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En nuestro primer artículo ‘La Fortaleza y la fuerza’, el 26 de febrero de 2022, junto al doctor Pablo Antonio Anzaldi decíamos: “No hay liderazgos en los países de la OTAN que tengan un compromiso real con los valores y los intereses occidentales como los que tiene Putin con los valores y los intereses rusos, y como los que tiene Xi con los valores y los intereses chinos. ¿O acaso alguien puede creer que el auge de las teorías posmodernas y deconstructivistas -los ataques a los valores occidentales, a la idea de Patria, a la familia, a la historia, al cristianismo, etc.- no iban a tener consecuencias? Que nadie se llame a engaño. El primer escudo defensivo de un Estado es la confianza en su propia identidad nacional, espiritual e histórica. La fortaleza es una virtud, la fuerza es una consecuencia. ¿De qué sirven los arsenales de la OTAN si los dirigentes no creen en los valores tradicionales de Occidente? ¿Qué van a defender? ¿La despenalización de la marihuana? La perspectiva rusa es distinta y opuesta. En los años 90 la caída de la URSS significó la independencia de casi 20 repúblicas de las cuales Polonia, Hungría, la República Checa, los tres países bálticos, etc. se sumaron a la OTAN, una alianza inducida por el complejo militar industrial norteamericano con Rusia como enemigo estratégico. Porque, en efecto, la caída del Pacto de Varsovia pro-soviético no tuvo su contraparte simétrica en Occidente. La expansión de la OTAN hacia el Este es cuestionada diplomáticamente por Rusia desde hace más de una década. Pero el Occidente posmoderno no tuvo ni la capacidad intelectual para entender, ni la sagacidad diplomática para negociar”.

LA ULTIMA CENA DE EUROPA
Después de dos años y medio vemos que la OTAN, solo provee medios, algunos mercenarios y el combate deben librarlo los ucranianos, en una guerra larga, de desgaste e irrestricta.
Como lo hemos expresado en esta columna reiteradamente, observamos la decadencia de la sociedad opulenta. Y luego de ver el vulgar y trivial espectáculo que se ha presentado ante todo el mundo bajo el falso título de ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos, podemos decir sin dudarlo que es “la última cena de Europa”.
La burla del cristianismo y de su civilización a través de la parodia de la “Última Cena”, es sólo el último episodio de una serie imparable de espectáculos repugnantes impuestos a las audiencias de los diversos medios masivos.
El objetivo es claro: destruir todo lo bueno, barrer el viejo mundo y establecer otro, dominado por lo feo, lo deformado, lo grotesco, lo indefinido. Las élites -políticas y económicas y sus servidores “culturales”- no pierden la oportunidad de asestar nuevos golpes al cadáver de Europa y de Occidente, de burlarse de una tradición espiritual anémica y sin más defensores, empezando por las jerarquías religiosas cobardes, probablemente ateas.

¿ALGUIEN PIENSA QUE ESA SOCIEDAD OPULENTA DERRAMARÁ UNA GOTA DE SANGRE POR UCRANIA
La Francia oficial (la pomposa y crujiente República) muestra cuán grande es el odio que siente por la tradición cultural y espiritual de la (antigua) nación que gobierna. Ninguna neutralidad religiosa: sólo odio hacia quienes dieron forma a un milenio y medio de la historia francesa. El fácil conformismo del odio a sí mismo, la compulsión (o la lujuria) de destruir, o más bien, como los franceses aman el esprit de finesse, de “deconstruir”, el mal francés que desde la margen izquierda de los intelectuales (Sartre, de Beauvoir, Deleuze, Derrida, Guattari, Barthes, Foucault) ha cruzado el océano, ha proporcionado municiones a las corrientes más oscuras de nuestra América y ahora regresa a Europa para barrer lo que queda de él.
No podemos dejar de señalar, como contrapartida, la expresión escrita y publica aparecida en 2022 de “los valores tradicionales en Rusia” donde se declaran las pautas morales e ideológicas históricamente pertenecientes a los ciudadanos de Rusia. La definición de los valores tradicionales, así como la política para su preservación y fortalecimiento, fueron aprobadas por decreto del Presidente Vladímir Putin“Sobre la aprobación de los Fundamentos de la Política Estatal para la Preservación y Fortalecimiento de los valores morales y espirituales tradicionales rusos”, en fecha de 9 de noviembre de 2022. “Los valores tradicionales son pautas morales que forman la visión del mundo de los ciudadanos rusos, transmitidas de generación en generación, que subyacen a la identidad cívica de toda Rusia y un espacio cultural único del país, fortaleciendo la unidad cívica, que han encontrado su manifestación única y original en el desarrollo espiritual, histórico y cultural del pueblo multinacional de Rusia”.

