decisión de EUA de enviar municiones de fragmentación (racimo) a Ucrania, hasta en
contra de la voluntad de sus socios de la OTAN, revela la desesperación del gobierno del
presidente, Joe Biden, ante el fracaso general de la guerra en Ucrania. Estas municiones
están prohibidas en más de 100 países debido a los graves riesgos para la población civil;
daños que perduran después del final de los conflictos en los que se emplean, en muchos
casos, los percances se extienden por décadas.
La justificación detrás de tal decisión fue explicada en un comunicado de prensa por el
subsecretario de Defensa para Asuntos Políticos, Colin Kahn, quien disparó esta perla:
“Estoy tan preocupado por las circunstancias humanitarias como cualquiera, pero lo peor
para los civiles en Ucrania es que Rusia gane la guerra. Y, por lo tanto, es importante que
no lo hagan”.
Es decir, una victoria rusa es peor que las muertes de civiles por bombas, aun después del
final de la guerra.
Pero al mismo tiempo, los desacuerdos dentro de la propia OTAN sobre el tema denotan un
riesgo de fragmentación de la coalición “rusofobica”, sobre todo porque algunos de los
miembros clave de la Alianza están lidiando con su propia cuota de problemas.
La Unión Africana en el G-20

Mario Lettieri y Paolo Raimondi, desde Roma
El primer ministro indio, Narendra Modi, tomó la iniciativa de invitar a la Unión Africana (UA)
a ingresar al G-20. Lo hizo entrando en contacto con todos los gobiernos de los países
miembros al respecto, aprovechando que India ocupa la presidencia rotativa del grupo. Por
cierto, la próxima cumbre del G-20 tendrá lugar el 9 de septiembre en Nueva Delhi. Así,
India se posiciona en su papel de líder de los países en desarrollo y del llamado Sur Global
y, también, da un paso al frente en sus aspiraciones de ser miembro permanente del
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Este es un movimiento de gran importancia, con respecto al multilateralismo progresivo y
necesario de la política global, hacia un cambio continuo del eje político del Norte hacia el
Sur del mundo y hacia el cambio de las instituciones de Bretton Woods. Por otro lado, si es
verdad que África es el continente del futuro, es inconcebible dejarla al margen,
alimentando el vetusto enfoque colonialista.
Hace varios años, los gobiernos africanos y la Unión Africana (UA), el agrupamiento panafricano de 55 Estados, han venido trabajando en este sentido. En febrero de 2023, la
cumbre de la UA solicitó su ingreso al G-20. La propuesta fue presentada por Macky Sall,
presidente de Senegal y, después también de la UA. La cumbre reafirmó “la necesidad de
una África más involucrada en los procesos de toma de decisiones” en asuntos de
gobernanza global. Una necesidad legítima, oportuna y real.
Trece miembros han firmado la disposición de dar la bienvenida al ingreso de la UA al G-20:
Estados Unidos, China, Rusia, India, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Brasil, África
del Sur, Indonesia, Japón y la Unión Europea. Los desconfiados y hostiles serían los siete
restantes: Australia, Canadá, Argentina, México, Corea del Sur, Arabia Saudita y Turquía.
Como se ve, la Unión Europea (UE) ya se incluye entre los miembros, luego entonces, la
UE no sería una excepción.
El ingreso de la UA volvería al G-20 más representativo, y, por ende, más influyente. Hoy,
el grupo representa 65% de la población mundial, con África llegaría a representar al 80%
del planeta. Ya responde por el 85% el Producto Interno Bruto (PIB) global y 75% de todo el
comercio mundial.
Durante una gira en África el pasado mes de febrero, Janet Yellen, secretaria del Tesoro de

