La definición católica de Fe es: asentimiento del intelecto a las verdades reveladas.
En esta definición queda claro cómo tanto la inteligencia como la voluntad están involucradas en la fe. Con primacía de la primera sobre la segunda, tanto es así que Santo Tomás afirma que la fe reside sobre todo en la inteligencia, haciéndonos conocer a Dios como Primera Verdad.
Como dice la definición, la voluntad evidentemente también está implicada en la fe, porque, una vez que la inteligencia ha reconocido la verdad, esta verdad debe ser firmemente aceptada.
Hay un tercer elemento que hay que tener en cuenta: la acción de Dios. ¡Tercer elemento no en orden de importancia, al contrario! Si Dios no hubiera decidido revelarse, no podría haber fe, precisamente porque esto implica asentir a lo que Dios revela.
Esta definición católica es diferente de la protestante; donde la fe se configura, en cambio, en un abandono ciego (fe fiduciaria) en el que única y exclusivamente se expresa la voluntad.
Volviendo a la inteligencia, hay que decir que las verdades de fe pueden ser demostrables o sólo creíbles. Por lo tanto, incluso aquellos que no son demostrables deben ser creíbles, en el sentido de que pueden estar más allá de la razón, pero nunca contra la razón. Si existiera una “verdad” irracional, la fe católica no podría asentir… de ahí la falsedad de aquella famosa afirmación “credo quia absurdum”, es decir, “creo porque es absurdo”, ¡expresión totalmente anticatólica!

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