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Un militar ucraniano camina frente al cañón destruido de un vehículo blindado ruso en Kiev, Ucrania (6 de noviembre de 2024).

Un militar ucraniano camina frente al cañón destruido de un vehículo blindado ruso

en Kiev, Ucrania (6 de noviembre de 2024).

Más de dos años y medio después del inicio del conflicto ucraniano, aunque la guerra continúa haciendo estragos, especialmente en la parte oriental del país, oímos mucho menos sobre ella (más niebla de la Guerra 2.0, para los lectores de esta columna).
Hay una razón: las cosas no van como habían predicho la mayoría de los estrategas, comentaristas y los principales medios de comunicación occidentales.
Las fuerzas rusas continúan avanzando hacia el interior del frente de Donbass. La invasión de verano de la región rusa de Kursk por parte de Ucrania resultó en un episodio contemporáneo de aventurerismo militar.
Pero, sobre todo, el entusiasmo occidental por apoyar a Ucrania se está desvaneciendo, mientras Alemania lucha cada vez más con su crisis económica interna y los Estados Unidos absorto en una campaña presidencial, que el martes pasado ha dado paso a una etapa que incidirá en el derrotero del conflicto.

LAS RAZONES DEL FRACASO OCCIDENTAL EN UCRANIA
Aunque el conflicto está lejos de terminar y todavía presenta riesgos de escalada dependiendo de las decisiones que tomen los líderes occidentales, nos habla de un fracaso.
Lo que ha fracasado son las estrategias militares de la OTAN, las sanciones que deberían haber puesto de rodillas a una economía rusa que, en cambio, es más vital que nunca, las industrias militares estadounidenses y europeas que demostraron ser incapaces de seguir el ritmo de la producción bélica rusa.
Sin embargo, hay algunas excepciones a este panorama desolador de desinformación. Por ejemplo el libro publicado hace un año en edición italiana por Fazi Editore: ‘La derrota de Occidente’, de Emmanuel Todd, historiador, sociólogo y demógrafo francés, que ha llegado a nuestras manos recientemente. (Ya habíamos leído de este mismo autor el magnífico libro ‘Después del imperio’ donde anuncia el fin de la hegemonía atlantista en 2003.) Después de un éxito de ventas, el libro representó un caso editorial en Francia, y su autor, que se define como un disidente de la intelectualidad francesa, fue previsiblemente acusado de simpatizar con Putin.
En su libro reciente, Todd, plantea cuestiones fundamentales sobre la crisis que atraviesa Occidente, cuestiones que pocos han tenido el valor de afrontar y que son necesarias para comprender las razones del fracaso occidental contra Rusia.
El libro está escrito en el verano de 2023, con la intención de ofrecer una predicción: la derrota de Ucrania. Hoy esta predicción es una certeza, afirma Todd en el prefacio escrito para la edición italiana.
Los temas centrales del volumen son el colapso de Occidente -y sobre todo de Estados Unidos, el país que lo dirigió durante aproximadamente un siglo- y la centralidad redescubierta de Rusia.
Recuerdo que el Occidente del que habla Todd, es el referido al que en estas páginas y siguiendo a Augusto Del Noce, hemos definido como el Occidente Opulento.
Sorprendentemente, para quienes no conocen la génesis de la guerra de Ucrania, o para quienes la han seguido sólo a través de los medios occidentales, Todd describe el conflicto como una “agresión promocional de Occidente” refiriéndose a la expansión al este de la OTAN, y especialmente a su progresiva infiltración en Ucrania después de 2014.
Por tanto, plantea tres preguntas fundamentales: ¿por qué Occidente no acepta la derrota? ¿Por qué parece dispuesto a correr el riesgo de un choque directo con Rusia? ¿Por qué los líderes occidentales describen la paz “como si representara una amenaza aún más grave que una confrontación termonuclear”?