IDENTIDAD NACIONAL
Volvemos a repetir para enfatizar: “El primer escudo defensivo de un Estado es la confianza en su propia identidad nacional, espiritual e histórica. La Fortaleza es una virtud, la fuerza es una consecuencia”.
El más reconocido teórico militar, Karl von Clausewitz, aborda el tema de la guerra definiéndola como “un acto de fuerza para obligar al enemigo a hacer nuestra voluntad”, de donde se sigue que la guerra es, ante todo, un “choque violento de voluntades”. Así vemos la preponderancia del elemento moral “voluntad de lucha” sobre todos los otros elementos materiales (armas, equipos, tecnología, etc.) que, si bien, desempeñan un papel importante en el curso de la guerra, no son más que “herramientas” destinadas a incrementar la fortaleza moral de los ejércitos.
Al igual que los seres humanos, los ejércitos son entes animados integrados por dos dimensiones: una material conformada por elementos tangibles tales como los hombres, las armas, los equipos, etc., y otra subjetiva, conformada por elementos intangibles como la moral de sus hombres, el espíritu de cuerpo, la mística, la disciplina, etc. De allí que se hable de la fuerza material y la fuerza moral de los ejércitos. La primera de ellas no requiere de mayor profundización toda vez que valorarla se constituye en un ejercicio sencillo de matemáticas. La segunda, por el contrario, es mucho más compleja dada la dificultad de valorarla.

DOS DIMENSIONES
Para el efecto, es conveniente recordar que el elemento moral tiene dos dimensiones: una moral que podríamos denominar “ética”, determinada por una serie de principios y valores inculcados en las instituciones militares como producto de la propia cultura. Es ella la que determina el comportamiento general del ejército y de cada uno de sus hombres en particular. La otra dimensión es la moral de combate, la cual se basa en el convencimiento del combatiente y su fe por la defensa de una causa y se materializa en el valor individual y en el espíritu de cuerpo de las unidades. Ambas dimensiones se complementan haciendo los ejércitos más o menos fuertes moralmente para la guerra.
Ahora bien, la conjugación de la fuerza material con la fuerza moral es la que permite determinar la verdadera fortaleza de un ejército.
Wilfredo Pareto, padre de la sociología, se expresó así: “la decadencia tiene como síntoma principal el debilitamiento de los sentimientos viriles. También desarrolla gustos depravados, empuja a los hombres a buscar placeres nuevos y extraños. Entre estos hay uno que aparece con frecuencia, en tiempos de decadencia. Uno siente un deseo agudo de rebajarse, de degradarse, de burlarse de todo lo que antes creía respetable”.
El italiano Giulio Douhet reconoció en su teoría que el fin último de la guerra no es la destrucción física de las fuerzas armadas enemigas, sino su voluntad de lucha, al afirmar que “Es claro que para ganar uno debe agotar la resistencia enemiga antes que la propia se haya ido y que los líderes militares se dan cuenta que es la alta moral de la población la que da fortaleza a las fuerzas armadas, por lo que ellos recomiendan a sus gobiernos construirla tanto como sea posible” (ver Douhet, Guílio. ‘The Command of the Air’, translated by Dino Ferrari).

PARA TENER EN CUENTA
Nosotros debemos cultivar en nuestra Argentina y en sus fuerzas armadas las virtudes, como el honor, la lealtad, el respeto, la disciplina, el valor, la magnanimidad, el patriotismo y la responsabilidad, ya que ellos forjan la identidad y el carácter tradicional de nuestro pueblo. Esas pautas morales formaron la visión del mundo desde nuestra Iberoamérica y fueron transmitidas de generación en generación. De esta forma podremos estar siempre preparados para enfrentar situaciones de mucha exigencia y cumplir con los requerimientos que la patria impone, de acuerdo con la misión institucional. El ejemplo de esto es el heroísmo de los soldados que participaron en las guerras que nuestro país debió enfrentar a lo largo de su historia, siguiendo el espíritu heredado de nuestra tradición hispano católica a lo largo de más de 500 años.

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