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POR MARIO CAPONNETTO Y MIGUEL DE LORENZO
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!”
(San Mateo, XXIII, 27)
Ha trascendido la visita de un grupo de diputados oficialistas a militares presos en la cárcel de Ezeiza por los llamados “delitos de lesa humanidad”. El episodio ha sido motivo de las más furibundas protestas de varios legisladores, de los corifeos de los organismos “defensores de los derechos humanos” y de la entera cohorte de rasgadores seriales de vestiduras que pululan en todos los entresijos de la vida nacional.
Nada de esto nos asombra pues estamos acostumbrados a la vocinglería de las izquierdas y de sus aliados cada vez que sale a la palestra tan espinoso tema. Sin embargo, esta vez las cosas han sido distintas ya que se ha añadido un ingrediente “eclesial” habida cuenta de la participación de un sacerdote católico en la gestión de la visita al Penal de Ezeiza. Nos referimos al Padre Javier Olivera Ravasi, un sacerdote muy presente y activo en las redes sociales en las que viene desarrollando una intensa tarea desde hace varios años.
Apenas difundidas la noticia y la foto de la cuestionada visita, la Conferencia Episcopal Argentina salió rápidamente a contestar lo que nadie había preguntado y a dar explicaciones que nadie había pedido. Efectivamente, su vocero, el Padre Jurcinovic, en un comunicado publicado en la cuenta X (ex twitter) afirmó que “Lo expresado y actuado por el sacerdote Javier Olivera Ravasi en relación a la visita de un grupo de Diputados a la Cárcel de Ezeiza no corresponde ni al pensamiento ni a la actitud de la Conferencia Episcopal Argentina”; y añadió enseguida: “La mirada de la Iglesia Argentina sobre este tema se encuentra presente en la publicación realizada el año pasado en los 3 tomos de la edición La verdad los hará libres”.
Esta inopinada intervención de la CEA es la que nos mueve a redactar estas líneas. De otra manera, el episodio carecería de toda relevancia especial y se perdería en la multitud de hechos lamentables que, a diario, enrarecen la vida argentina.
TEOLOGIA DE LA LIBERACION
Detengámonos brevemente en el comunicado de Jurcinovic: la visita a los presos, sostiene, no corresponde al pensamiento ni a la actitud de la CEA. Está muy claro: visitar los presos, un mandato evangélico, no condice ni con el pensamiento ni con la actitud de la CEA. Pero la cuestión no se detiene aquí pues a renglón seguido remite a una obra en tres tomos publicada por encargo de la Conferencia Episcopal: La verdad los hará libres. Y aquí se le ve la pata a la sota. La obra aludida es un relato histórico fuertemente sesgado, lleno de omisiones nada veniales, de groseras tergiversaciones, francamente ideologizado y subsidiario del terrorismo setentista.
Recordamos que el periodista Jorge Martínez dedicó un excelente comentario del primer tomo, publicado en este mismo diario en su edición del 23 de marzo de 2023. Conviene recordar algunos de los pasajes más salientes de este objetivo y ponderado análisis: “Es muy perceptible la intención de relativizar el desempeño de hombres y mujeres de la línea progresista de la Iglesia en la gestación de lo que llama ‘procesos de violencia’, en tanto se cargan las tintas, a veces de manera desproporcionada, en la función que le cupo al denominado ‘integrismo’ o ‘nacional-catolicismo’ en esos mismos procesos, especialmente a partir de 1976”.
Más adelante, refiriéndose a los sectores eclesiales que abrazaron la lucha armada en nombre de supuestos postulados renovadores a partir del Concilio Vaticano II, continúa Martínez: “El vínculo directo entre esos postulados renovadores y la aceptación, incitación o fomento de la lucha armada como método para lograr las ‘transformaciones’ que se juzgaban necesarias, no se analiza con la claridad, contundencia o valentía que requeriría ese aspecto tan doloroso en la vida de la Iglesia. A veces los autores llegan más lejos y rondan la justificación. Un ejemplo se ve en estas líneas del capítulo 10 que se refieren a los cristianos que abrazaron el ‘compromiso revolucionario’: «En algunos casos, jóvenes cristianos con inquietudes hacia la vida religiosa, hicieron un proceso personal en el que sintieron que la radicalidad del Evangelio les pedía la opción por la lucha armada, en pro de la ‘liberación de los pobres’».
Es evidente que a aquellos “abnegados” cristianos no les inquietaba en nada la trascendencia, la vida eterna. Nada nuevo; el viejo Aristóteles enseñaba: es desconocer al hombre, el no proponerle otra cosa que lo humano.
