Compartir
Sergio R. Castaño
1. Ensalza la Argentina de Pavón. Toda una declaración de principios: masónica, liberal y antitradicional.
2. Es ridículo hablar de Argentina primera potencia mundial a finales del s. XIX. Argentina era, por la feracidad de sus suelos, un Estado rico, pero no una potencia mundial, porque para esto es necesario contar, ante todo, con una política internacional independiente.
3. ¿“Colectivismo” en Argentina?, ¿y desde hace cien años?
4. El crecimiento económico exponencial a partir del s. XIX (crecimiento material, porque fue acompañado de un proceso de involución espiritual y descristianización) no se correspondió con una justa distribución de los bienes. Y esto ha sido objeto de una persistente crítica de los Papas durante más de un siglo.
5. Hablar de pobreza extrema en 1800 es de un anacronismo inaceptable: ¿con qué parámetros? La comparación del momento actual con el modo de vida tradicional en el campo no tiene goyete.
6. El capitalismo liberal ha sido condenado por la Iglesia católica desde Pío IX en adelante, en todo el cuerpo orgánico de su Doctrina Social. Eso no es “doxa de izquierda”.
7. A partir de allí, Milei lanza una falsa comparación entre individualismo y colectivismo, cuando la auténtica debería ser entre individualismo y primacía del bien común, además de entre individualismo y recta justicia distributiva. Nótese la premisa falsa e ideológica de Milei: identificar todo lo que se opone al individualismo capitalista con colectivismo socialista.
8. Se sigue una impugnación de la justicia distributiva y de la justicia general o del bien común a partir de la falsa idea individualista liberal de que la sociedad política no existe. Porque en el esquema ideológico de Milei no existiría realmente una unión de hombres para perseguir un fin común que no está al alcance de ellos actuando aisladamente; un fin que es alcanzado por la colaboración: colaboración actual de los estamentos y los individuos, y colaboración transhistórica de las generaciones en una patria. Por eso, por ejemplo, según Milei, sería intrínsecamente injusto el impuesto: porque el impuesto sirve para sostener aquellas imprescindibles estructuras de la sociedad encargadas del gobierno y de la administración de lo que es común a todos. Y para Milei sólo habría individuos y grupos persiguiendo sus fines particulares, y no un fin común a todos, que exige una dirección hacia ese fin superior (o sea, un gobierno).
9. Una observación, ya fuera del plano de los principios. Es notable cómo la realidad fáctica desmiente a quien miente: allí lo tenemos al “libertario” incrementando salvajemente los impuestos sobre la sociedad que hoy preside.
10. Continúa con “las leyes del mercado”. La oferta y la demanda es ley de la economía, es verdad. Pero la otra ley fundamental es la de la reciprocidad en los cambios, o sea la de la justicia. Sobre esto, toda la doctrina clásica y cristiana, desde la Ética Nicomaquea de Aristóteles hasta Julio Meinvielle y Héctor Hernández.
11. El facilitamiento y la no obstrucción de la legítima iniciativa privada –que esgrime Milei- no se sigue de los principios liberales, sino del recto orden natural de la sociedad humana, que debe ser respetado.
12. Comparece por primera vez “la academia”, como enemiga del (des-)orden liberal. Volverá a aparecer.
13. El mundo de hoy es “más rico, próspero y pacífico” que nunca… -Sin comentarios.
14. Los “países libres” no han ejercido el liberalismo hacia adentro, cuando esto podía socavar su interés nacional. Y, como Estados poderosos, también se benefician de la debilidad política de los Estados materialmente ricos, pero carentes de una clase dirigente patriota. Porque el poder acarrea riqueza. Y el máximo poder es el internacional, que se traduce necesariamente en poder imperialista.
15. Viene después la reiteración de la “definición ético-económico-jurídico-política” de un supuesto recto orden social, según Benegas Lynch (“El respeto irrestricto al proyecto de vida del otro…”) . La cual es perversa, porque el proyecto de cada uno podría ser aberrante, antihumano y antisocial.
16. Milei habla de “bienestar general”. Pero conste que éste no es el bien común. Porque para Milei no existe el auténtico bien común sino una suma de ventajas particulares, de la cual algunos podrán beneficiarse per accidens “por derrame”.
17. Viene la embestida contra quienes se oponen al liberalismo, que Milei llama “libertarismo”: en realidad, no hay nada nuevo bajo el sol, porque este libertarismo blande los principios teóricos históricos fundamentales del (des-)orden liberal.
18. Continúa. Todos los que se oponen al liberalismo son socialistas (marxistas), los mismos que han asesinado a más de cien millones de personas. Y vuelven a parecer los “académicos” como conjunto monolíticamente antiliberal: o sea, socialista.
19. A la resistencia en la realidad objetiva, que algunos liberales llamaban “fallos del mercado”, Milei le opone la idea de un mercado infalible.
Y ¿por qué es necesariamente infalible el mercado? Porque los intercambios son voluntarios, pero “voluntarios” en el sentido de ausencia de coacción extrínseca (física). Y es aquí donde, sin nombrarlo explícitamente, comparece el escenario ideal del liberal, que nos lleva a “la época de oro” del s. XIX. Ejemplo nuestro: un empresario ofrece una suma vergonzosamente ínfima a un trabajador, y éste tiene la libertad (o sea: no hay coacción física que lo fuerce) de aceptar o rechazar la oferta. Es la ley de la oferta y de la demanda, sin intervenciones extrañas a ese “mercado”. El empresario es físicamente libre de ofrecer un salario de hambre; y el operario es físicamente libre de aceptar trabajar como un cuasiesclavo, porque ese mísero salario es lo único con lo que cuenta para llevar algo a su familia.
