La guerra en Ucrania será una fuente de estudio para los historiadores durante las próximas décadas. Incluso hoy, dos años y medio después, estamos empezando a ver investigaciones sobre algunos de los grandes momentos que caracterizaron los primeros días del conflicto, y que arrojan luz sobre la confusa maraña de noticias que surgieron en ese momento. Los analistas militares, por ejemplo, ya han podido reconstruir algunas de las batallas más críticas de los primeros días de la guerra.

Un estudio, publicado la semana pasada por el historiador Serguéi Radchenko y el politólogo Samuel Charap, se centra en las negociaciones de paz poco entendidas, pero trascendentales, que se desarrollaron entre Rusia y Ucrania en la primavera de 2022 para poner fin al conflicto.
Estas negociaciones, celebradas principalmente en Estambul, se han convertido en el foco de atención de los críticos de la guerra en Estados Unidos, que a menudo argumentan que Occidente, y en particular el entonces primer ministro británico, Boris Johnson, sabotearon estas negociaciones e impidieron un cese del fuego exitoso. Vladimir Putin continuaría formulando un argumento similar en su entrevista con Tucker Carlson.

PRESENCIA DE JOHNSON
Boris Johnson, ese personaje que ha visitado recientemente nuestro país, ha intervenido dramáticamente en la guerra de Ucrania. Además de trabar las negociaciones de paz en 2022,en estos días ejerciendo presión sobre Keir Starmer y Joe Biden para que permitan a Kiev utilizar misiles de largo alcance contra Rusia.
En la escalada de tensiones que se avecina, el presidente ruso, Vladimir Putin, ha amenazado a la OTAN con la guerra si permite el uso de armas contra Rusia. El ex primer ministro británico Boris Johnson dijo que las restricciones deberían levantarse “lo más rápido posible” horas después de reunirse con Volodymyr Zelensky en Kiev.
En una aparente burla a otros políticos occidentales, el presidente ucraniano tuiteó que estaba “agradecido” por el apoyo de Johnson y agregó: “Los ucranianos siempre recuerdan a quienes los apoyan”.
El ex asesor principal de Boris Johnson, Dominic Cummings, lanzó hace unos dias un duro ataque contra el apoyo occidental a Ucrania.
En una entrevista con el periódico I, Cummings, quien lideró la campaña británica Vote Leave Brexit y se peleó espectacularmente con Johnson en 2020, declaró que Occidente “nunca debería haberse metido en toda esta estúpida situación” y afirmó que las sanciones contra Rusia han tenido un mayor impacto en la política europea que en Moscú (cuestión que ya mencionamos la semana pasada en La Prensa).
El ex asesor criticó duramente al presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, y lo refirió con la Segunda Guerra Mundial. “Esto no es una repetición de 1940 con Zelensky como el perdedor churchilliano”, dijo.
“Este estado mafioso corrupto ucraniano, básicamente nos ha estafado a todos y todos vamos a terminar jodidos como consecuencia. Nos están jodiendo ahora, ¿no?”.
Argumentó además, que la guerra sólo fortalecería la relación entre Rusia y China, diciendo que las naciones occidentales “empujaron (a Rusia) a una alianza con la mayor potencia manufacturera del mundo”.
Cummings ha criticado durante mucho tiempo el apoyo a Ucrania, una postura que lo pone en marcado desacuerdo con su antiguo jefe Johnson, un partidario declarado de Zelensky y del esfuerzo bélico de Ucrania. Dijo al periódico que Occidente no había enviado al presidente ruso, Vladimir Putin, una señal valiosa que lo disuadiera de invadir otro país.

