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El P. Meinvielle advirtió hacia donde iríamos si no volvíamos a la doctrina católica de siempre. Y esto le acarreó muchas incomprensiones. Transcribimos a continuación algunos extractos de la segunda parte de la conferencia publicada anteriormente “La Iglesia en la Actualidad ” la cual sigue sustancialmente vigente como el día en que fue pronunciado:


Los enemigos de la Iglesia, la masonería y el comunismo, han entrado dentro de la Iglesia y están empeñados en la destrucción de la Iglesia. En esta tarea están empeñados altos Cardenales, altos Obispos, Sacerdotes eminentes, Teólogos de renombre y Laicos encumbrados. La lucha se lleva en todos los frentes y con todas las armas. Se trata de liquidar a la Iglesia. En el frente doctrinario, no hay verdad católica que hoy se mantenga en pie. Se dice que ya el pecado no existe, que el pecado original no existe, que Adán y Eva no existieron…

Al atacar el pecado original, se atacan todos los dogmas católicos. Porque si el hombre no nace pecador y no viene pecador al mundo, ya no necesita salvación. Cristo está demás. No hay un redentor. Y estos teólogos cuestionan la persona de Cristo, cuestionan la Encarnación, cuestionan la Resurrección…

Y esto no algún teólogo aislado, sino muchos teólogos. Y esta enseñanza después se repite en los Seminarios, en las casas de formación…

Al no haber pecado, no tienen razón de ser los sacramentos…

Se cuestiona la Eucaristía, la Transubstanciación…

La Santa Misa no es el Sacrificio de Cristo, sino una cena litúrgica que cada vez se acerca más a un espectáculo o a un show. Esta es la situación de la Iglesia…

«Cielo o Infierno» –dice un teólogo–, «esto no nos preocupa para nada».

Al mismo tiempo que se cuestiona la doctrina, los dogmas fundamentales de la Iglesia, se alienta la corrupción de costumbres. Hasta ahora, la castidad y la virginidad era un don de la Iglesia Católica. El celibato en los sacerdotes, la virginidad en las religiosas… todo esto hoy se cuestiona…

Freud entra en la Iglesia como un «santo padre» y regula la doctrina sexual de seminaristas, religiosos y clérigos. Está el famoso caso de Cuernavaca, de todo un monasterio de benedictinos donde entró el psicoanálisis de Freud… Claro, se acabó todo eso.

Se sostiene que lo que importa hoy es el amor. El amor es la razón de ser de la vida, del matrimonio… Claro, ¿qué amor? Cualquier amor y sobre todo el amor más inferior, el amor puramente carnal. Si la razón de ser del Matrimonio es el amor, se justifica entonces la contra-concepción, que es una carga y es un peso; se justifica el divorcio, porque al cabo de cierto tiempo, las parejas pueden cansarse de amarse; se justifica el homosexualismo, porque hay hombres que no encuentran el amor en las mujeres sino en otros hombres y hay mujeres que no encuentran el amor sino en otras mujeres. Y esto que parece una ocurrencia ha sido enseñado públicamente por un… teólogo, que lo ha propagado en Lovaina, a través de la radio y de la televisión…

Uno queda estupefacto que un teólogo, invocando la teología –hoy la teología sirve para todo, menos para ponernos en comunicación con Dios– pueda proferir estas aberraciones. Y proferirlas públicamente sin que nadie lo llame al orden. Esto por lo que se refiere a la corrupción sexual.

Hay también corrupción social. Aquí es otro gran «santo padre» el que es introducido en la Iglesia: Carlos Marx. Doctor de la Doctrina Social de la Iglesia a quien invocan los curitas y Obispos revolucionarios, que tienen por portaestandarte a Camilo Torres, al «Che» Guevara, a Fidel Castro, a Mao Tse Tung. Y esto ustedes lo pueden ver todos los días en los diarios. Movimientos revolucionarios de Sacerdotes y Obispos, en Brasil, Uruguay, Chile, en ciudades Argentinas, en toda Latinoamérica…

El caso más espeluznante de todos estos es el caso de un dominico francés… que llega a afirmar que hoy no existen cosas de la fe, ni existen cosas de Dios: lo importante es que la Iglesia se entregue a la masa, se funda en la masa. Y trabaje para la liberación de las masas… Dios está en las masas obreras que luchan por su liberación. Ahí está Dios y ahí está Cristo. Y el Sacerdote debe convertirse entonces en un revolucionario.

