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Reproducimos por su interés un artículo que nos llega de Argentina, concretamente del Centro de Estudios Universitarios P. Leonardo Castellani. Está en juego el carácter laico del Estado, hecho que ni la propia Iglesia defiende en Santa Fe.
«Porque cuanto mayor es el indigno silencio con que se calla el dulce nombre de nuestro Redentor en las conferencias internacionales y en los Parlamentos, tanto más alta debe ser la proclamación de ese nombre por los fieles y la energía en la afirmación y defensa de los derechos de su real dignidad y poder»
Pío XI, Quas Primas
Con la próxima reforma de la constitución de la provincia de Santa Fe puede decirse que la democracia liberal partidocrática alcanzará su mayoría de edad. Logrará su más elaborada conclusión: “la laicidad del Estado”. Una conclusión que se celebra como un triunfo de la humanidad que, desde la revolución francesa hasta hoy, rompió los lazos con la Verdad.
Es el resultado de un proceso que lleva largos años de infiltración ideológica llamada modernismo – progresismo. Un compendio de errores incubado con el más rígido hermetismo –propio de las logias masónicas– con el que bombardearon los cimientos de occidente desde las Universidades, los Seminarios, las Escuelas y todas las demás instituciones con el fin de destronar al único y verdadero Rey, Nuestro Señor Jesucristo.
Aunque las críticas al modernismo – progresismo no fueron asumidas del todo, lo que se desarrolló en su contra fue una pálida guerra semántica que logró resignificar la doctrina esencial en los ambientes católicos, más entregados a componendas con el mundo que a confrontar desde el Evangelio el espíritu decadente de la época. Y aquellos que se dedicaron a difundir, enseñar y defender el magisterio de los Papas fueron denostados, calumniados y vilmente silenciados.
Pero la indiferencia y el ninguneo no es algo que nos amedrente, y ya que los hechos se ponen cada vez más peligrosos, vaya esta declaración de principios para que tome nota el lector de quiénes son los enemigos de siempre que, desde el principio, vienen gritando con desvergüenza “no queremos que éste reine sobre nosotros” (Lc. 19,14).
Hace unos días se conocieron tres proyectos que, a decir verdad, no nos tomaron por sorpresa. Uno de ellos, firmado por un histórico enemigo de la Iglesia; otro, por fuerzas militantes de la politiquería actual; y el tercero suscripto por la máxima jerarquía de la Iglesia Católica de la provincia de Santa Fe de la Vera Cruz (de la “Iglesia de la publicidad” diría el Padre Julio Meinvielle). Todos parecen imitarse mutuamente: el de la Masonería, el de la facción católica de la Legislatura, y el de los Obispos de Santa Fe. Hoy en día, no sorprende mucho que éstos coincidan en las conclusiones porque en definitiva el Régimen/Revolución da de comer a los suyos. Para quienes deseen conocer más sobre la posición del Arzobispado de Santa Fe, remitimos a nuestro artículo De la Iglesia Martirial a la “iglesia del pluralismo”.
Tanto el proyecto de reforma del artículo 3 de la Constitución de la Provincia de Santa Fe firmado por los políticos católicos, como el firmado por los Obispos, representan todo un logro para las tendencias laicistas de la época. Y aunque en ellos se mencione un “reconocimiento” expreso de la Iglesia Católica y que afirme principios de cooperación y autonomía, lo que puede parecer una valoración positiva para un católico de a pie, es en realidad un retroceso en la estructura temporal del estado provincial que siempre debe velar por la custodia de los bienes morales y espirituales de la ciudad.
Esta noción, propia del liberalismo político del siglo XIX, es ajena al pensamiento católico, que siempre sostuvo que el poder civil debe reconocer oficialmente a la verdadera religión.
Como enseñara el Papa León XIII en Immortale Dei: “La sociedad no puede sin crimen comportarse como si Dios no existiese, ni puede dar iguales derechos a la verdad y al error.”
La “aconfesionalidad” renuncia al principio de que el Estado tiene un deber moral hacia Dios, y deja la religión en un plano puramente cultural o asistencial. Esto reduce el papel de la Iglesia a un “actor social”, no a Maestra de verdad ni a columna de la civilización.
Losproyectos hablan de autonomía y cooperación, conceptos correctos en sí mismos, pero que son usados para vaciar de contenido el principio de subordinación del orden temporal al espiritual. La verdadera autonomía no puede significar independencia moral: el Estado está sujeto a la ley natural y divina, como bien enseñó el Papa Pío XI en Quas Primas n° 17.
Una crítica de fondo a los proyectos católicos (que a esta altura queda claro que no lo son), es que omiten toda referencia explícita al Reinado de Cristo. No basta con admitir la cooperación con la Iglesia: el orden social debe estar estructurado conforme a la verdad del Evangelio. La omisión del nombre de Cristo es sintomática de una concepción reducida del catolicismo, más sociológica que teológica. Más liberal que católica. En definitiva: más masónica.
En suma, estos proyectos retroceden aceptando como marco general una “aconfesionalidad” dando lugar a un indiferentismo religioso donde todos los cultos (paganos, idolátricos, herejes o cismáticos) son iguales para una sociedad plural y abierta que no reconoce pública y jurídicamente a Jesucristo como su Señor y a la Iglesia como su guía en lo espiritual.
Como recordaba San Pío X, Carta Apostólica Notre Charge Apostolique, “La civilización no se ha de inventar, ni edificar en las nubes; ya existió y existe: es la civilización cristiana. No se trata más que de instaurarla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos.”
En Santa Fe de la Vera Cruz ha triunfado la religión laicista, el ateísmo social, que luego será ateísmo total, como bien enseñaba el filósofo del derecho Dr. Héctor H. Hernández.
Las madres espartanas enviaban a sus hijos a la guerra con esta consigna: “Con él o sobre él” (ἢ τὰν ἢ ἐπὶ τᾶς) — es decir: “Con el escudo o sobre él”, o más claro: vuelve victorioso con tu escudo, o muerto sobre él (como camilla funeraria), pero nunca huyendo sin él, porque eso sería deshonroso.
Los Pastores y los políticos católicos de Santa Fe no tienen escudos…
Rogamos a Nuestra Señora de Guadalupe por la fidelidad de los Obispos y de los fieles a Nuestro Señor Jesucristo, Rey de Reyes.
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