LAS SORPRESAS DEL CONFLICTO UCRANIANO
El autor también esboza un posible escenario de fin del conflicto (¿un conflicto congelado?), con la expansión forzada de los objetivos militares rusos tras la intransigencia occidental, y las incógnitas relacionadas que podrían afectar a dicho marco (en particular, el destino de Lviv, y las Repúblicas Bálticas).
Según este autor, el conflicto ucraniano, inicialmente provocado por los Estados Unidos, y el conflicto en Gaza y Oriente Medio, demuestran, según Todd, la creciente impotencia de Washington, arrastrado por aliados radicalizados (Ucrania e Israel) que en realidad debería haber controlado -tesis que se aplica más al caso israelí que al ucraniano, donde el destino del presidente Volodymyr Zelensky sigue siendo incierto.
Para Todd, la paz en términos rusos significaría la derrota atlantista y el fin de la hegemonía estadounidense. Por lo tanto dice: “Para Washington, la guerra debe continuar para mantener el control de sus buques en Europa y el Pacífico”.
En su libro, describe a la Unión Europea como totalmente subyugada, y a la OTAN como un instrumento de esclavización del viejo continente.
Además, nos aclara que Europa se enfrenta a una crisis creciente derivada de su separación de Rusia y, en particular, de su renuncia a las fuentes de energía rusas de bajo costo.
Sigue: “En tres países clave de la UE (Italia, Alemania y Francia), nos encontramos en una dinámica creciente de pueblos enfrentados contra sus gobernantes: por lo tanto, las oligarquías europeas tienen poco tiempo para convencer y arrastrar a sus poblaciones a una guerra total con Rusia”.
Todd enumera las sorpresas que produjo el conflicto ucraniano. Entre ellas se destacan la resiliencia económica rusa, la evanescencia europea, el belicismo antiruso de los países escandinavos, la insuficiencia militar de la industria bélica estadounidense, la soledad ideológica de Occidente (abandonado por el Sur global) y, como consecuencia de todo ello, la inminente derrota occidental.
Pero la mayor sorpresa, y el dato interesante que destaca este autor: es una sorpresa que incluye a las otras enumeradas hasta ahora, no es la declaración sobre Rusia como un país que (con una población en declive y un territorio grande), no amenaza a nadie, sino el hecho de que el equilibrio del planeta está en riesgo por la crisis occidental, y “más precisamente, la crisis terminal de Estados Unidos”.

CRISIS DEL ESTADO NACIONAL OCCIDENTAL Según Todd, los Estados Unidos y Europa sufren diferentes formas de desintegración del Estado-nación, acompañadas de la muerte del cristianismo, particularmente en su forma protestante, que siempre había apoyado y en cierta manera justificado al capitalismo.
La muerte del cristianismo, el declinar como cultura se ve reafirmada además, por la aparición de un nihilismo entendido por Todd como el impulso de destruir, en un nivel físico, y de negar la noción misma de verdad y cualquier descripción razonable del mundo, en un nivel conceptual. Según el historiador francés, se comparan así dos Weltanschauung (Cosmovisiones). Por un lado, el realismo estratégico de un estado-nación como Rusia y por el otro, la mentalidad posimperial occidental, emanación de un imperio en decadencia que, sin embargo, aspira a representar la totalidad del mundo, sin admitir ya la existencia del otro. La incapacidad occidental de concebir la diversidad del mundo.
El núcleo protestante de Occidente surgió así “a caballo entre sus componentes liberales y autoritarios”, siendo uno de sus polos el mundo anglosajón y el otro Alemania. La Francia católica, escribe Todd, “por contigüidad” ha logrado mantenerse “en la esfera más desarrollada de Occidente, que es esencialmente protestante”.
Algo que muy pocos señalan y es central para entender a quienes entre otras cosas aun hoy mantienen ideas coloniales (Nosotros lo sabemos muy bien por Las Malvinas), es otro elemento clave del protestantismo, a nivel social, es el siguiente: heredó de la doctrina de la predestinación la idea “según la cual unos son elegidos y otros condenados, de modo que no todos los hombres son iguales”.
Señala Todd otra característica: Hoy el estado de fase final de la secularización que vive ese occidente: “las costumbres y valores heredados de la religión comienzan a debilitarse o desintegrarse, para finalmente desaparecer; y es entonces, y sólo entonces, cuando aparece lo que estamos viviendo: un vacío religioso absoluto, en el que los individuos están desprovistos de cualquier creencia colectiva sustitutiva. Un estado cero de religión.”

PARA IR CERRANDO
Como lo hemos dicho en diversos artículos el ‘La Prensa’, desde Alexander Solzhenitsyn a Augusto del Noce, se multiplican los textos cuya tesis es el fin o la derrota Occidente. Pensemos en ‘La autodestrucción de Occidente’ de Eugenio Capozzi, centrada en el declive ético de nuestra civilización, o en ‘The Terminus of the West’ del periodista estadounidense Paul Craig Roberts. Entre otros. La crisis occidental es un tema extremadamente complejo, que probablemente requiera la contribución de mucho más que un solo académico para ser investigado y comprendido en todas sus facetas e implicaciones.
Emanuel Todd tiene el gran mérito de poner el tema en debate. Tema negado y rechazado durante demasiado tiempo por la hipocresía de las elites occidentales, quienes han dibujado una imagen equivocada de las razones de la decadencia de Occidente. Este tema continuará… Hasta la semana próxima.

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