La cartera que preside Carla Vizotti lanzó una campaña para propagandizar métodos que vuelven estéril a la persona y que son casi imposibles de revertir. Argumentan que desde esa edad los chicos pueden decidir sobre el “cuidado” de su cuerpo

La campaña del Ministerio de Salud que promueve la esterillización desde los 16 años

Una siniestra campaña es la que el Ministerio de Salud de la Nación ha lanzado a través de las redes. “A partir de los 16 años se puede acceder gratis a métodos anticonceptivos permanentes: ligadura y vasectomía”, dice uno de los flyers de la propaganda vía Twitter.

En la página del Ministerio, amplían estas buenas noticias. Por ejemplo, se lee: “El Código Civil reconoce que desde los 16 años podés tomar de manera autónoma todas las decisiones sobre el cuidado de tu cuerpo”.

Cuesta entender qué relación hay entre el cuidado del cuerpo e intervenciones quirúrgicas como la vasectomía y la ligadura de trompas, que cancelan la función reproductiva del ser humano. Que además sea el Ministerio de Salud el que lo promueve es algo que dice mucho del furor antinatalista que inspira a las autoridades. ¿Cuál es el “bienestar general”, cuáles los “beneficios de la libertad” que se quiere asegurar de esta manera para “nuestra posteridad”? Es algo que deberían responder legisladores y funcionarios que se supone juran por la Constitución.

Están propagandizando activamente que los jóvenes se esterilicen de modo definitivo a partir de los 16 años. ¿Cómo se pretende que un adolescente tome decisiones así de drásticas e irreversibles en una etapa de la vida que se caracteriza por la duda existencial, los temores, las inseguridades, pero también por la audacia y la inconsciencia?

El flyer además incita a los chicos desde los 13 años a ir a informarse “sin compañía de personas adultas” -así, subrayado- sobre los métodos anticonceptivos.

El Ministerio no sólo se lleva puesta la esencia humana al banalizar la capacidad de dar vida; también ataca a la familia al desconocer explícitamente la autoridad parental en temas tan trascendentes.

“La Ley 26.130 [N. de la R. “Régimen para las intervenciones de contracepción quirúrgica”, del año 2006] establece que a partir de la mayoría de edad podés acceder gratis y de manera autónoma a la anticoncepción quirúrgica (ligadura tubaria y vasectomía)”, anuncia el Ministerio de Carla Vizotti.

El Código Civil, sancionado en 2014, recogió el interés electoral del kirchnerismo de autorizar el voto a partir de los 16, y extendió esa mayoría de edad a otros planos, contrariando la realidad sociocultural presente, que extiende la minoría casi hasta los 30 años, como bien lo saben los padres de hoy.

En consonancia con ese espíritu, en su sección 2a, art. 26, el Código dice que “a partir de los dieciséis años el adolescente es considerado como un adulto para las decisiones atinentes al cuidado de su propio cuerpo”. De todos modos, del “cuidado de su propio cuerpo”, a la amputación de una de sus funciones hay un largo trecho.

De nuevo, cuesta entender cómo métodos quirúrgicos de esterilización, difícilmente reversibles, por lo tanto destinados a personas que ya tienen hijos y están muy seguras de no querer tener más o a quienes tenerlos comprometería gravemente su salud, son promocionados por el Ministerio del área y para colmo como mensaje destinado a adolescentes… Ligadura de trompas para las niñas y vasectomía para los varones. Difícil imaginar algo más irresponsable y perverso.

Para los jóvenes argentinos sin horizonte, cuyo destino es la emigración o la pobreza, la única propuesta de estos incapaces es sugerirles que se automutilen para no engendrar, para no dar vida.

Me pregunto si algún diputado, o diputada, va a honrar su condición de representante del pueblo y va a convocar a la señora Vizzotti para que explique por qué promueve la esterilización de los adolescentes argentinos.

Para ese Ministerio del Mal, el embarazo es una enfermedad, y la vida, una epidemia a combatir.

En la Argentina, la natalidad cayó al nivel más bajo de la historia en 2020, último año con cifras oficiales; las políticas antinatalistas -que son política de Estado porque en esto no hay grieta- están logrando su propósito: nacen cada vez menos argentinos. El antinatalismo es el único consenso al que han llegado nuestros políticos.

La tasa global de fecundidad (el número de hijos por mujer) se ubicó en el año 2020 en 1,54, el valor más bajo de la historia, y muy lejos de la tasa de reemplazo que es de 2,1 -la que mantiene estable el número de habitantes de un país-.

La excusa de la pobreza, esgrimida para promover el control de la natalidad, no se sostiene considerando que la pobreza no hace más que subir desde 2014, a la vez que la fecundidad baja. Sin embargo, se sigue promoviendo abiertamente la eugenesia social.

Curiosamente la izquierda, y el progresismo en general, que en los 70 denunciaba como imperialista el control de natalidad -y con razón, ya que fue Robert McNamara desde el Banco Mundial el que la enunció por primera vez- hoy se pliega a la idea de que la respuesta a la pobreza es que los pobres no tengan hijos.

En la tierra del “gobernar es poblar”, ningún dirigente parece preocupado por este fenómeno, a pesar de que, simultáneamente, en el sur del país, grupos de provocadores desafían la soberanía territorial de nuestro Estado.

La única política poblacional que tiene hoy la Argentina es que no nazcan argentinos. Difícil concebir mayor derrota metafísica, mayor desesperanza.

Reducir la población en un país de 2.780.400 kilómetros cuadrados y 47 millones de habitantes sólo favorece las ambiciones de otras potencias que ya han agotado sus recursos naturales y aspiran a explotar los de otras áreas en su beneficio.

Eso explica los desvelos de ciertos dirigentes extranjeros por el Amazonas, del que se apropian virtualmente al llamarlo “pulmón del mundo”, o por la Patagonia -a la que siempre nombran como una región autónoma-, o por la Antártida de la que los separan miles y miles de kilómetros.

Pero todo eso son detalles sin importancia para la política de cabotaje que hunde al país en la intrascendencia y les ofrece a nuestros jóvenes un lúgubre porvenir.

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