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El autor quedó huérfano y el cura que se convirtió en su tutor había nacido en Cádiz. Al escritor este idioma le daba mucho placer. Pero para sus obras usó como base otras lenguas.
Hoy se cumplen 50 años del fallecimiento de uno de los escritores más importantes de la literatura de ficción: J.R.R. Tolkien. A diferencia de otros autores, Tolkien creó para sus narraciones un mundo entero, al que llamó “Tierra Media”. Podríamos decir que se tomó ese trabajo muy en serio: imaginó minuciosamente cada faceta posible de ese mundo ficticio.
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En sus libros describe la geografía, la flora y la fauna, las mitologías y -sobre todo- los idiomas de los pueblos que lo habitan. También en este último aspecto fue excepcional: para el pueblo más prominente de sus obras, los elfos, no le bastó imaginar un solo idioma. Por el contrario, imaginó un idioma primigenio, y luego derivó de él a sus idiomas descendientes, señalando los cambios que irían ocurriendo a lo largo de miles de años. Para hacer una analogía, es como si en vez de inventar un idioma equivalente al castellano, hubiese inventado una suerte de latín, y luego derivado de él a todos sus descendientes (equivalentes del castellano, el francés, el italiano, etc.)
En otras palabras, Tolkien creó un árbol genealógico entero de idiomas: inventó una lengua “protoélfica”, y luego -basándose en sus conocimientos-, derivó a toda una serie de lenguajes sucesores. Como él mismo afirmaría años más tarde fue una obra “principal y evidentemente lingüística.”
El castellano: un alimento necesario
Hay dos idiomas que fascinaron especialmente a Tolkien que nos tocan de cerca. El primero y más obvio es el castellano.
Recordemos que, pese a sus raíces profundamente inglesas, Tolkien nació (en 1892) en Sudáfrica. Sus padres eran Arthur Tolkien, descendiente de inmigrantes alemanes, y Mabel Suffield, de profundas raíces inglesas y familia protestante. La familia se había trasladado allí por un motivo estrictamente profesional: Arthur había conseguido un puesto en la sucursal del banco en el pueblo de Bloemfontein. Lamentablemente, la aventura no salió bien: Arthur Tolkien se enfermó y murió allí pocos años después de su arribo, en 1896. Su esposa Mabel se encontraba por ese entonces en Inglaterra de visita junto a los hijos de la pareja; ante esta triste noticia, decidió quedarse allí.
Las vicisitudes de la familia continuaron. En el año 1900 Mabel, que provenía de una familia protestante, decidió convertirse al catolicismo. Quien la guió en ese proceso fue el padre Francis Xavier Morgan. El nombre de este sacerdote nombre parece puramente inglés, pero su origen era español. Como indica José Manuel Ferrández Bru en su minuciosa investigación La Conexión Española de J.R.R. Tolkien, el tutor de Tolkien había nacido en El Puerto de Santa María (Cádiz), en 1857; su verdadero nombre era Francisco Javier Morgan y hablaba perfectamente el español. De niño fue enviado a estudiar al Oratorio de Birmingham bajo la dirección de su fundador, el Cardenal John Henry Newman – cuyo nombre lleva el colegio ubicado en la localidad bonaerense de Boulogne, fundado por los Christian Brothers en 1947.
Pero regresemos a Birmingham: el Cardenal Newman pasó sus últimos años en el Oratorio; el tutor de Tolkien trabajó con él y lo acompañó en sus viajes. Aun cuando Francis Xavier tenía allí su residencia fija, cabe señalar que solía volver año por medio a Cádiz a visitar a su familia.
Tras la conversión de Mabel Tolkien, el padre Francis mantuvo con ella un vínculo cercano y amable como tutor espiritual. Pero Mabel murió de una enfermedad que hoy sería perfectamente tratable (diabetes) en 1904, cuando su hijo, J.R.R. Tolkien tenía 12 años de edad.
El padre Francis se convirtió entonces en tutor del futuro escritor y en una figura decisiva para su carrera literaria, ya que no solo se encargó de proveerle casa y sustento, sino también de darle la mejor educación posible. Esto permitió que Tolkien hiciera sus estudios secundarios en el King Edward’s School y que fuese luego admitido a la Universidad de Oxford. También permitió que Tolkien aprendiera nuestro idioma.
