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Este domingo 20 de octubre de 2024, en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco presidió una solemne misa donde canonizó a los beatos Manuel Ruiz López y sus siete compañeros mártires, Francisco, Mooti y Rafael Massabki, Giuseppe Allamano, Marie-Léonie Paradis y Elena Guerra.
Durante la homilía, Francisco reflexionó sobre las preguntas que Jesús hizo a sus discípulos Santiago y Juan en el Evangelio de San Marcos: «¿Qué quieren que haga por ustedes?» y «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?» (Mc 10,36-38). Según el Papa, estas preguntas revelan las expectativas y deseos que los discípulos tenían hacia Jesús, proyectando una imagen de un Mesías poderoso y victorioso. «Jesús no se detiene en las palabras de los discípulos, sino que profundiza, escucha y lee el corazón de cada uno de ellos,» explicó el Pontífice, enfatizando que Cristo, al hacer estas preguntas, desenmascara la verdadera naturaleza de sus peticiones y los invita a cambiar su forma de pensar.
Francisco subrayó que Jesús no es el Mesías de poder que sus seguidores esperaban, sino el Dios del amor que «se abaja para alcanzar a los humildes, que se hace débil para levantar a los débiles, que trabaja por la paz y no por la guerra». La imagen de Cristo no es la de un rey en un trono, sino la de un crucificado que «se hace esclavo de todos». El Papa destacó que el verdadero vencedor no es quien domina, sino «el que sirve por amor», y esta es la gran lección que Jesús ofrece a sus discípulos.
En su discurso, Francisco recordó a los santos recién canonizados, calificándolos como «siervos fieles» que dedicaron su vida a Dios, tanto en el martirio como en la misión. Destacó la figura de Manuel Ruiz López y sus compañeros mártires, quienes dieron su vida por su fe, así como a los misioneros José Allamano, sor María Leonia Paradis y sor Elena Guerra, quienes fueron «fervientes en su pasión misionera». Todos ellos, según el Papa, vivieron de acuerdo con el estilo de Jesús, dedicándose al servicio desinteresado de sus hermanos.
Al finalizar la homilía, el Papa pidió la intercesión de los nuevos santos para que «también nosotros podamos seguir a Cristo, imitarlo en el servicio y convertirnos en testigos de esperanza para el mundo».
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