Es imposible negar que se trataba por aquel entonces de una adhesión más que explícita a la Teología de la Liberación. Ideología – o herejía según Benedicto XVI- que nace del confuso entrevero entre marxismo y cristianismo y que, según vemos, continúa cada día más vigente en el pensamiento de no pocos obispos de Argentina. La consecuencia es inevitable: la justificación de la guerra revolucionaria ubica necesariamente en uno de los lados de la guerra en la que hay amigos y enemigos; y en cuanto al enemigo ya lo oímos de boca del otro implicado en el desarrollo de la tragedia setentista, Juan Perón: “al enemigo ni justicia”.
Al P. Javier Olivera Ravasi se lo conoce en toda Hispanoamérica por su “apologética contrarrevolucionaria”.
OPCION POR LOS POBRES
Desde hace años, opera en el país un grupo de sacerdotes llamados “Curas en Opción Preferencial por los Pobres” (CPP). Es público y notorio a través de las redes sociales el estrecho vínculo de estos curas no solo con el kirchnerismo sino también con las Madres de Plaza de Mayo, y sobre todo con la hoy llamada “Teología del Pueblo”, indisimulado sucedáneo de la marxista Teología de la Liberación.
En más de una ocasión han circulado videos de “misas” celebradas por estos curas con la presencia activa de notorios personajes ligados al terrorismo subversivo de la trágica década de los años ’70, entre ellos la tristemente célebre Hebe de Bonafini. Entre las numerosas “perlas” que podemos hallar respecto de ese vínculo, está la declaración de CPP, del 22 de noviembre de 2022, en ocasión de su muerte. Bajo el título “Una madre y un pueblo se siguen abrazando”, expresaba aquella declaración entre otras cosas: “Hoy, una madre, cambió de casa. Una madre engendrada por sus hijos, fue al encuentro de ellos después de haber dejado huella. Una madre gestada por el odio de unos pocos, eternos y permanentes odiadores, mostró con su carácter indomable que la venganza, la muerte y los modelos económicos gestados desde la indiferencia y el rechazo de los pobres y las víctimas pueden ser denunciados con nombres y apellidos. Mal que les pese”.
Pues bien, ¿qué dijo la Conferencia Episcopal Argentina frente a este expreso y desembozado compromiso con los responsables directos del baño de sangre que provocaron las organizaciones terroristas de los años ominosos de la guerra revolucionaria? ¿Qué dijo ante este desmesurado elogio de esta “madre engendrada por sus hijos” acusada de graves delitos económicos en la causa de los “sueños compartidos” de la que ya nadie se acuerda? Pues hasta donde sabemos, la CEA no dijo absolutamente nada. Nos cuesta decir lo que pensamos de estos curas y obispos empecinados en su ignorancia destructora de siglos de cristianismo, en pos de la novedad del marxismo y de sus cien millones de muertos.
Pero hay más, el obispo de Zárate Campana, como si esto no fuese suficiente, expulsó de su diócesis al cura Olivera Ravasi por las mismas razones, visitar militares viejos, enfermos y presos desde hace décadas. El obispo de Zárate empuño el odio y arrojó la primera piedra. Acaso menos por estar libre de pecado que por tener el alma de piedra. Claro que lo de este monseñor es intolerable; pero más imperdonable, insistimos, es que la CEA desconozca o parcialice el evangelio del perdón.
Resumiendo: si un sacerdote, en este caso Olivera Ravassi, promueve una visita a militares presos, los obispos salen rápidamente a “despegarse”. Pero si un grupo de curas izquierdistas reivindica fervorosamente los crímenes del terrorismo, no hay tal “despegue”, no hay motivo para despegarse. Por el contrario, la respuesta es un silencio estruendoso que huele a evidente apoyo y complicidad.
Doble vara, sin duda. Hipocresía. Fariseísmo. He aquí la “Iglesia de la Propaganda”, como la llamó el Padre Meinvielle, en oposición a la Iglesia de la Promesa, la Iglesia de Cristo, la Una, Santa, Católica y Apostólica, esa que por gracia de Dios confesamos obstinadamente en el Credo.
PS. Redactas estas líneas, hemos sabido que la CEA salió a aclarar que visitar presos es un mandato evangélico, pero que en este caso no habría existido una intención pastoral sino política. A nadie toca juzgar las intenciones, solo a Dios. Aunque, de todos modos, una intención política no se opone necesariamente a una obra de misericordia.
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