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En el año 2020, a doscientos cincuenta años de su natalicio y doscientos años de su paso a la inmortalidad, como Director de la Escuela Superior de Guerra Conjunta honramos al insigne general a través de una serie de eventos académicos, entre los que se llevó a cabo un ciclo de seis conferencias llamado ‘General Manuel Belgrano, Arquetipo de la Patria’.
En esta expresión con la que se tituló este ciclo, los dos términos principales fueron: arquetipo y Patria. No fueron puestos al acaso, sino con un profundo sentido pedagógico. En cada uno de ellos está la significación que nos hace regresar una y otra vez la mirada hacia el General Manuel del Corazón de Jesús Belgrano, y no sólo recordarlo en estos aniversarios. Creemos oportuno recordar algunas ideas, hoy en este junio de 2024.
Un arquetipo es un paradigma, un modelo y, etimológicamente, el modelo original, primigenio, la fuente de la que surge el camino a seguir. En nuestro caso, esto significa sin más, el hombre argentino esencial.
Las figuras arquetípicas en la historia son los varones y mujeres singulares que, a pesar de su apariencia común, suelen ser el motor de los sucesos, quienes marchan a la cabeza de los hechos históricos, a veces en tal silencio y con tal naturalidad y abnegación que, paradójicamente, parecen no merecer el recuerdo sostenido. Hombres y mujeres, que acometen y asumen empresas extraordinarias. Pero, en estas personas, no basta con el empuje. En sus obras, principalmente, plasman un ideario, resumen un destino y un propósito común, convencen porque están convencidos y enamoran porque están enamorados.
Lo otro es la Patria. Y si de amor se trata, la Patria es lo amado. La Amada. A ella va el que la ama de ella se ocupa y la cuida; sus sueños son con ella; sus dolores, los de la Patria; sus batallas, son por ella; sus heridas también son por ella. Sus alegrías son verla triunfante, sana, gloriosa, limpia. La convicción en los verdaderos patriotas se llama amor a la Patria. Aunque hayamos gastado esta palabra tantas veces, en tantas cosas que no se la merecen, que nos cuesta decir honda y sólidamente que amamos a nuestra Patria. Amor es entrega, generosidad, abnegación, buscar el bien de lo amado más que nada, sostener y alegrar a quienes amamos, regalar nuestro tiempo y nuestro esfuerzo, compartir sus dichas y sus gozos, acompañar sus dolores y sus heridas, estar a su lado y querer estar siempre a su lado. Por eso hay héroes y arquetipos, eso es lo que los distingue y los exalta: su amor a la Patria.
UNA VERDAD QUE ES NECESARIO REPETIR
Las raíces de un pueblo están en suelo de la Patria y en la Historia de aquellos que hicieron de esa tierra una Patria. Las raíces de un pueblo están en la tradición, es decir en aquello que se transmite de generación en generación: la fe, la lengua, la cultura, el heroísmo del pasado, el esfuerzo del trabajo, las costumbres, etc., todas aquellas cosas que nos marcan y nos distinguen con características propias y nos hacen ocupar un lugar propio en el concierto de las naciones.¿Qué pasa si un árbol no tiene una tierra donde clavar sus raíces y no tiene agua que lo alimente? El árbol se seca, queda como una plantita raquítica. Lo mismo le pasa a la Nación que se desentiende, rechaza, olvida o niega sus raíces.
Belgrano, nos legó una Bandera. Y no cualquier bandera.
Según el diccionario de la Real Academia Española, la bandera es una “tela de forma comúnmente rectangular, que se asegura por uno de sus lados a un asta o a una driza y se emplea como enseña o señal de una nación, una ciudad o una institución”. O bien “insignia de una unidad militar que lleva incluido un símbolo o distintivo que le es propio”. Es un distintivo exterior que aglutina, reúne, uniforma y que representa la uniformidad interior y espiritual que une a un pueblo o nación, o a un ejército, para llegar a ser un solo sentimiento, un solo corazón, una sola voluntad y un solo frente ante al enemigo.
Las banderas son pues, la manifestación de una comunión espiritual verdadera. En general, la bandera nacional se caracteriza por unir a los hombres de una nación: debajo de ella desaparecen las rivalidades, las diferencias, lo que enfrenta a los hombres, para convertirlos en una sola Nación, que se identifica, precisamente, con su Bandera. Por eso, la Bandera Nacional es incuestionable. Y mucho más en nuestro caso, la República Argentina, porque la Bandera Nacional, por designio divino y no por deseo humano, lleva los colores celeste y blanco del Manto de la Inmaculada Concepción de Luján. Y Esto es así porque el creador de la Bandera Nacional, el General Belgrano quiso, por un acto de devoción suya a la Virgen Inmaculada, de la cual era devoto, homenajearla y darle a la bandera los colores celeste y blanco de su Manto Inmaculado. Así lo atestigua el hermano del General Belgrano: “Mi hermano quiso darle a la Bandera los colores celeste y blanco de la Inmaculada de Luján, de la cual era muy devoto”.
Hay infinidad de testimonios de la significación de nuestra Enseña Nacional, a pesar de los constantes esfuerzos de los “chatarreros” de la historia que quieren cambiar el sentido sagrado de las intenciones e ideas del creador de la Bandera Argentina.
