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El cardenal Marc Ouellet, Prefecto del Dicasterio para los Obispos, ha mantenido una entrevista con Alfonso Riobó, el director de Omnes, que será publicada íntegramente en el número de febrero de la revista Omnes.
El Prefecto del Dicasterio para los Obispos, Marc Ouellet ha concedido una entrevista a Omnes. Anticipamos ahora algunas respuestas: las que se refieren a la situación creada por el reciente cruce de cartas entre el Secretario de Estado vaticano Pietro Parolin, con la firma también del propio Ouellet y del cardenal Luis Ladaria, y autorizada en forma específica por el Papa Francisco, por un lado, y el obispo Georg Bätzing, obispo de Limburg y presidente de la Conferencia Episcopal alemana, por otro.
El cruce de cartas se origina en la consulta dirigida a la Santa Sede por cinco obispos alemanes acerca de si es posible para ellos, o incluso obligatorio, participar en la Comisión que, según la voluntad del llamado Camino Sinodal, habría de constituir un “Consejo sinodal” para el gobierno de la Iglesia, el cual podría sustituir o condicionar la autoridad de los obispos.
La consulta a la Santa Sede se realizó el 21 de diciembre; ella ha respondido con carta fechada el 16 de enero y recibida por Bätzing el 20 de enero, y este último ha publicado su reacción el 23 de enero.
Al día siguiente tiene lugar en Roma la entrevista de Omnes con el cardenal Marc Ouellet, Prefecto del Dicasterio para los Obispos. La conversación completa se refiere a los diversos aspectos del Camino Sinodal alemán, y podrá leerse en la revista Omnes el 1 de febrero.
El papel de los obispos
La posición de Ouellet sobre el Consejo sinodal planteado es que: “Si la estructura del Consejo sinodal llevará al establecimiento de un funcionamiento del Consejo sinodal como lo que hemos visto, y si eso ha de ser en el futuro el modo de gobierno de la Iglesia en Alemania, yo ya dije a los obispos con toda claridad [en la visita ad limina de noviembre]: eso no es católico. Puede la praxis de otras Iglesias pero no es la nuestra. No lo es, porque no se conforma con la eclesiología católica y con el papel singular de los obispos, derivado del carisma de la ordenación, que supone que han de tener su libertad para enseñar y decidir.
Hay ahí una fórmula sutil, por la que podrían decidir voluntariamente renunciar y aceptar de antemano el voto mayoritario de ese eventual Consejo. Lo cierto es que eso no se puede hacer; sería renunciar al oficio episcopal.
La respuesta, en cierto modo, dice que van a respetar todo el ordenamiento canónico. Eso está bien. Eso quiere decir que el diálogo debe continuar. Esperamos a que nos planteen más concretamente qué quieren hacer, y de qué naturaleza será esa renuncia. Sobre esto tenemos objeciones bastante serias”.
Es evidente que hay que continuar el diálogo
El tono dialogante y fraterno de la carta del Secretario de Estado no impide un tenor claro y terminante, en cuanto a la posibilidad de un Consejo sinodal como el pretendido hasta el momento.
Dice Ouellet a Omnes: “No tienen competencia para hacer esto”. Y se muestra prudente en cuanto a la voluntad manifestada por Bätzing de seguir adelante, pero garantizando el respeto a la normativa canónica: “Si quieren hacerlo así, lo deben mostrar. ¿De qué forma será? A partir de la experiencia no lo vemos así; al contrario, la experiencia nos dice que esto es peligroso”.
Omnes le pregunta sobre las sucesivas etapas en ese camino de diálogo, que ambas partes quieren mantener abierto, y responde: “Veremos en qué modo va a seguir el diálogo. Ahora tiene que responder al Secretario de Estado. Luego, vamos a ver cómo continuamos el diálogo, porque es evidente tenemos que continuarlo, también para ayudarles a permanecer en el cauce católico”.
Los cinco obispos que plantearon la cuestión inicial (los de Colonia, Eichstätt, Augsburgo, Passau y Ratisbona) podría incluso decidir no participar en la Comisión que constituiría el discutido “Consejo Sinodal”.
Preguntamos al cardenal Ouellet si eso significaría el final del propio Camino Sinodal, a lo que responde: “Este Camino causa división, y es una de las cosas que les dije: división no solamente en la Iglesia, sino también en el colegio episcopal mundial, como se vio con los obispos que intervinieron para expresar sus preocupaciones a partir de lo que oyen. La unidad del episcopado mundial es absolutamente fundamental para la Iglesia, sobre todo en un mundo que camina hacia una ‘tercera guerra mundial’ que ya está en acto. El episcopado mundial es una fuerza de paz extraordinaria, que necesitamos proteger y mantener. El hecho de que todas estas propuestas pudieran sembrar confusión en el pueblo de Dios tampoco ayuda a la paz mundial, ni a la paz en la Iglesia”.
El presidente de la Conferencia Episcopal alemana, Mons. Bätzing, y también los demás dirigentes del Camino Sinodal, parecen decididos a seguir adelante con su proyecto, que -aseguran- respetará las normas vigentes.
El cardenal Ouellet se muestra confiado: “Yo confío en la gracia de Dios y en el episcopado, que van a integrar poco a poco también nuestras respuestas, y se van a ajustar, van a buscar la forma para que sea aceptable una participación de los laicos y se los escuche. Eso lo deseaba el Concilio Vaticano II, que estableció que debía haber un consejo presbiteral, un consejo pastoral, etc., a nivel parroquial, diocesano, universal… Sin embargo, todavía no se aplican estas cosas en muchas diócesis del mundo, que no viven esta sinodalidad de base. Ahora bien, entre decir que estas estructuras de escucha deben funcionar, y decir que de ahora en adelante se decidirá democráticamente, y los obispos aceptan de antemano el resultado del voto… hay un margen enorme, ¡enorme! La Iglesia es jerárquica, no es democrática”.
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