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Olivia Maurel, nacida de un vientre de alquiler, es ahora portavoz de la Declaración de Casablanca, que pide la abolición mundial de la maternidad subrogada. Tras reunirse el jueves con el Papa Francisco, tiene previsto intervenir en la Conferencia Internacional para la Abolición Universal de la GPA, que se celebra en Roma los días 5 y 6 de abril
esde hace varios meses, Olivia Maurel, franco-estadounidense treintañera, casada y madre de tres hijos, se expresa en las redes sociales para contar su conmovedora historia. Nacida por gestación subrogada en Estados Unidos, tuvo que esperar hasta los 30 años para descubrir la verdad sobre sus orígenes, aunque asegura que siempre ha sentido mucho dolor y dudas desde su nacimiento.
«Crecí en un entorno familiar normal, con padres que tenían dinero», confiesa en un comunicado compartido en las redes sociales. «Siempre tuve la sensación de que algo iba mal, de que había una diferencia con mi madre». Durante su infancia, adolescencia y de joven adulta, varios indicios le hicieron creer que había nacido a través de un vientre de alquiler. «En mi partida de nacimiento pone que mi madre biológica es mi madre intencional, pero que nací en Estados Unidos. Pero no había ninguna razón para que mi madre diera a luz allí».
Más tarde, cuando tenía unos 16-17 años, investigó sobre Kentucky, y más concretamente sobre el condado de Louisville, y descubrió que allí había centros de gestación subrogada. «Y entonces todo cobró sentido en mi cabeza. Fue como algo obvio», dice la joven.
Para su 30 cumpleaños, su suegra decidió ofrecerle una prueba de ADN. «Me di cuenta de que no tenía ni un 1 % de origen francés en la sangre y de que mi futura madre era francesa», resume Olivia.
«Me quité un peso de encima. Por fin tenía una prueba física de toda mi existencia, de treinta años de dudas y mentiras, y eso me hizo mucho bien. Me sentí feliz. No puedes construirte a ti mismo sin saber de dónde vienes».
Desde entonces, no ha dudado en contar su dolorosa historia, con la esperanza de movilizar a la comunidad internacional para abolir de una vez por todas la maternidad subrogada. «Como niña, siempre es complicado darse cuenta de que en algún momento fuiste objeto de un contrato, que fuiste una cosa, que te vendieron», dice emocionada. «Me compraron y me vendieron». Olivia continúa: «Cuando además sabes que el 50 % de ti está en algún lugar del mundo y no sabes qué es ese 50%… Es muy difícil. Lo más traumático del PAM es la separación de la madre, que lleva al niño durante nueve meses y luego tiene que renunciar a él».
Por: Bérengère De Portzamparc
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