abril 6, 2025

Apocalipsis. Es tan de Dios la Iglesia que ni los cristianos han conseguido destruirla

Apocalipsis. Es tan de Dios la Iglesia que ni los cristianos han conseguido destruirla

‘El Apocalipsis de San Juan’ mantiene a los espectadores sentados en las butacas del cine, durante casi dos horas, sin pestañear.

Simón Delacre, fundador de Caravel-Films es el guionista, director y productor de la película ‘El Apocalipsis de San Juan’

Es tan de Dios la Iglesia que, en sus dos mil años de existencia, los hombres no han logrado destruirla, a pesar de habérselo propuesto muchas veces. No lo han conseguido sus enemigos externos, que lo han intentado a lo largo del tiempo mediante persecuciones sangrientas, desde los emperadores romanos, en los primeros siglos del cristianismo, hasta los tiranos de los siglos de la Edad Contemporánea, por lo que el calendario litúrgico celebra la festividad de tantos hombres y mujeres que, al derramar su sangre en defensa de su fe, han ensanchado la Iglesia, porque -en expresión de Tertuliano (160-220)- “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”.

Y tampoco han conseguido destruirla los enemigos internos de la Iglesia, que camuflados entre la jerarquía eclesiástica han pervertido la doctrina de Jesucristo, desde el arrianismo hasta la peor de todas las herejías como es el modernismo actual, que pretende convertir la Iglesia de Jesucristo en una ONG, sometida a sus ocurrencias humanas. Estos enemigos internos, camuflados entre el humo del infierno que, como dijoSan Pablo VI, ha penetrado en la Iglesia, por muy obispos o cardenales que sean tampoco conseguirán destruirla por más que se empeñen en pervertir la doctrina, vaciar los seminarios y los noviciados de las Órdenes religiosas o cerrar conventos y templos de nuestras parroquias.

Pues bien, todos estos ataques contra la Iglesia y su victoria sobre ellos, constituyen el hilo argumental de la película recién estrenada. El Apocalipsis de San Juan mantiene a los espectadores sentados en las butacas del cine, durante casi dos horas, sin pestañear. Les cuento mi propia experiencia.

El pasado domingo fui a uno de los pocos cines que proyectaban está película en Madrid. Acudí a la sesión de las cinco de la tarde, sin haber sacado las entradas previamente en la página de los multicines porque, por la experiencia de haber ido otras veces a ver películas de este tipo, pensaba que en la sala estaríamos cuatro gatos. Y me llevé la sorpresa de que para la sesión de las cinco ya no había entradas, porque estaba la sala llena. Y en atención a los muchos que estaban en la misma situación habilitaron otra sala a las seis y casi la llenamos, pues solo la fila delantera quedó sin ocupar.

La película se basa en el Apocalipsis de San Juan. El protagonista de la película que hace de San Juan capta la atención de toda la sala desde el principio, cuando pronuncia las primeras palabras del Apocalipsis:“Revelación de Jesucristo que le ha dado Dios para mostrar a sus siervos las cosas que van a suceder pronto”. Y entonces el espectador cae en la cuenta de que él es también protagonista de esa película, porque lo que en ella se describe es su propia historia, en la que le ha tocado vivir.

‘El Apocalipsis de San Juan’ mantiene a los espectadores sentados en las butacas del cine, durante casi dos horas, sin pestañear

Y eso que San Juan dice que va a suceder pronto, la Parusía, la segunda venida de Cristo glorioso a este mundo, como ese pronto se refiere al tiempo de Dios, que no se mide por nuestros relojes, se aparca para contarnos antes lo que ya ha sucedido en los últimos veinte siglos y que estaba profetizado, desde que San Juan escribió este libro entre los años 96 a 98, mientras estuvo desterrado por el emperador Domiciano (51-96) en la isla de Patmos, en la costa occidental del Asia Menor, enfrente de Mileto. Y la comprobación de que lo ya profetizado en el siglo I se ha cumplido hasta el día de hoy, refuerza la confianza de que las profecías reveladas acabarán por cumplirse, cuando Dios quiera, pues no es un puro formalismo de palabras huecas lo que rezamos en el Credo: “Y vendrá de nuevo para juzgar a los vivos y a los muertos, y su reino no tendrá fin”.

Así pues, el argumento central de la película cuenta la Historia de la Iglesia, poniendo en relación dicha historia con las cartas a las siete Iglesias del Apocalipsis: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea, ya que lo que se dice en cada una de esas siete cartas son profecías que se han cumplido en siete etapas diferentes de la vida de la Iglesia.

El arrianismo vuelve a estar de moda: para más información: San Hermenegildo

Sin duda, uno de los momentos más importantes, por su gravedad, es la descripción en la película del período en el que la Iglesia se vio sacudida por el arrianismo. Situación en la que merece la pena que nos detengamos por la importancia que tuvo en la formación de España en el siglo VI y por el parecido que el arrianismo tiene con nuestra situación actual.

Me explico. La tentación de hacer una religión a la carta ha sido una constante a lo largo de la historia. Claro que los ventajistas no son así de directos y, para rechazar la doctrina verdadera y fabricarse otra a su conveniencia, acostumbran a proponer unas teorías, con las que se pueda hacer de mangas capirotes. Si los católicos moderaditos, partidarios de la moral del mal menor, hubieran vivido siglos atrás, se hubieran hecho arrianos; su hipocresía es así de acomodaticia. Porque, al fin y al cabo, sostener que Jesucristo no es Dios, como hacen los arrianos, permite establecer una moral a gusto del consumidor, como acostumbran a hacer los católicos moderaditos de la derecha pagana que, mediante el recurso del mal menor, a la vez que mantienen las leyes abortistas se presentan como defensores de la vida, para secuestrar el voto de los católicos españoles, secuestro en el que tantos se encuentran tan contentos desde hace cincuenta años. Y vayan días y vengan ollas.