los EUA, observó también que las comunidades africanas están “desproporcionadamente
vulnerables a los efectos de los desafíos globales. Cualquier solución responsable requiere
lideratos y voces africanas”. Igualmente, se conoce que la adhesión de la UA al G-20 estuvo
en la agenda del reciente encuentro de Modi con el presidente Joe Biden. En la cumbre
EUA-África, en diciembre pasado, el presidente estadounidense se había manifestado
favorable al asunto.
Los beneficios para África son claros. El G-20 está profundamente involucrado en la
formulación de alternativas para los desafíos globales: crecimiento económico, cambio
climático, transición energética, desarrollo sustentable, peso de la deuda, empoderamiento
de las mujeres y economía digital. África tendría bastante que decir en todas estas
deliberaciones.
Los críticos de la admisión de la UA afirman que reduciría la eficacia del G-20. Sin embargo,
si fuera considerada la lista de los actuales miembros, incluso el argumento sobre posibles
peticiones semejantes de otros continentes sería poco pertinente. Por otro lado, hoy, el
único miembro africano es África del Sur. La comparación con Europa es un desvarío: con
menos de la mitad de la población africana tiene seis miembros. Alemania, Francia, Italia,
Gran Bretaña, Rusia y la UE.
Muchos, no solamente los escépticos, desconocen el potencial económico africano, su
riqueza mineral, expansión demográfica, integración económica mediante el Área de Libre
Comercio Continental Africana (AfCFTA) y su creciente influencia en los asuntos mundiales.
La UA
es ahora la novena mayor economía, pero a mediados del siglo representará 25% de la
población mundial y, con su alta tasa de fertilidad, podría abastecer cerca de la mitad de la
fuerza laboral del planeta.
Especialistas indios consideran apropiado que África sea incluida en el G-20 durante la
presidencia de su país. Y, en respuesta a los fieles hacia la marca G-20, ellos argumentan
que el nombre puede permanecer sin cambios. Ya existe un gran precedente: con 134
países en desarrollo como miembros, el G-77, organización intergubernamental de
Naciones Unidas para el desarme y un nuevo orden económico internacional, no cambió de
nombre. La Unión Europea, si hablase a una voz, podría desde luego hacer la diferencia a

favor de la adhesión de la UA al G-20. Esperamos su acontecimiento en breve y en el
interés general.
Nuevo Pacto Financiero Global: una pieza más en el
dominó de las “finanzas verdes”.
La Cumbre por un Nuevo Pacto Financiero Global, realizada en París el pasado 22-23 de
junio, no salió del script esperado, es decir, una pieza más en el gran juego de la
financierización de la agenda ambiental y climática mundial. Lo que no admira, ya que fue
una iniciativa del presidente francés Emmanuel Macron, uno de los jefes de Estado más
comprometidos en el esfuerzo de generalizar una “fijación de precios” de las emisiones de
carbono de las actividades humanas, acusadas de ser las responsables por el fenómeno
natural conocido como cambios climáticos.
En la cumbre que reunió 40 jefes de Estado, entre ellos el presidente brasileño Luiz Inacio
Lula da Silva, se escucharon las trilladas promesas de buenas intenciones, alarma y
urgencia, pero la esencia del evento fue la de realimentar la agenda de las “finanzas
verdes”.
Para reforzar el mensaje, un puñado de los participantes, firmó un desplegado divulgado en
todo el mundo por el Project Syndicate/ quien tiene sus patrocinadores a la Open Society
Foundations de George Soros y la Bill & Melinda Gates Foundation), titulado “Una transición
verde que no deje a nadie atrás”. Una breve cita sintetiza la intención general: “(…) Pero
reconocemos que, para lograr nuestros objetivos climáticos y de desarrollo, serán
necesarias nuevas fuentes innovadoras y sustentables de financiamiento, por ejemplo,
recompras de deuda, el compromiso de los sectores que prosperen gracias a la
globalización y mercados más fiables para el intercambio de créditos de emisiones de
carbono y diversidad biológica (Project Syndicate, 20/06/2023”.
Proveniente del sector financiero con experiencia en empresas de la familia Rothschild, a
quien lo tomó como protegido, Macron tiene un buen currículum en el área. En septiembre
de 2018, fue unos de los principales participantes en la Cumbre Un Planeta (One Planet
Summit) en New York, organizada por los gobiernos de Francia Y Alemania, fundaciones
privadas y el mega-fondo de gestión de activos BlackRock.

