Compartir
“Las intervenciones mediáticas de diversos e importantes dirigentes de ambos bandos del conflicto en Ucrania, poseen el común denominador del posible uso de armas nucleares. ¿Se trata de una pantalla retórica, es decir de mensajes para engañarse unos a otros, o existe realmente el riesgo de que Europa sea escenario de un conflicto atómico?”. Esto decíamos en La Prensa el 9 de octubre del 2022.
Hoy debemos retomar esta temática porque en noticias recientes el tema vuelve al primer plano en medio del conflicto OTAN-RUSIA.
En primer término, según el New York Times algunas firmas estadounidenses están pagando alrededor de mil millones de dólares al año a la agencia nuclear rusa Rosatom y sus subsidiarias, ayudando efectivamente a financiar el programa nuclear estatal de Rusia. ¿Por qué razón? Simple: las empresas estadounidenses de energía nuclear dependen del uranio enriquecido barato producido por Moscú para comprar el combustible que genera más de la mitad de la energía limpia del país. La situación fue denunciada por el New York Times, según la cual este constante flujo de dinero dirigido hacia el Kremlin -calificado como uno de los más significativos- tendría implicaciones tanto para la conducción de la guerra en Ucrania como para la transición de los Estados Unidos del consumo de combustibles fósiles.
Según el medio citado, “en el caso de que el gobierno estadounidense dejara de comprar uranio a los rusos, Vladimir Putin se encontraría repentinamente sin poder contar con un ingreso anual sustancial que, de lo contrario, podría usarse para comprar armamento y apoyar el esfuerzo de guerra contra Kiev.”
Sin embargo, la administración Joe Biden se encuentra ante un dilema muy delicado, dado que encontrar proveedores alternativos a Rusia es complicado cuanto menos, y que los compromisos contra el cambio climático refuerzan la necesidad de la Casa Blanca de explotar la energía sin emisiones.
RELACION ECONOMICA
¿Qué corre debajo de la mesa? Según vemos en esta noticia, seguiría existiendo una importante relación económica que une a los Estados Unidos y Rusia. Washington compraría el uranio enriquecido a Moscú (indirectamente… podemos decir), a cambio de pagos realizados a las distintas filiales de Rosatom, a su vez muy vinculada al aparato militar del Kremlin.
Además, el contexto no es nada favorable, dado que la dependencia estadounidense de la energía nuclear crecerá cada vez más, junto con el deseo del país de reducir el uso de combustibles fósiles, y que, al mismo tiempo, ninguna empresa estadounidense parecería prepárada para ofrecer los mismos servicios que los rusos.
Y pensar que los Estados Unidos dominó alguna vez el mercado mundial de uranio enriquecido, hasta que múltiples factores históricos permitieron que Rusia acaparara la mitad del sector. Entre ellos, ciertamente pesa mucho el acuerdo de compra de uranio enriquecido estipulado entre Washington y Moscú, un acuerdo diseñado para impulsar el entonces pacífico programa nuclear ruso tras el colapso de la Unión Soviética. Para que conste, a partir de ese momento EE.UU. dejó de interesarse por el asunto, prefiriendo apoyarse en proveedores externos, incluidos los rusos.
Una delicada situación. Rusia es actualmente el productor de uranio enriquecido más barato del mundo, por lo que cerrarle las puertas en las narices a Moscú no es tan sencillo. Si Occidente ha dejado de comprar combustibles fósiles rusos en gran medida, tras el estallido de la guerra en Ucrania, la construcción de una nueva cadena de suministro de uranio enriquecido podría llevar a EE.UU. y Europa años y muchos más fondos de los asignados actualmente .
Alrededor de un tercio del uranio enriquecido que se usa en EE.UU. ahora se importa de Rusia; la mayor parte del resto se importa de Europa. Una porción final más pequeña es producida por un consorcio anglo-holandés-alemán que opera en los Estados Unidos. Una docena de países de todo el mundo dependen de Rusia para obtener más de la mitad de su uranio enriquecido, conscientes de que podría llevar más de una década producir suficiente uranio para competir con Rosatom.
La dependencia de EE.UU. también deja a las plantas de energía nuclear actuales y futuras del país peligrosamente vulnerables a un posible cierre ruso de las ventas de uranio enriquecido, lo que, según los analistas, podría ser una estrategia viable de Moscú, que aún no ha explotado. (Los lectores pueden ampliar viendo a Michael Rubin en el sitio web de American Enterprise).
