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‘El Apocalipsis de San Juan’ mantiene a los espectadores sentados en las butacas del cine, durante casi dos horas, sin pestañear.
Es tan de Dios la Iglesia que, en sus dos mil años de existencia, los hombres no han logrado destruirla, a pesar de habérselo propuesto muchas veces. No lo han conseguido sus enemigos externos, que lo han intentado a lo largo del tiempo mediante persecuciones sangrientas, desde los emperadores romanos, en los primeros siglos del cristianismo, hasta los tiranos de los siglos de la Edad Contemporánea, por lo que el calendario litúrgico celebra la festividad de tantos hombres y mujeres que, al derramar su sangre en defensa de su fe, han ensanchado la Iglesia, porque -en expresión de Tertuliano (160-220)- “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”.
Y tampoco han conseguido destruirla los enemigos internos de la Iglesia, que camuflados entre la jerarquía eclesiástica han pervertido la doctrina de Jesucristo, desde el arrianismo hasta la peor de todas las herejías como es el modernismo actual, que pretende convertir la Iglesia de Jesucristo en una ONG, sometida a sus ocurrencias humanas. Estos enemigos internos, camuflados entre el humo del infierno que, como dijoSan Pablo VI, ha penetrado en la Iglesia, por muy obispos o cardenales que sean tampoco conseguirán destruirla por más que se empeñen en pervertir la doctrina, vaciar los seminarios y los noviciados de las Órdenes religiosas o cerrar conventos y templos de nuestras parroquias.
Pues bien, todos estos ataques contra la Iglesia y su victoria sobre ellos, constituyen el hilo argumental de la película recién estrenada. El Apocalipsis de San Juan mantiene a los espectadores sentados en las butacas del cine, durante casi dos horas, sin pestañear. Les cuento mi propia experiencia.
El pasado domingo fui a uno de los pocos cines que proyectaban está película en Madrid. Acudí a la sesión de las cinco de la tarde, sin haber sacado las entradas previamente en la página de los multicines porque, por la experiencia de haber ido otras veces a ver películas de este tipo, pensaba que en la sala estaríamos cuatro gatos. Y me llevé la sorpresa de que para la sesión de las cinco ya no había entradas, porque estaba la sala llena. Y en atención a los muchos que estaban en la misma situación habilitaron otra sala a las seis y casi la llenamos, pues solo la fila delantera quedó sin ocupar.
La película se basa en el Apocalipsis de San Juan. El protagonista de la película que hace de San Juan capta la atención de toda la sala desde el principio, cuando pronuncia las primeras palabras del Apocalipsis:“Revelación de Jesucristo que le ha dado Dios para mostrar a sus siervos las cosas que van a suceder pronto”. Y entonces el espectador cae en la cuenta de que él es también protagonista de esa película, porque lo que en ella se describe es su propia historia, en la que le ha tocado vivir.
‘El Apocalipsis de San Juan’ mantiene a los espectadores sentados en las butacas del cine, durante casi dos horas, sin pestañear
Y eso que San Juan dice que va a suceder pronto, la Parusía, la segunda venida de Cristo glorioso a este mundo, como ese pronto se refiere al tiempo de Dios, que no se mide por nuestros relojes, se aparca para contarnos antes lo que ya ha sucedido en los últimos veinte siglos y que estaba profetizado, desde que San Juan escribió este libro entre los años 96 a 98, mientras estuvo desterrado por el emperador Domiciano (51-96) en la isla de Patmos, en la costa occidental del Asia Menor, enfrente de Mileto. Y la comprobación de que lo ya profetizado en el siglo I se ha cumplido hasta el día de hoy, refuerza la confianza de que las profecías reveladas acabarán por cumplirse, cuando Dios quiera, pues no es un puro formalismo de palabras huecas lo que rezamos en el Credo: “Y vendrá de nuevo para juzgar a los vivos y a los muertos, y su reino no tendrá fin”.
Así pues, el argumento central de la película cuenta la Historia de la Iglesia, poniendo en relación dicha historia con las cartas a las siete Iglesias del Apocalipsis: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea, ya que lo que se dice en cada una de esas siete cartas son profecías que se han cumplido en siete etapas diferentes de la vida de la Iglesia.
El arrianismo vuelve a estar de moda: para más información: San Hermenegildo
Sin duda, uno de los momentos más importantes, por su gravedad, es la descripción en la película del período en el que la Iglesia se vio sacudida por el arrianismo. Situación en la que merece la pena que nos detengamos por la importancia que tuvo en la formación de España en el siglo VI y por el parecido que el arrianismo tiene con nuestra situación actual.
Me explico. La tentación de hacer una religión a la carta ha sido una constante a lo largo de la historia. Claro que los ventajistas no son así de directos y, para rechazar la doctrina verdadera y fabricarse otra a su conveniencia, acostumbran a proponer unas teorías, con las que se pueda hacer de mangas capirotes. Si los católicos moderaditos, partidarios de la moral del mal menor, hubieran vivido siglos atrás, se hubieran hecho arrianos; su hipocresía es así de acomodaticia. Porque, al fin y al cabo, sostener que Jesucristo no es Dios, como hacen los arrianos, permite establecer una moral a gusto del consumidor, como acostumbran a hacer los católicos moderaditos de la derecha pagana que, mediante el recurso del mal menor, a la vez que mantienen las leyes abortistas se presentan como defensores de la vida, para secuestrar el voto de los católicos españoles, secuestro en el que tantos se encuentran tan contentos desde hace cincuenta años. Y vayan días y vengan ollas.
Lo que se dice en cada una de esas siete cartas son profecías que se han cumplido en siete etapas diferentes de la vida de la Iglesia
Y ya que estamos en el mes de abril y puesto que la fiesta de San Hermenegildo (564-585) será tapada el próximo domingo por la festividad del domingo de ramos, veamos lo que le pasó al hijo de Leovigildo (568-586). El 13 de abril del año 585 el rey Leovigildo, ordenó al carcelero de su hijo, Hermenegildo, que le cortara la cabeza, por negarse a recibir la comunión de manos de un obispo arriano.
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