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La recurrente descripción israelí de las oraciones y ceremonias religiosas cristianas como actos privados que requieren medidas de seguridad -un enfoque claramente alejado de la esencia espiritual de estas ocasiones- sirve de excusa persistente para impedir que los cristianos ejerzan su fe.

La reciente decisión de la policía israelí de prohibir a los fieles cristianos participar en los servicios sagrados de la Fiesta de la Transfiguración en el Monte Tabor, alegando la ausencia de las autorizaciones y licencias gubernamentales necesarias, ha provocado el lamentable cierre de este lugar sagrado a miles de fieles. Esta decisión, que recuerda a la del año pasado, ha dejado al Patriarcado de Jerusalén con pocos recursos. La recurrente descripción israelí de las oraciones y ceremonias religiosas cristianas como actos privados que requieren medidas de seguridad -un enfoque claramente alejado de la esencia espiritual de estas ocasiones- sirve de excusa persistente para impedir que los cristianos ejerzan su fe. Tales acciones desestiman el papel integral de los cristianos en el tejido social, imponiendo restricciones indebidas en lugar de cumplir con el deber del Estado de facilitar la práctica de las prácticas religiosas.
Esta lamentable postura no es aislada; obstrucciones comparables también han empañado otros acontecimientos sagrados, como el Sábado de la Luz Sagrada en Jerusalén. Corresponde a las autoridades israelíes defender los derechos inviolables a la libertad de culto, el acceso a los lugares sagrados y la celebración sin trabas de las ceremonias religiosas, derechos inherentes y garantizados por el derecho internacional a la comunidad cristiana autóctona de Tierra Santa. En previsión de que no se repitieran los sucesos del año pasado durante la Fiesta de la Transfiguración, el Patriarcado se había puesto en contacto con el Ministro del Interior israelí hace más de un mes. Sin embargo, la decisión de la policía ha frustrado inesperadamente el derecho natural de los creyentes al culto. El Patriarcado espera fervientemente que las autoridades israelíes reconsideren su postura hacia las prácticas religiosas no judías, afirmen los derechos fundamentales de los cristianos y se resistan a ceder a las tendencias radicales dominantes.

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