NOTICIA EXPLOSIVA
Otra noticia explosiva de estos últimos días ha sido: “Démosle a Ucrania armas nucleares para que las use como quiera contra Rusia”. “¿Ha fracasado la contraofensiva? ¿Cómo evitar la victoria de Putin?” Esta noticia salió de la boca del experto militar Michael Rubin, que desarrolló una idea y se la propone a Biden: darle a Ucrania armas nucleares tácticas para que las use “libremente”, sin el control de Washington. Así, Washington afirmaría no tener control y, por lo tanto, no rendir cuentas. El punto es que Rubin es uno de los jefes del American Enterprise Institute –podemos recordar– que este poderoso Think Tank hace veinte años tuvieron mucha influencia en el poder para influir en las decisiones de vengar el asalto a las Torres Gemelas del 11 de septiembre para lanzarlo en interminables guerras contra Irak, Afganistán, Siria. Durante muchos años, American Enterprise ha influido en los Estados Unidos detrás de Bush jr. Por lo tanto, la propuesta de Rubin tiene posibilidades reales de ser aceptada. Sobre todo porque… ¿extraña coincidencia? Pedidos de propuestas extremas similares ya se están ventilando en la propia Europa, desde sectores insospechados.
Desde Alemania, la Presidenta de la Comisión de Defensa del Bundestag, el parlamento alemán, Marie-Agnes Strack-Zimmermann, acaba de proponer que los ucranianos no solo reciban los F16, sino también aeropuertos alemanes desde los que puedan despegar para bombardear Rusia. Con esta medida: a diferencia de los aeropuertos ucranianos, los rusos no podrían (¿?) atacar los aeropuertos en suelo germánico.
Desde hace meses en Occidente se proclama la opción nuclear, sin que ninguno de los periodistas -salvo excepciones- se haya rasgado las vestiduras. Lo que los medios han llamado “el discurso delirante de Putin” no es más que la respuesta a los delirios de la parte occidental. ¿No fue Liz Truss, la efímera primera ministra británica, quien, tan pronto como fue nombrada, dijo que estaba lista para usar armas nucleares para derrocar a Rusia? ¿Acaso Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, no hace un guiño constante a la posibilidad de una guerra nuclear?
DIVERSOS FACTORES
En los conflictos geopolíticos, muchas veces olvidamos, también tienen su peso factores espirituales, filosóficos, histórico-culturales, identitarios e incluso religiosos. No sólo, por tanto, intereses económicos, estrategias, relaciones de poder y posiciones militares.
Vale la pena recordar el artículo de Kissinger “Armas nucleares y política exterior”, donde nos recuerda “Desde el comienzo de la agresión contra Ucrania, había que evitar una victoria de Rusia. Con mayor razón debemos evitar que busque una venganza nuclear. No podemos permitir que el uso de armas nucleares se vuelva convencional, se normalice. No sólo por lo que sería el tremendo resultado inmediato, sino por las consecuencias sobre la interpretación y legitimación del poder por parte de quienes lo ejercen”. Además, el mayor teórico vivo de la diplomacia quiere volver precisamente a eso: la diplomacia.
“Un diálogo, aunque sea exploratorio, es fundamental en este ambiente nuclear. No es relevante si nos gusta o no Putin. Una vez que el arma nuclear entrara en acción, el sistema mundial sufriría una interrupción de importancia histórica. No debemos vincular la acción diplomática a la personalidad de quienes están frente a nosotros. Nos corresponde a nosotros concebir un diálogo que preserve nuestra seguridad pero que nos devuelva al espíritu de convivencia. El derrocamiento del líder contrario no debe aparecer como condición previa”.
Ante este panorama podemos deducir que no se podrá confiar demasiado en la cordura de los líderes atlantistas para evitar el paso del conflicto a las bombas atómicas.
Volvemos a repetir nuestra opinión ya publicada en La Prensa: “El conflicto, según interpretamos, parecería estar entrando en el juego de la escalada que exige la necesidad de moverse a un territorio desconocido. En el que los grandes ausentes parecen ser la prudencia política y el razonamiento eficaz capaz de encontrar una salida a una crisis que, por todos los frentes, está desgarrando tanto a Europa como a Rusia”.
MANTENTE AL DÍA