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Por: Luciano Revoredo

La injerencia en los asuntos internos de los países por parte de los embajadores es un tema muy grave  en el ámbito diplomático. La función de un embajador es representar a su país en donde está nombrado como embajador, así como promover los intereses económicos, culturales y sociales entre ambos países reforzando las relaciones bilaterales. También han de mantener a sus gobiernos informados sobre la realidad y acontecer del país en que se encuentran en servicio diplomático.

Es legítimo en algunos casos, que los embajadores expresen su  preocupación  sobre situaciones  que afecten asuntos fundamentales. Sin embargo, la línea entre la expresión legítima de preocupaciones y la injerencia en los asuntos internos es en algunos casos muy tenue y justamente son los diplomáticos los que deben por su formación conocer sus propios límites.

La injerencia que resulta inaceptable es  cuando un embajador intenta influir directamente en los asuntos internos de un país de manera indebida, sean estos de la índole que sean o busca desestabilizar su gobierno legítimo. Cada país tiene sus propias normas, costumbres y protocolos que marcan los límites de que pueden y no pueden  los embajadores. En general, los embajadores deben respetar  la soberanía y autodeterminación de los países en que son nombrados.

Este preámbulo viene al caso por el comportamiento público del embajador del Reino Unido en Lima, el cual viene actuando de modo absolutamente impertinente pretendiendo imponer posiciones ideológicas propias de la agenda globalista del progresismo, que son tan bienvenidas en países como el suyo, que ha iniciado un camino decadente hacia su propia autodemolición hace ya varios años,  pero no gozan del respaldo mayoritario en el Perú.

Hay que destacar que su predecesora en la misma embajada fue también un agente pernicioso de pretendida  injerencia política e ideológica. Su permanente labor de promoción de ideas políticas y su respaldo a figuras de la izquierda nacional, dejaron un mal recuerdo que muchos esperaban que con la llegada de su reemplazo se pudiera superar, pero el resultado ha sido peor. El embajador Gavin Cook es un desembozado activista del progresismo. Sus acciones, declaraciones e incluso sus artículos en el diario El Comercio resultan simplemente inaceptables proviniendo de un diplomático que debiera comportarse a la altura de su cargo.

El último artículo del embajador Cook en. La sección de opinión de El Comercio, titulado  “Celebrando el orgullo en el Perú” resulta de una absoluta falta de respeto al país.  En este deplorable texto anuncia que “(…) El camino por delante aún es largo: ciudadanos que luchan por el derecho al matrimonio igualitario, familias homoparentales que luchan por el derecho de sus hijos, procesos extensos para poder cambiarse de identidad, dificultad para emitir un voto sin sufrir de discriminación. Como embajador británico en este hermoso país, trabajaré con todos los sectores para crear espacios de trabajo inclusivos, que las personas del mismo sexo puedan casarse y que su identidad sea reconocida en el país. Juntos podemos hacer realidad estas iniciativas.”

Como queda claro Cook ya no actúa como embajador sino como un activista, lo que constituye una inaceptable injerencia ideológica en el Perú. ¿Acaso sería aceptable que el embajador peruano en Londres cuestione la posesión británica de Gibraltar o que un embajador extranjero ponga en tela de juicio las pésimas políticas migratorias británicas? Es tiempo que la cancillería pida una explicación respecto a las labores de este inoportuno y desagradable funcionario extranjero.

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