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El día 1 de Mayo del año 1955, el Papa Pío XII, instituyó la fiesta de San José Obrero. Una fiesta que ha de celebrarse desde el punto de partida del amor a Dios y de ahí pasar a la vigilancia por la responsabilidad de todos y de cada uno al amplísimo y complejo mundo de la relación con el prójimo basada en la Caridad cristiana: desde el trabajador al empresario y del trabajo al capital, pasando por poner de relieve y bien manifiesta la dignidad del trabajo -don de Dios- y del trabajador -imagen de Dios- y sus derechos y deberes; además, se recuerda la responsabilidad de los sindicatos para el logro de mejoras sociales de los distintos grupos, habida cuenta de las exigencias del bien común y se aviva también la responsabilidad política del gobernante. Todo esto en consonancia con la doctrina social de la Iglesia porque se toca al hombre al que Ella debe anunciar el Evangelio y llevarle la Salvación.
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