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31 DE DICIEMBRE: LA RIOJA CELEBRA SU GRAN MILAGRO FUNDACIONAL, EL TINKUNACO

El 20 de mayo de 1591 nacía la ciudad de Todos-Santos de la Nueva Rioja. La fundaba en nombre del Rey el gran señor Juan Ramírez de Velasco, caballero escogido por Su Majestad Católica Felipe II,

Monumento al fundador de La Rioja. Palacio Municipal Ramírez de Velasco, Ciudad de La Rioja (Argentina)

Rey de España e Indias, por sus cualidades personales, su trayectoria militar y por llevar la sangre de “los verdaderos Ramírez”. Estos descendientes de los antiguos reyes de Navarra, guerreros de la I Cruzada, habían fundado la Divisa Solar de la Piscina Probática en homenaje a las aguas donde NSJC obrara estupendos milagros.

Escudo de armas de Juan Ramírez de Velasco,

Dos años después, la nueva ciudad hispánica del Noroeste argentino se vería sometida a una dura prueba. Habitada por un centenar de vecinos feudatarios con sus indios amigos, núcleo fundacional que Ramírez de Velasco pusiera bajo la protección de Todos los Santos –de “la Serenísima Reina de todos los Angeles y Santos” ante todo-, veía bajar del cerro con claras intenciones bélicas una fuerza militar de 9.000 “indios de guerra”, 30 veces superior a las propias. ¿Desaparecería bajo el furor de los atacantes, o seguiría en pie, para nuevos “cristianos atrevimientos”?

Eran diaguitas…, “gente gallarda y bien vestida”, como la describiera admirado Ramírez de Velasco, quien, en cumplimiento de sus funciones de Gobernador del Tucumán –primera Gobernación argentina, que se extendía desde Córdoba a Jujuy- no se encontraba en La Rioja…

Los vecinos feudatarios, con derecho a una encomienda de naturales –a quienes debían evangelizar, defender y ayudar a progresar-, y obligación personal de defensa, se disponen a defender la ciudad.

Confían en el

proverbial valor y capacidad militar hispánicos pero sobre todo en la ayuda del Cielo, que tantas veces se hizo sentir en el período fundacional, como consta en “La Argentina manuscrita” de Ruy Díaz de Guzmán y en tantas otras obras de los Cronistas de Indias.

San Francisco Solano. Cultura.gob.ar

Había empero en ese momento una presencia muy particular en La Rioja. Se encontraba el misionero San Francisco Solano, cuya venida a estas tierras fue uno de los “tres regalos” que Felipe II aportara al Tucumán* (*que integró hasta avanzado el s. XVIII el gran Virreinato del Perú), costeando su viaje desde España.

El proceso de canonización, ampliamente citado por el P. Plandolit en “El Apóstol de América”, da cuenta de que la Divina Providencia concediera a este noble franciscano el don de obrar milagros como resucitar muertos, frenar la embestida de toros bravos y mover las almas con su palabra y su instrumento de cuerdas, semejante a un violín.

El “Pentecostés riojano”

El Cura párroco de La Rioja, P. Núñez, declara en el proceso que, en contraste con el temor y nerviosismo del testigo y de la población, San Francisco Solano transmitía seguridad, calma, deseo de cumplir una misión divina y confianza sobrenatural. Era un Jueves Santo de 1593…
Llegados los “indios de guerra” frente a los cristianos armados para la defensa de la población, de su vida, familia y bienes, el santo pide que lo dejen hablar. Y dirigiéndose a los diaguitas los exhorta en una lengua que todos –españoles e indios amigos de otras hablas – entendieron!!

Niño Alcalde. Cultura.gob.ar

Su palabra encendida proclama la existencia y soberanía del único Dios verdadero, creador del Cielo y la Tierra, hecho hombre en las entrañas purísimas de la Virgen María. La gracia les mueve poderosamente el corazón, más porque Dios estaba representado por la encantadora Imagen de un Niño de preciosa cabellera, mirada serena y acogedora, sombrero y ropones de terciopelo y seda, y la vara de plata del Alcalde, -ante la cual nadie desobedecía, dice un historiador especializado.

Era el Alcalde juez y autoridad principal del Cabildo, la grande y original institución vecinal, autónoma y feudataria, que gobernaba la ciudad en nombre del Rey, con equilibrada participación del Gobernador -o de su Teniente, cuando no estaba en la ciudad.
La palabra de oro y fuego de San Francisco, como una trompeta angélica, obró un doble milagro: fue entendida por todos y convirtió a los indígenas paganos en adoradores del Dios verdadero.
Cuentan los testimonios que el apóstol de América permaneció varios días con los neófitos, predicando y bautizando, grabando en forma indeleble en sus almas sedientas las verdades de la Fe, con las bendiciones del Niño Alcalde.
Mucho deben haber tocado a los nuevos cristianos las imágenes de Nuestro Señor Jesucristo y de la Madre Dolorosa en aquella histórica Semana Santa, pues la imaginería y platería española que aún vemos en Iglesias y casas de familia históricas, produjeron maravillas como la Macarena, el Cristo del Gran Poder, el Niño Alcalde…

 No en vano dijera Felipe II: “¡En España podrá faltar el pan, pero nunca el oro!”

