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Fue en el oratorio dedicado a la Virgen de Luján que estuvo en Malvinas. Las vidas del militar y la del marino están siendo estudiadas por la Iglesia: el primero puede ser declarado mártir, y beato el segundo. Shaw, por una vida dedicada a la fe católica y Larrabure por su martirio y muerte. “La causa de mi papá va con una fuerza guiada por Dios”, dijo su hijo
Cuando era cadete de tercer año le habían puesto el mote de “poeta tucumano”, ya que les hacía recitar al pelotón que tenía a cargo las poesías que escribía. Entonces, para ese joven nacido en San Miguel de Tucumán era inimaginable que sería secuestrado y mantenido más de un año bajo tierra. No quiso colaborar con los terroristas en el armado de explosivos y fue estrangulado. La Iglesia abrió una causa para declararlo beato por el martirio que soportó; al abrir el proceso se lo declaró Siervo de Dios.
Ya está en marcha su causa para elevarlo a la categoría de mártir, ya que murió por su fe cristiana. Este jueves se realizó una ceremonia en la catedral Stella Maris del obispado castrense, de recepción y colocación tanto del sable del coronel post mortem Argentino del Valle Larrabure como el de Enrique Shaw en el oratorio dedicado a la Virgen de Luján que acompañó a las tropas argentinas en Malvinas.
Es un hecho inédito en la Argentina que hombres de las fuerzas armadas lleguen a un altar religioso. Shaw había ingresado a la Marina a los 14 años, fue el egresado más joven de la marina de guerra y era habitual verlo enseñar el catecismo a sus subordinados. Cuando era teniente de fragata pidió la baja para llevar el evangelio al obrero. Entró a Cristalerías Rigolleau, y empezó a trabajar a la par con los operarios para conocer a la empresa y a los hombres. Llegó a ser director delegado, y tuvo a su cargo a unos 3400 operarios. “Ser patrón no es un privilegio: somos los responsables de la ascensión humana de nuestro personal”.
Colaboró en el envío de ayuda a la Europa de la posguerra e intervino activamente en diversas organizaciones católicas, y vivió una vida comprometida con su fe. Cuando estalló el conflicto entre Perón y la Iglesia, estuvo preso dos veces. Enfermó de cáncer y falleció el 27 de agosto de 1962, a la edad de 41 años. Está en proceso de canonización.
Para poder realizar la ceremonia, las autoridades eclesiásticas solicitaron a ambas familias algún objeto que haya estado en contacto con ellos, que adquieren el status de “reliquias”. A Arturo Larrabure, el hijo del militar, se le ocurrió que el sable, que su papá había recibido en diciembre de 1952, era la pieza adecuada. También mandó tres medallas. “Es el mejor reconocimiento a una víctima del terrorismo y la mejor reparación por su condición de religioso”, explicó a Infobae.
Lo que ocurrió hoy es un paso más en el proceso de canonización del militar. Hay una comisión impulsada por monseñor Santiago Olivera, obispo castrense, quien también se había ocupado del caso del cura Brochero, que estudia lo ocurrido con Larrabure.
En 1974 Arturo y su hermana María Susana eran dos adolescentes, el primero de 15 y la segunda de 17, cuando su papá fue secuestrado en la madrugada del 12 de agosto por guerrilleros del Ejército Revolucionario del Pueblo. Todos vivían en el barrio militar en la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos Villa María, donde Larrabure era subdirector, y que siempre pensó que por su condición de técnico no era un blanco primordial para el terrorismo.
Fue encerrado en una celda diminuta, sin luz y ventilado por tubos, una “cárcel del pueblo” construida debajo de una mercería en el barrio Bella Vista de Rosario.
La familia se mudó a Buenos Aires. Arturo entró al colegio Dámaso Centeno y su hermana a la facultad.
Fueron meses angustiantes, ya que el ERP solo negociaba con la familia y se negaba a hacerlo con el Ejército. En un momento los captores, a través de una chica joven que se acercó a la casa de los suegros de Larrabure, alcanzó la propuesta de canjearlo por cinco terroristas. La esposa pidió una reunión con la presidente Isabel Perón para plantearle la situación y cuando ya tenía el saco puesto para ir a Casa de Gobierno, le cancelaron el encuentro.