Yo pregunto: ¿a dónde va esta Iglesia que altera los dogmas católicos, que exhorta a la práctica del amor libre –porque enseñar que la razón de ser del matrimonio es el puro amor carnal, eso es enseñar el amor libre–, que predica la revolución social? ¿A dónde va esta Iglesia que se ha convertido en factor de subversión? Porque esta es la verdad. La verdad desnuda. La Iglesia se ha convertido en factor de corrupción. Yo compadezco a los padres y madres de familia que han de enviar a sus hijos e hijas inocentes a las escuelas de religiosos y de religiosas, o a la catequesis parroquial. Que no se encuentren allí con un curita o una monja que los exponga a perder la inocencia. Antes podía estar muy seguro un padre de familia de mandar tranquilamente a sus hijos a la parroquia o la escuela religiosa. Hoy ya no lo puede estar…

¿A dónde va la Iglesia que se ha convertido en un factor de subversión? Se va a un cristianismo acomodado a un mundo que proclama la muerte de Dios. O sea, Dios ha muerto, Dios no existe y entonces hay que vivir la vida –incluso la vida cristiana– como si Dios no existiera y hubiera muerto.

El Cristianismo ya no tendrá que ocuparse de los temas religiosos. La salvación del alma ya no va a interesar. Hace poco en una Iglesia aquí de Buenos Aires en la puerta decía: «usted no se ocupe de la salvación del alma, ocúpese de los problemas sociales». Y entonces el cristiano se ocupará del problema del hambre, del problema del Vietnam… pero nada de la salvación del alma. Un Cristianismo sin Iglesia, sin Sacerdocio…

Todo este progresismo en la doctrina, en lo sexual, en lo social… esta potenciado por todos los medios de comunicación mundial… Todo está dando cuerda a esta Iglesia progresista. A estos curitas que quieren hoy hacernos olvidar 2000 años de Iglesia y meternos en la Iglesia postconciliar.

Estamos en un momento decisivo. Estamos en el proceso de liquidación de la Iglesia. Estamos pasando de la Iglesia de Sardes –la Iglesia de que habla San Juan en el Apocalipsis– a la Iglesia de Filadelfia, a una Iglesia nueva.

En este momento hay que agarrarse firme a las enseñanzas del Papa [NdE: el Papa en ese momento era el Beato Pablo VI]. Y el Papa enseña que hay dos cosas particularmente que no pueden ponerse hoy en tela de juicio: Tradición y Magisterio de la Iglesia; y las Leyes Constitucionales de la Iglesia con el consiguiente acatamiento al Ministerio de Gobierno Pastoral que Cristo estableció y que la sabiduría de la Iglesia ha desarrollado y ampliado. «En consecuencia», añade el Papa –el 25 de Mayo de 1968–, «si bien debe haber renovación, modernización, diálogo con otros cristianos y libertad religiosa, no puede haber alteraciones en los dogmas tradicionales, ni teología libre subjetiva, ni abrazar ciertos principios negativos de otras confesiones cristianas, ni libertad de consciencia como criterio de verdad religiosa».

Lo mismo recientemente, el 29 de Junio, cuando reafirmó la invariabilidad de la Doctrina e hizo ese Credo ampliado en el cual ratifica las verdades esenciales de la Iglesia.

Pero sobre todo lo que quiero destacar es el significado de la última encíclica, la «Humanae Vitae», que se refiere al problema de la contra-concepción, un problema central clave, porque afecta a lo más íntimo del hombre, a lo íntimo de la familia.