20. Pero aquí va a aparecer el Mal, señala enseguida Milei: el demonizado Estado (“Estado”, entendido como gobierno y administración), que puede imponer regulaciones que impidan la libertad física de los contratantes. Porque hasta ese momento, había libertad de mercado y los bienes y servicios se intercambiaban con libertad. Y el único criterio de “justicia” (aunque sea abusivo hablar de justicia en este escenario físico) es esa tal libertad. La explicación es clara. Al no existir el Estado (como comunidad política) no hay derecho a que el Estado (como gobierno) se inmiscuya en los contratos entre los particulares. Al Estado como gobierno, reducido a monopolizador de la coacción, sólo le toca impedir que se ejerza violencia física en los contratos y a resguardar la propiedad privada.
21. Después viene ¡la apología del monopolio! por Milei, donde la competencia ha sido eliminada, porque hay uno solo que impone su libre voluntad en la -y en la sociedad-. Entonces, nótese, esta libertad proclamada por Milei no garantiza una pluralidad de sujetos económicos libres, sino que lleva a la concentración de la riqueza en un solo punto. Pero esta concentración -que supone haber absorbido y eliminado a todos los competidores más débiles o menos inescrupulosos- no es injusta, porque ha respetado la libertad física de los concurrentes. Como se ve, esto no es defensa de la propiedad y de la libertad para todos (las cuales -agregamos nosotros-, reguladas por la justicia, son exigencias del orden natural), sino defensa de la libertad en abstracto -que termina siendo libertad (física) del más fuerte: es el estado de naturaleza de Hobbes, pero custodiado por el poder político coactivo al servicio de los poderosos. A estos empresarios monopólicos los llamará héroes.
No en vano los Papas han denunciado al liberalismo como padre del marxismo, en tanto la flagrante injusticia liberal prohijó la mal inspirada reacción socialista.
22. Continúa: esta concentración ha aumentado la riqueza, el “producto bruto per cápita”, dice Milei, que no es sino la cantidad de bienes -sin prestar atención a cómo se han distribuido (porque eso no es reflejado por el producto bruto per cápita).
O sea: crecimiento económico lo entiende Milei como aumento de la riqueza. Cómo esté distribuida, no interesa.
23. Y continúa diciendo algo que se traduce así: cada vez que se pretenda impedir un atropello de un fuerte contra un débil, se estarán echando las bases del socialismo y de la pobreza.
24. Una tremenda falacia que sobrevuela gran parte del discurso -que es economicista y sólo ocupa un minuto con el “marxismo” cultural-: sostener que el nivel de vida occidental actual se debe al liberalismo salvaje tal como se operó en el s. XIX. Siendo, por el contrario, que el mejoramiento del nivel de vida de los ciudadanos en el s. XX se debió al atajamiento de las injusticias flagrantes del liberalismo, y esto gracias a una legislación que contuvo sus excesos y dio participación a la mayoría en la distribución de la riqueza. Sin que esa defensa de los trabajadores y esa mayor distribución conspiraran contra el aumento de la producción de bienes y servicios, como hubiera sido con el esquema ideológico de Milei. Pues ocurrió todo lo contrario.
25. Después viene la denuncia por Milei del “marxismo cultural”, bajo la forma de denuncia del feminismo, el ecologismo y el control poblacional. Lástima que el orador pase por alto que aquí se han dado la mano cierta dialéctica marxista con el individualismo, el agnosticismo y el relativismo liberales -sin los cuales esa dialéctica sería impensable. De allí la impronta liberal y burguesa del “progresismo” cultural.
Milei, en su línea economicista, deplora sobre todo en este “marxismo” cultural el pretexto para la aparición de la intervención estatal.
26. Tercera carga contra las Universidades como bastiones del “socialismo”.
27. Menciona “la agenda sangrienta del aborto”. Significativa hipocresía: su gobierno emprende en Argentina una embestida -incluso inconstitucional- para echar por tierra gran parte del sistema legal argentino … pero ni se les ha ocurrido derogar la ley del aborto.
28. “Occidente”, para Milei -que lo nombre varias veces-, es, por supuesto, el bloque atlantista capitalista y liberal, anglosajón-sionista.
29. Entre los males sobrevinientes al “socialismo” están en primer lugar, para Milei, la emisión y el endeudamiento. Los cuales -nótese- no han cesado en su gobierno.
30. Hace luego una bolsa muy poco seria, de barricada, o peor: de programa de televisión (cómo ésos en los que lo dejaban hablar sin interrumpirlo, cuando lo inventaron como político), con todos los sistemas que se oponen a su panacea. Afirma que todos ellos quieren digitar la vida de los individuos en su totalidad. Dicho de toda la lista, esto es una gran falsedad.
31. Cien años de colectivismo en Argentina, señala. O sea que, con Yrigoyen, Castillo, Perón, Frondizi, Onganía, el “proceso”, Menem, etc. hubo un régimen que se califica con una nota propia del sistema marxista-leninista…
32. Culmina dirigiéndose a los empresarios internacionales del Foro de Davos, que son los “héroes”, para que no se amedrenten en sus negocios y sigan beneficiando a la humanidad. Y recordando que el Estado (en principio, el gobierno y la administración, pero también, desde ya, el Estado-comunidad -que es el que exige la presencia de una dirección al bien común-) es “un mal en sí mismo”.
33. En resumen, una declaración de principios del liberalismo más rancio e ideológico. Anticristiano, antinacional y antihumano.
MANTENTE AL DÍA