A ambos lados del Atlántico
Tolkien se distinguió desde muy joven por su capacidad lingüística. Aprendió por su cuenta inglés antiguo, nórdico antiguo, latín, gótico, esperanto y … español. En sus propias palabras: “mi tutor era en parte español, y yo, a comienzos de mi adolescencia, me llevaba sus libros e intentaba aprender esa lengua, la única lengua romance que me procura el placer particular del que hablo y que va más allá de la mera percepción de la belleza; siento la belleza, por ejemplo, del italiano o, por lo demás, del inglés moderno; se parece más bien al apetito que uno siente por un alimento necesario”
En otra ocasión escribió: “llegué al idioma español por casualidad y me atrajo mucho. Me produjo un gran placer, y sigue haciéndolo, mucho más que otra lengua romance”. Tolkien, de hecho, le pidió a Francis Morgan que le enseñara español. Al parecer esa iniciativa no prosperó, pero Tolkien persistió por su cuenta y si bien nunca llegó a hablar nuestro idioma, sí llegó a ser capaz de leer en castellano con fluidez. Lo curioso del caso es que, aunque evidentemente estuvo expuesto al español de España, también se tomó el trabajo de conocer el castellano que se habla en Latinoamérica. En 1967 recibió una carta de un lector que le proponía traducir su obra al castellano; Tolkien le respondió: “Tengo algún conocimiento del idioma [y sus variantes] a ambos lados del Atlántico”
Una pasión celta
El idioma galés es el idioma celta del país de Gales, donde lo hablan casi 900.000 personas (casi un tercio de la población). Galés (Welsh) es en realidad un exónimo, es decir, el nombre que las tribus germánicas circundantes daban a los galeses: significa “extranjero” o “foráneo”; los galeses llaman a su propio idioma cymraeg, es decir el idioma de los cymri.
Los dos idiomas ficticios que Tolkien desarrolló para sus obras son el “quenya” o alto Élfico y el “sindarin”. El primero, basado en el griego y el finlandés, era el más antiguo, pero para el momento en que transcurre El Señor de los Anillos se había convertido en una lengua litúrgica. El segundo es el Sindarin, que está basado en el galés. Este el idioma que los elfos hablan a lo largo de la narración, y el que figura en las películas. No se trata de una copia – el Sindarin y el galés no son mutuamente inteligibles, pero claramente son muy similares. Entre otros rasgos, el Sindarin tiene la misma fonología morfología y sintaxis. Preserva el sonido “ll” de Llangoyen o Llewellyn, que en Sindarin se escribe con el dígrafo “lh”, como en lhoss, “susurro”. Tiene además exactamente el mismo sistema de mutaciones de consonantes, y la misma manera para formar plurales cambiando la consonante interna. Por ejemplo, así como en galés “oso” se dice arth, y “osos” (en plural) eirth; en sindarin “cuervo” se dice craban y “cuervos” se dice crebain
Una conexión patagónica
Todo esto puede parecer remoto, pero a los argentinos nos toca de cerca. En 1865 arribó a la Argentina un contingente de aproximadamente 150 viajeros galeses que con gran esfuerzo lograron asentarse en nuestras tierras, dando origen a las colonias galesas patagónicas. Hoy la colonia galesa en la Argentina, llamada en galés Y Wladfa es un caso de éxito notable.
De una población total aproximada de 70.000 pobladores, se calcula que unos 10.000 hablan galés. Más allá del número exacto, lo que se puede afirmar con seguridad es que conforman la segunda comunidad de hablantes de galeses del mundo después de Gales.
Esto no implica que en la Patagonia se hable el idioma de los elfos: el sindarin sólo se parezca al galés; solo está inspirado en él. Los respectivos vocabularios son muy diferentes. De todos modos, la influencia es claramente detectable. Ambos idiomas definitivamente “suenan” parecido y visitar las colonias galesas es una excelente manera de acercarse al lenguaje y la tradición que conmovían profundamente a Tolkien.
Una red inesperada
Mucho antes de escribir El Señor de los Anillos, Tolkien pensó en crear una red de leyendas interconectadas. Algunos de los puntos centrales de esta red tan vasta conectan de manera con rasgos y lugares inesperados de la Argentina.
Resulta un tanto curioso que Tolkien conociera tan de cerca nuestro idioma por tener un tutor angloibérico; más asombroso es el hecho de que el idioma ficticio más hablado en su mundo está vinculado con las colonias galesas de la Patagonia.
Como puede apreciarse, la red que Tolkien tejió alcanzó ámbitos, personas y lugares que excedieron con creces su intención inicial. Como Frodo recuerda en El Señor de los Anillos “Es muy peligroso cruzar el umbral de tu puerta. Vas hacia el camino y si no mides tus pasos, nunca sabes hacia donde te llevarán”.
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