La tesis de la contra-concepción tenía a favor el informe de la mayoría de grandes médicos, psicólogos, sociólogos, teólogos publicitados con Cardenales de gran actuación mundial, Obispos, Sacerdotes, grandes Laicos, con la propaganda a favor en todos los ambientes del mundo. Humanamente había que dar por triunfante la tesis de la contra-concepción… Con ella el derecho natural iba a caer como una antigualla de conciencias timoratas. Iba a caer igualmente la inmutabilidad de la Iglesia docente. Y ya se imponía el cambio de la Iglesia postconciliar. Cambio en Moral, cambio en Doctrina… Directamente desde Roma iban a dictar el Dogma y la Moral al mundo nuevo. Esto es lo que humanamente se podía esperar con la enseñanza del Papa sobre este tema. Pero he aquí que Dios asiste a la Iglesia con una protección especial. Y Pablo VI, Vicario de Cristo, superando la debilidad de la carne y de su carácter pendular, se siente asistido por el Espíritu Santo y proclama con valentía que la contra-concepción se opone al derecho natural. Y proclama el Papa: «así, quien reflexiona rectamente deberá también reconocer que un acto de amor recíproco que prejuzgue la disponibilidad a transmitir la vida que Dios Creador, según particulares leyes ha puesto en él, está en contradicción con el designio constitutivo del Matrimonio y con la voluntad del Autor de la Vida»…

Con esta palabra del Papa, no sólo queda dirimida la cuestión, sino que la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, se levanta como signo de contradicción frente al mundo. Los intentos de los enemigos mundiales para aprisionar a Jesucristo y a su Iglesia quedan rotos y desbaratados. El Papa es libre frente a las fuerzas mundiales…

Estamos pasando de la Iglesia de Sardes, la Iglesia de Creso, la Iglesia de la acumulación de riquezas, acumulación del mundo capitalista, acumulación del mundo comunista, estamos pasando a la Iglesia de Filadelfia. Estos años y estos meses que vienen, van a pasar cosas grandes en el mundo…

San Grignion de Monfort anuncia que viene una época grande para la Iglesia… nos habla de Santos, Santos grandes que van a dejar atrás a los Santos que hemos conocido. Los van a dejar atrás, como los Cedros del Líbano dejan a los árboles más pequeños. O sea, vendrá un momento de intensidad espiritual muy grande en el mundo, donde florecerá la santidad, la castidad, la virginidad, y las grandes virtudes y el heroísmo del cual ha dado muestras la Iglesia en todos los tiempos.

Hoy la Iglesia está reducida al silencio. Hablo de la Iglesia Verdadera, la Iglesia Tradicional, de todos los Concilios. Del Concilio de Nicena hasta el Concilio Vaticano II. La Iglesia Tradicional está en silencio. No puede hablar porque la publicidad la tiene ahogada. Algo grande está pasando porque recién el Espíritu Santo le ha dado fuerzas al Santo Padre para que desafíe la publicidad mundial y hable. Y hable claro: exponiendo la Doctrina de siempre de la Iglesia Católica.

Para acabar voy a leer unas palabras de Don Orione… «No seamos de esos catastróficos, que creen que el mundo va a terminar mañana. La corrupción, el mal moral son grandes, es verdad. Pero sostengo y creo firmemente que el último en vencer ha de ser Dios… Una gran época está por llegar, esto por la misericordia de Jesucristo Señor Nuestro. Y por la celestial y maternal intercesión de María Santísima… A esta era, a este grandioso y jamás visto triunfo de la Iglesia de Cristo, nosotros, a pesar de mínimos, debemos aportar la contribución de nuestra entera vida. En cuanto esté de nuestra parte debemos prepararla, darle prisa con la oración incesante, con la penitencia, con el sacrificio, con la transfusión de nuestra fe y de nuestra alma…».

FUENTE : (Extractos) Conferencia del R. P. Dr. Julio Menvielle pronunciada en el Colegio de La Salle (Buenos Aires, Argentina) el 3 de Agosto de 1968.

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