Junto con el CEO de BlackRock, Larry Fink, Macron anunció la creación del Climate
Finance Partnership (CFP), a partir de una propuesta del World Resources Institute (WRI),
descrita como una “inusitada cooperación entre organizaciones filantrópicas, gobiernos e
inversionistas privados, comprometidos a desarrollar conjuntamente un vehículo de
inversiones para invertir en infraestructura climática (sic) en mercados emergentes. La
asociación buscará hacer inversiones en un conjunto determinado de sectores, incluyendo
energías renovables, eficiencia energética, almacenaje de energía y transporte de bajo
carbono, en tres regiones, Iberoamérica, Asia y África.
Antecedentes de las “finanzas verdes”
La actual etapa de “financierización ambiental” no es novedad. De hecho, el discurso
climático es solamente la culminación de una estrategia que remonta hasta la segunda
mitad de la década de 1980.
En septiembre de 1987, en el Cuarto Congreso Mundial de Áreas Salvajes, realizado en
Denver, EUA, con la asistencia de altos representantes del “Establishment” angloamericano, el calentamiento de la atmósfera por las emisiones de carbono de los
combustibles fósiles fue presentado como el mayor problema de la humanidad, en gran
anticipación al ardid de la “descarbonización” de la actualidad.
Los mentores del evento incluían algunos de los principales articuladores del programa
ambiental/climático convertido en instrumento de intervención política en países en
desarrollo seleccionados. Entre ellos: los multimillonarios Edmund de Rothschild y David
Rockefeller; el secretario del Tesoro de los EUA, James Baker III; el magnate canadiense
Maurice Strong (secretario general de la Conferencia de Estocolmo de 1972 y primer
director general del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente-PNUMA); la exprimera ministra noruega Gro-Harlem Brundtland, entonces coordinadora de la Comisión de
las naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Comisión Brundtland); el
secretario general de la Comisión Brundtland, Jim MacNeil y el ex-director general de la
Agencia de Protección Ambiental de los EUA (EPA), William Ruckelshaus.
Una de las propuestas ventiladas para enfrentar el problema fue la creación de un “banco
de conservación” internacional. En el evento, el World Resources Institute (WRI) fue el
encargado de elaborar un informe con recomendaciones para la imponer una “ética

ambiental global”, en especial a los países en desarrollo. El documento finalizado en 1989
tenía en sus orientaciones principales las siguientes:
1.-El establecimiento de una Institución Ambiental Internacional (International Enviromental
Facility) que “ayudaría a movilizar un sustancial financiamiento adicional, en términos
apropiados, para proyectos de conservación, de agencias bilaterales de desarrollo,
agencias multilaterales de desarrollo y, donde fuera posible, del sector privado. Su función
básica sería identificar, diseñar y financiar proyectos sólidos de conservación en el Tercer
Mundo”.
2.-Establecer un Fondo Ambiental Mundial, administrado por el Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD), el cual sería financiado con las multas a
“contaminadores” y, especialmente, a las actividades productoras de “gases de efecto
estufa”.
3.-Promover varias formas de intercambio de deuda-por-activos, inclusive, por ejemplo,
proporcionar algún alivio de las deudas a los países en desarrollo que prohíban el uso de
áreas de bosques tropicales para la creación de ganado, o la destinación de préstamos
externos para la preservación de áreas selváticas, en lugar de proyectos de desarrollo (Ver,
Lorenzo Carrasco, Silvia Palacios y Geraldo Luis Lino, Mafia Verde. El ambientalismo al
servicio del Gobierno Mundial, Capax Dei, Treceava edición, 2021, capítulo 5).
La propuesta del WRI cobro vida en el Global Enviromental Fund (GEF) en 1991, para
servir de mecanismo financiero para la Convención Cuadro de Naciones Unidas sobre
Cambios Climáticos (UNFCCC), entidad encargada de implementar en el ámbito
internacional las medidas referentes a cuestiones climáticas.
No es coincidencia que, en 2018, el WRI haya tenido un crucial papel en la creación del
Climate Finance Partnership de Emmanuel Macron y de la empresa financiera BlackRock.
BlackRock: la guerra es “buena para los negocios”