Lo que se dice en cada una de esas siete cartas son profecías que se han cumplido en siete etapas diferentes de la vida de la Iglesia

Y ya que estamos en el mes de abril y puesto que la fiesta de San Hermenegildo (564-585) será tapada el próximo domingo por la festividad del domingo de ramos, veamos lo que le pasó al hijo de Leovigildo (568-586). El 13 de abril del año 585 el rey Leovigildo, ordenó al carcelero de su hijo, Hermenegildo, que le cortara la cabeza, por negarse a recibir la comunión de manos de un obispo arriano.

San Hermenegildo en la prisión

San Hermenegildo se niega recibir la comunión de manos de un obispo arriano. San Hermenegildo en prisión, cuadro de Francisco Aznar García (1831-1911). Museo Nacional del Prado.

Grave tenía que ser la situación para que ni el padre ni el hijo se anduvieran con componendas. Sucedía que la mayoría de los hispano-romanos estaban unidos por la religión cristiana, una fe que había sido regada con la sangre de muchos mártires. Y sucedió que los visigodos que llegaron a España eran arrianos, es decir partidarios de una herejía que a punto estuvo de hacer desaparecer a la Iglesia y que está considerada como la segunda peor herejía de todos los tiempos, después del modernismo que despuntó en el pontificado de San Pío X (1903-1914) y se extiende hasta el día de hoy, haciendo tantísimo daño a tantas almas. Sostenían los arrianos que Jesucristo no era Dios, lo que fue condenado en el Concilio de Nicea del año 325, que por cierto este año celebra su 1700 aniversario. Pero la herejía arriana, a pesar de la condena, no desapareció hasta después de unos siglos.  Hermenegildo fue educado como arriano, pero por la influencia y los rezos de su madre, se convirtió. Su padre permaneció arriano. El choque entre cristianos españoles fieles a Nicea y visigodos arrianos esparció por España tanta destrucción y muerte, que desde entonces data el dicho popular de “se armó la de Dios es Cristo”.

Los obispos y los sacerdotes arrianos en tanto que estaban ordenados consagraban, y por lo tanto el obispo que pretendía dar la comunión al hijo del rey visigodo, le iba a dar el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. ¿Porqué no comulgar…? ¡Qué radicalismo!, que diría un católico moderadito, partidario del mal menor…  Pues lo hizo por coherencia, para no recibir la comunión de manos de un hereje. Y por la misma razón por la que los primeros cristianos no echaban un poquitín –¡Ni un poquitín, nada!- de incienso para que se quemara delante de la imagen del emperador. Y porque con la fe no se juega ni se negocia, y porque cuando uno actúa de determinada manera puede dar escándalo, y porque hay que servir a Dios antes que a los hombres, y porque no sirve para nada ganar el mundo si se pierde el alma, y porque si negamos en esta vida a Jesucristo Él nos negará a nosotros la entrada en la vida eterna, y porque es preferible entrar tuertos o mancos en el Cielo que con los dos ojos y los dos brazos en el infierno.

La tentación de hacer una religión a la carta ha sido una constante a lo largo de la historia

Y como el príncipe Hermenegildo no se regía por una moral “malminorista” ni posibilista, no consideró la cantidad de cosas buenas que podía hacer desde el gobierno de España, si seguía manteniendo la cabeza encima de los hombros. Y entre el Cielo y el palacio real, apostó por lo primero, lo que sin duda será calificado por un católico moderadito como una postura radical, intransigente y poco realista. Pero gracias a su actuación clara y sin componendas, al hijo de Leovigildo le veneramos como San Hermenegildo y poco después de su tránsito al Cielo, su hermano Racaredo (586-601) abandonó el arrianismo y la religión católica se convirtió en el año 589 en la única y oficial de España.

Otro de los momentos importantes de la película es el dedicado al modernismo, herejía a la que merece la pena dedicar la atención porque esa mala hierba crece en la actualidad por conventos, parroquias, conferencias episcopales y hasta por la curia vaticana. Yo ya he hablo del modernismo más de una vez, así es que para no repetirme les proporciono el enlace del artículo en el que cuento lo que pasaba entre Don Conegundo y su novia. Porque el pajarito de don Conegundo es un modernista en estado químicamente puro, cuyo comportamiento explica a las claras en qué consiste el modernismo.

Les decía anteriormente que la última etapa Historia de la Iglesia que cuenta la película, la que identifica la carta dirigida a la séptima iglesia, la de Laodicea, corresponde a la Parusía, a la segunda venida de Cristo glorioso. Para entonces ya llevábamos casi dos horas sentados en las butacas, sin pestañear. Y faltaba lo mejor. Pero la cuestión es que no puedo hacer espóiler. Aunque una cosa sí que puede decirles, esos últimos minutos de la cinta son extraordinarios y los últimos fotogramas, además de extraordinarios son entrañablemente sorprendentes, tanto que la sala, al verlos, rompió en un aplauso largo y emocionado.

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.

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