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La transfiguración de Jesús revela su divinidad y la gloria que le espera después de la cruz. Contemplemos la gloria de Cristo y escuchemos su voz, confiando en la promesa de la resurrección. Nos recuerda que, aunque enfrentemos momentos de dificultad, la gloria de Dios está siempre presente. ¡Sea alabado el Señor!
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