No es de diario que se escucha a un servidor de la empresa financiera más poderosa del
mundo hablar abiertamente sobre el modus operandi de sus jefes, especialmente cuando
ellos controlan valores superiores al Producto Interno Bruto (PIB) de casi cualquier nación
del mundo, con excepción de China y EUA.
Pero fue lo que ocurrió con Serge Varlay, funcionario de BlackRock, el mega-fondo de
gestión que maneja activos por la cantidad de 10 billones de dólares, en una entrevista bajo
cubierta por video a una periodista del O’Keefe Media Group.
Extremadamente locuaz, el joven Varlay describió la forma en que el BlackRock es capaz
de “dirigir al mundo”, con discreción. Según dijo, es más fácil para la mega-empresa actuar
“cuando las personas no están pensando en ella”, por eso, ella “no quiere estar en el radar”
(OMG, 20/06/2023).
Combinando un lenguaje soez con la arrogancia típica de empleados que se ufanan de ser
parte de una gran estructura de poder, describió algunos métodos usados por la empresa
para asegurar influencia y posiciones favorables: “Usted puede recoger esa gran jodida
tonelada de dinero y comprar personas, yo trabajo para una compañía llamada
BlackRock…No es quién sea el Presidente, es quien controla la cartera del Presidente.
Usted puede comprar a sus candidatos. Primero hay los senadores, esos compas son
jodidamente baratos. Consiga 10 mil (dólares) y puede comprar un senador. Yo te doy 500
mil ahora. No importa quien gane, ellos están en mi bolsillo”.
En seguida, extendió su frescura hacia la guerra en Ucrania: “Ucrania es buena para los
negocios, usted sabe de esto ¿no? Rusia detona los silos de granos y el precio del trigo se
dispara hacia la cima. La economía ucraniana es el mercado del trigo. El precio del pan
sube, esto es fantástico si usted estuviera en el comercio. La volatilidad crea oportunidades
para las ganancias (…)”
Por la sagacidad de las preguntas que le hacían, Varlay llegó a preguntar a la periodista si
estaba disfrazada, pero continuó tirándose el rollo. Y todavía justificó la sospecha porque
según él, “las personas normales se pudren para esas duras realidades, están más allá de
ellas”.

EE.UU.: La Corte Suprema dispara al corazón del
identitarismo
La Corte Suprema de Estados Unidos comenzó el desmantelamiento de la estructura legal
que favorecía el sistema de admisión escolar empleando criterios raciales. En un
razonamiento muy claro y preciso, el decano de la Corte, Clarence Thomas, que es negro,
declaró que esta política mantendría a los negros “perpetuamente encarcelados en una
casta inferior”.
Citando directamente a su colega Ketanji Brown Jackson, también negro, Thomas declaró
que, “la forma en que ella (las cuotas) ve las cosas, todos estamos inexorablemente
encarcelados en una sociedad fundamentalmente racista en la que el pecado original de la
esclavitud y la sumisión histórica de los estadounidenses negros continúan determinando
nuestras vidas hoy”.
La infertilidad de un concurso de belleza
Aunque, en definitiva, el concurso Miss Universo no representaba, ningun parámetro de
dignidad femenina, en los tempos desbarajustados del utilitarismo identitario el último
sábado, la modelo y actriz transgénero Rikkie Valerie Kolle se convirtió en la primera
ganadora del certamen Miss Holanda, celebrado en la ciudad de Leusden, derrotando a
nueve concursantes, sencillamente mujeres. Kolle no es la primera mujer trans en competir
en el concurso, modalidad que se aceptó en 2012, pero es la primera en ganar una etapa
nacional.
Y nadie debería sorprenderse por una eventual victoria de Kolle u otro competidor similar. El
concurso de belleza femenina Miss Universo fue comprado el año pasado por la empresaria
tailandesa Anne Jakrajutatip, quien también es trans y activista de la causa LGTB y ha
afirmado que tiene la intención de convertirlo en una plataforma inclusiva y transformadora
para la generación venidera.

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