MODUS OPERANDI
Resulta cada vez más difícil negar que la guerra en Ucrania podría haber terminado apenas unos meses después de la invasión rusa y que los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido trabajaron para evitar que esto sucediera.
En reiteradas ocasiones hemos mencionado como Margaret Thatcher “hundió” el alto al fuego conseguido, a instancias del Presidente peruano Fernando Belaúnde Terry en 1982, ordenando el artero ataque al Crucero General Belgrano (este hecho está debidamente documentado en el libro “Malvinas: Cinco días decisivos” de José García Enciso, José Enrique y Benito Rotolo. Editorial SB).
El análisis de diferentes hechos de la historia demuestra una constante, en el modus operandi de Gran Bretaña, para satisfacer sus intereses a sangre y fuego.
Por ello creemos que el “sabotaje” a los acuerdos de paz en 2022, tienen la mano británica en el medio y los dedos de Boris Johnson.
La última corroboración la ha dado David Arakhamia, el líder parlamentario del partido de Zelensky: “Servidor del Pueblo”, que encabezó la delegación ucraniana en las conversaciones de paz con Moscú. Arakhamia dijo a la periodista Natalia Moseichuk en una reciente entrevista televisada que “el objetivo de Rusia era presionarnos para que asumiéramos la neutralidad”, es decir, que nos comprometiéramos a no unirnos a la OTAN, y que “estaban dispuestos a poner fin a la guerra si aceptábamos la neutralidad”.
Hubo varias razones por las que las negociaciones finalmente fracasaron, dijo, incluida la necesidad de cambiar la constitución ucraniana (que había sido enmendada en febrero de 2019 para consagrar las aspiraciones del país a la OTAN) y el hecho de que Johnson había ido a Kiev para informar a los funcionarios ucranianos que Occidente no firmaría ningún acuerdo con Moscú, y en su lugar instó: “simplemente luchemos”.
Arakhmia también dijo que la falta de confianza de Kiev en que Rusia cumpliría su parte del trato significaba que el acuerdo de paz “sólo podría llevarse a cabo si hubiera garantías de seguridad”, sugiriendo, indirectamente, que las negociaciones podrían haber dado frutos si hubieran recibido el respaldo y la participación de los estados de la OTAN.
La provisión de garantías de seguridad para Ucrania, por parte de los gobiernos occidentales, ha sido durante mucho tiempo parte del debate sobre cómo asegurar la sostenibilidad de un acuerdo de paz de posguerra y, de hecho, el propio Arakhmia reveló en la misma entrevista que “los aliados occidentales nos aconsejaron no aceptar garantías de seguridad efímeras”.
La entrevista corrobora las afirmaciones informadas por primera vez, en mayo de 2022, por el medio de comunicación Ukrainska Pravda, ampliamente alineado con Occidente, que informó que Boris Johnson le dijo al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky que Occidente no apoyaría ningún acuerdo de paz, con independencia de lo que quisiera Ucrania, y que preferían seguir luchando contra el presidente ruso Vladimir Putin, ya que era menos poderoso de lo que habían pensado.

AL BORDE DE LA PAZ
Todo esto da más peso a múltiples relatos que, a lo largo de los últimos 21 meses, han afirmado que Ucrania y Rusia estuvieron al borde de la paz, pero que fueron bloqueados por algunos estados de la OTAN ansiosos de una guerra prolongada que debilitaría a Rusia y, posiblemente, la desestabilizaría.
La ex funcionaria de seguridad nacional estadounidense Fiona Hill informó que las dos partes habían llegado a un acuerdo de paz tentativo el mismo mes de la visita sorpresiva de Johnson a Kiev, mientras que el ex canciller alemán Gerhard Schroeder, el ex primer ministro israelí Naftali Bennett y varios funcionarios turcos, todos ellos involucrados en varios momentos en las conversaciones, han dicho que los funcionarios de la OTAN detuvieron o socavaron las negociaciones.
Para completar la imagen del reciente visitante debemos destacar que, durante su gestión en Downing Street, Johnson insistió – en cada oportunidad que tuvo – en que las Malvinas pertenecen al Reino Unido, al punto de amenazar con enviar al Ejército inglés a las islas.
Recordemos que Johnson ya no cumple funciones públicas; dejó el Parlamento luego de que una comisión investigadora descubriera que, siendo ministro, engañó deliberadamente a los legisladores respecto al llamado “Partygate” e intentó “intimidar y abusar” a los diputados a cargo de la investigación.
Y la Guerra de Ucrania continua acercándonos a los 1.000 días. Después del verano llega el barro. Desde hace días llueve cada vez con más frecuencia en el este de Ucrania y, en los próximos días y semanas, los meteorólogos predicen el inicio de la infame temporada de barro. La guerra larga, irrestricta y de desgaste continua. Y, mientras tanto, Gran Bretaña sigue sin intenciones de reconocer nuestra soberanía en las Islas Malvinas y el Atlántico Sur.
Como argentino me resulta muy difícil no hacer paralelismos y plantear mis dudas y preocupaciones. Quien quiera entender, que entienda…

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