También, así lo sostuvieron los patriotas de todos los tiempos en nuestra patria. En 1806/1807 la Virgen de La Reconquista de Buenos Aires dio el triunfo a las fuerzas de Don Santiago de Liniers contra el invasor Ingles, conocida es la devoción de San Martín y Belgrano por la Virgen, a quien ambos nombraron Generala de los Ejércitos, la Virgen del Rosario iluminó la heroica recuperación de nuestras Islas Malvinas y La Virgen de Lujan acompañó a nuestras valientes tropas de aire, mar y tierra en la Gesta de 1982 contra la usurpación británica. La Virgen y su manto. La bandera y sus colores. Belgrano y su visión trascendente de la Patria, son un hilo conductor que nos guía e interpela acerca del camino y el rumbo a seguir.
LA BANDERA Y LA VIRGEN DE LUJÁN
Refiriéndose a Luján en octubre de 1934 cuando visitó nuestra Patria, dijo el futuro Papa Pío XII: “…al entrar en aquellas espaciosas naves, al ver las banderas que Belgrano ganó en Salta, o la espada que San Martín blandió en el Perú; al leer los mármoles que recuerdan la solemne coronación de 1887, la primera de América, o el reconocimiento de su patrocinio sobre las tierras del Plata, en 1930; al subir a aquél camarín, tan rico como devoto, entonces, sólo entonces, nos pareció que había llegado al fondo del alma grande del pueblo argentino”.
A los argentinos actuales y sobre todo a los jóvenes, se les deben presentar “rumbos” claros como los de Manuel Belgrano. Basta de “veletas” que van hacia donde los lleva en viento. Volvamos la mirada a quienes marcan el “Rumbo”.
El general Manuel Belgrano, entendía esto claramente y creó la bandera con significación trascendente. Porque conocía la naturaleza humana para conducir a sus hombres y mujeres a la lucha por la Patria.
Los liderazgos (como el de Belgrano) se construyen y se apoyan en el uso de los símbolos, gestos y rituales, estratégicamente pensados, y en otros casos espontáneos. Los símbolos acompañan al líder a reforzar su identidad, condiciona a sus seguidores a identificarlo con algún elemento que lo hace particular, los símbolos son parte de la persona que construye su liderazgo; por otra parte, “los rituales son una serie de acciones basadas en las creencias del líder y el entorno, que gozan de valor psicológico y establecen vínculos, acuerdos y patrones de comportamiento entre el equipo; estos suelen ser más poderosos que la firma de un contrato, que el paso del tiempo y que la distancia geográfica” (profesor A. Ojeda).
La Bandera es un símbolo de esa realidad humana que Dios quiso para nosotros que es la Patria. Es un símbolo, y un símbolo que está por encima de cualquier otro símbolo. Con ello, afirmamos contundentemente, que la Patria está por encima de las divisiones de clases y de las divisiones de partidos y de cualquier otra división. Porque el Bien Común de la Patria está y tiene que estar por encima de todos los intereses particulares.
Nuestra Bandera es el único símbolo que une a todos los argentinos en una empresa común. Y esa empresa común es la Patria.
El padre Alberto Ezcurra recuerda: “El símbolo es algo que hacen los hombres. Pero los hombres para hacerlo tienen en motivo, y después ese símbolo que ha sido elegido pudo a lo mejor ser de otro color, de otra forma, pero ese símbolo que ha sido elegido se une a la historia de una Patria. Y van pasando los siglos, los años, va pasando el tiempo y ya no se puede decir de ese símbolo que se puede cambiar, que es sólo un pedazo de trapo, que es algo que podría ser distinto. No. ¿Por qué? Porque cuando ese símbolo ha pasado a ser el distintivo de una Nación y de una historia, ese símbolo de alguna manera está siendo consagrado por los hombres. Por los hombres en el cual mirándolo se reconocen, por los hombres que han derramado su sangre para defender ese símbolo sabiendo que defendían a la Patria, por los hombres que han prestado por generaciones y generaciones el juramento, por los que han sentido un día en su corazón la emoción al ver la Bandera que se iza en la mañana en el patio de la escuela, o en el mástil del cuartel. El símbolo que une a todos los argentinos por encima de cualquier otra cosa, el símbolo decíamos, dependiendo de quienes han derramado su sangre, ya no es algo accidental, ya es algo importante, es algo que va unido de profunda a la historia de una patria”.
Como corolario: La voz más alta y más autorizada que se ha expedido sobre esta vinculación que aquí hemos intentado exponer entre los colores de nuestra bandera y el manto de María Santísima, pertenece a SS Juan Pablo II. El viernes 13 de noviembre de 1998 en oportunidad de visitar la Iglesia Argentina en Roma, dijo el Santo Padre casi al concluir sus palabras: “Ante tu imagen de la pura y limpia Concepción, Virgen de Luján, patrona de la Argentina, me postro en este día junto con todos los hijos e hijas de esa tierra querida, cuyas miradas y cuyos corazones convergen hacia ti (…) Virgen de Luján, cuida al pueblo argentino, sostenlo en la defensa de la vida, consuélalo en la tribulación, acompáñalo en la alegría y ayúdalo siempre a elevar la mirada al cielo, donde los colores de su bandera se confunden con los colores de tu manto inmaculado”.
Esta es la razón por la que el recuerdo y la memoria vuelven al General Manuel Belgrano una y otra vez. No solamente en los aniversarios que lo recuerdan.
Buscamos en él a uno que nos enseñe el amor a la Patria. Hoy más que nunca el General Belgrano nos Interpela desde lo alto: “¡Ay Patria mía!”.
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