La familia pidió una prueba de vida. Le mandaron una foto que los impresionó. Ese mayor, que en cautiverio ascendió a teniente coronel, estaba piel y hueso, que desmentía lo que el militar escribía en las cartas que recibían en la casa de los suegros en Floresta, en las que decía que estaba bien y que era tratado con corrección.
Con el no de Isabel Perón se cortaron las negociaciones. Por testimonios conocidos posteriormente, los terroristas le propusieron a Larrabure trabajar para ellos y que luego lo dejarían libre. No aceptó. Los propios subversivos lo calificaron de patriota.
Luego de 372 días de cautiverio, lo ahorcaron, aunque quisieron hacer pasar la muerte por un suicidio. Su cuerpo apareció el 19 de agosto de 1975. Lo velaron en el Regimiento de Patricios y a la viuda María Susana de San Martín le comentaron la intención de Isabel Perón de concurrir al velorio. “Ahora la que no la quiere recibir soy yo”, respondió.
Cuando allanaron el lugar donde había estado cautivo, encontraron una poesía escrita por Larraburre a la que había titulado “Soledad, desesperanza”, en la que reveló cómo se sentía en realidad, y donde exponía todo aquello que había ocultado en sus cartas. “En la soledad del cautiverio, lascerado por el recuerdo y la tristeza…”, comienza.
En 1977 la familia se sorprendió cuando la revista Gente publicó un diario que Larrabure había llevado durante su cautiverio. “Estremecedor documento de una época”, tituló. La familia no tiene los originales, sino que las copias que circulan se basan en lo publicado en la revista.
Arturo afirmó que el proceso de su papá “va con una fuerza guiada por Dios”. Aclaró que la documentación en cuestión aún no fue enviada al Vaticano y no quiere dar precisiones con los tiempos. “La causa de Shaw ya lleva veinte años, de los tiempos en que Jorge Bergoglio era arzobispo”.
Este jueves, después de la misa de las 8 de la mañana en la Catedral Stella Maris, en el oratorio dedicado a la Virgen de Luján, que estuvo en Malvinas durante la guerra y que fue recuperada en el 2019, se realizó una ceremonia presidida por monseñor Santiago Olivera, quien es obispo castrense desde el 2017, en la que los sables de Shaw y Larrabure fueron bendecidos. Junto a las fotos de ambos está la de Manuel Pascual Perrín, nacido en 1925, quien fue primero personal civil de la Armada y luego de cuadro. Con el tiempo se convirtió en un hombre muy devoto, siempre predispuesto a ayudar. “Te enseñé a volar; ya podés volar solo. Ahora tengo que enseñarle a volar a otros”, solía decir. Integrante del Movimiento Focolar, que nuclea mayoritariamente a laicos, falleció en el 2005 y cinco años después fue declarado Siervo de Dios.
Olivera es delegado episcopal para la causa de los Santos y su cargo anterior fue en Córdoba, donde se desempeñó como obispo en los pagos del Cura Brochero, en cuya santificación tuvo mucho que ver. “Estos sables que recibimos con veneración y orgullo nos hacen recordar, volver al corazón y agradecer sus vidas, caminos diversos, la vida civil de uno y la vida militar de otro, pero la vida cristiana de ambos, que amaron a todos, siempre”, afirmó.
Francisco Larrabure, nieto del militar, presente en la ceremonia, contó a Infobae que “por años lo vi luchar a mi papá por la causa de mi abuelo. Recuerdo siendo niño como con mi mamá pasaban horas, en soledad, armando el libro “Un canto a la Patria”.
Hace unas semanas Arturo Larrabure concurrió al colegio “Espíritu Santo”, de Escobar, ya que el patio que inauguraron lo bautizaron con el nombre de su papá. Los chicos de tercer grado le escribieron cartas y quisieron saber cómo se las podían hacer llegar. Son una veintena de escritos, que la esposa debió leérselas porque a Arturo le embargaba la emoción. Monseñor Olivera, que prometió darlas a conocer, se sorprendió por su contenido profundo, ya que hablan, con la característica inocencia infantil, del amor a la Patria, la entrega y fundamentalmente del perdón.
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