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El hombre es a imagen y semejanza divina. En esto consiste su dignidad. Imagen es un concepto ontológico, semejanza es un concepto dinámico, ético. El mandato de Jesucristo “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” es una divina invitación a pasar de la mera imagen a la semejanza divina. Cada hombre es cuerpo y alma, y el Cristiano es cuerpo, alma y gracia divina. Tiene además sus propios talentos puestos por Dios, que debe descubrir, desarrollar, multiplicar. Para eso está la educación. La fuerza que hace posible este tránsito de la semilla del árbol ason las virtudes perfeccionadas por los dones del Espíritu Santo. Todos tenemos un llamado de Dios que denominamos vocación, para oirlo necesitarás la humildad que en la docencia se llama docilidad o aptitud de ser enseñado. El maestro educe la forma según la propia ley del alumno. No impone extrínsecamente la forma. Al destronar a Cristo de la educación ocuparon su lugar las ideologías: evolucionismo, liberalismo, marxismo, conductismo, constructivismo, que consideran al hombre un animal perfeccionado por la naturaleza y por tanto, el alumno es un “cliente” a quien contentar; o un “producto” que manipular; o un “mono” que amestrar, pero no atienden a su divina esencia. Debemos devolver a Cristo a reinar en la Escuela, y educar integralmente al hombre en una triple dimensión: mente que piensa, corazón que siente y mano que actúa. Sin olvidar la gracia que lo lleva a la semejanza divina, en Verdad, Belleza y Bien.
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