De este hecho, de esta gran gesta en suelo riojano que coronaba la fundación, dos años después, nacen la fiesta y el himno del Tinkunaco.

La tradición, enseña Pío XII, es algo vivo, propio de los pueblos católicos. El milagro del Tinkunaco se celebra en La Rioja íntimamente ligado al culto de San Nicolás de Bari, Patrono de la ciudad.
Los Ayllis del Niño Alcalde saliendo de San Francisco y los Alféreces de San Nicolás de la Catedral, participan el 31 de diciembre de una doble procesión, que recuerda el encuentro entre indios y españoles. En los días siguientes se celebrarán numerosos actos de culto y procesiones, hasta de medio millar de caballeros gauchos.

El Obispo de La Rioja preside el Tinkunaco, acompañado por otros Obispos visitantes, el Clero, autoridades de la provincia y la ciudad, y muchedumbre de promesantes del Niño y del Patrono.
La plaza fundacional, frente a la cual se levanta la majestuosa Catedral, tiene a 100 mt el Convento de San Francisco -donde está la celda capilla de San Francisco Solano y otras reliquias de su presencia-, como lo mandaba la Ley de Indias.

A 100 mt en dirección de los 4 puntos cardinales debían erigirse los conventos de las 4 grandes órdenes religiosas (continúan allí también el de Santo Domingo y el de La Merced; el de los Jesuitas fue demolido en tiempos borbónicos de la “Ilustración”).
Continuamos con el Tinkunaco y dejamos para otra oportunidad las coloridas fiestas de San Nicolás y la devoción al misterio de la Navidad en esta Rioja que es merecidamente la capital nacional del Pesebre.
*  *  *
Los descendientes de aquellos diaguitas de guerra -hermanados en la Fe y la sangre con los habitantes de La Rioja y los innumerables Alféreces del santo patrono San Nicolás, con sus vestimentas típicas- inundan la plaza fundacional.
Representados por el Inca y sus ayllis, vestidos con sus mejores galas –vinchas y vivos de colores, escapularios con espejos- tocando la caja bajo un arco de esferas para el Inca, entonan el himno que también lleva el nombre de Tinkunaco* (*encuentro).

Una de las escenas más expresivas es cuando el Intendente -actualmente la Intendente de La Rioja, Dra. Inés Brizuela y Doria-, le entrega al Niño Alcalde por manos del Inca las llaves de la Ciudad, manifestando su propósito de gobernarla conforme la voluntad del Niño Dios, reconociendo en El el origen de su potestad.
Son restos vivos inmemoriales de armonía entre la Fe, la cultura y el orden político modelados por la Tradición viva. El Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, devoto del Niño Alcalde, admiraba en El el símbolo de la unión entre el orden temporal y el espiritual.

Así, al recibir las llaves de la Ciudad de manos de la Intendente municipal, el Inca agradece, conmovido, en nombre del Niño Alcalde, y canta con sus ayllis el Tinkunaco.

La Catedral de La Rioja, maravillosamente iluminada en la época navideña, como también los Conventos de San Francisco, La Merced y Santo Domingo fundados a 100 mt de la plaza fundacional (actual 25 de mayo) en tiempos de la Gobernación del Tucumán, como lo establecían las Leyes de Indias del Estado misional español (cf. P. Cayetano Bruno, OSB, Historia de la Iglesia en Argentina)

De las varias versiones, afines en lo esencial, de este himno, transcribimos una que transmite la impronta de pulchrum (belleza) común al “apostolado medieval” de San Francisco Solano* (*cf. art. del Card. Caggiano para su ingreso a la Academia Nac. de la Historia), y al sentido de lo maravilloso del pueblo riojano, entusiasta de esta ceremonia en que, en contraste con el calor del 31 de enero al mediodía, nos habla de frescura matinal, resplandor y devoción católica:

TINKUNACO* Encuentro (*se canta en quichua)

Año nuevo pakári
Niño Jesús canchári,

Canchári, canchári
Inti tapa llallirpá
Beloy quita quicharí
Kori inti suscambí

Mamay Virgen Copacá (2 veces)

Chuchanca, chuchanca, chuchanca
Mamay Virgen Copacá (2 veces)

Santísimo Sacramento,
Jesucristo llallanchi

Belencio, Belencio,

Belen rosa sachampí
Belen, Belen llastampí
Collar llali yallinchó

Mamay Virgen Copacá (3 veces)
Chuchanca, chuchanca, chuchanca

Traducción al castellano
Amanece el Año nuevo
Resplandece el Niño Jesús
Ilumina, ilumina

Brilla más que el sol
Abre tu velo, el dorado sol está en Ti

Madre mía, Virgen de Copacabana
Tu cabellera es más que el oro
Madre mía, Virgen de Copacabana

Santísimo Sacramento
Jesucristo nuestro Padre
En Belén,
en el rosal de Belén,
En su pueblo de Belén,
Aún al lucero le ganas

Virgen de Copacabana, Madre mía
Tu cabellera es más que el oro

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