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Decíamos en La Prensa “un árbol necesita una tierra donde echar raíces, un hijo necesita una familia donde nacer, crecer y de la cual recibe la cultura y la educación como hombre. Y un pueblo también tiene que echar raíces.”
Las raíces de un pueblo están en suelo de la Patria y en la historia de aquellos que hicieron de esa tierra una Patria. Las raíces de un pueblo están en la tradición, es decir, en aquello que se transmite: en la fe, en la lengua, en el heroísmo del pasado, en el esfuerzo en el trabajo, en todas aquellas cosas que nos marcan y nos distinguen con características propias y nos hacen ocupar un lugar propio en el concierto de las naciones. ¿Qué pasa si un árbol no tiene una tierra donde clavar sus raíces y no tiene agua que lo alimente? El árbol se seca, queda como una plantita raquítica. Lo mismo le pasa a la Nación que se desentiende, rechaza, olvida o niega sus raíces.
Nuestras raíces tienen mucho que ver con el 12 de octubre.
DIA DE LA RAZA
El presidente Hipólito Yrigoyen estableció el Día de la Raza, mediante un decreto del cual cabe citar algunos párrafos. Entre otras cosas se dice allí: “El descubrimiento de América es el acontecimiento más trascendental que haya realizado la humanidad a través de los tiempos (…) Se debió al genio hispano intensificado con la visión suprema de Colón. (…) La España descubridora y conquistadora volcó sobre el continente enigmático el magnífico valor de sus guerreros, el ardor de sus exploradores, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios, la labor de sus menestrales, y derramó sus virtudes sobre la inmensa heredad que integra la nación americana.”
RESCATANDO A COLON
Este 12 de octubre queremos recordar y honrar al Gran Almirante que, para defender y extender la Cristiandad, el 12 de octubre de 1492, descubrió América. Suceso que López de Gómara llamó “La mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la Encarnación y muerte del que lo creó”. Fue una peregrinación de carácter más divino que humano, encaminada a formalizar una Cruzada marítima contra el Islam, que amenazaba a Europa, según se enseñara en la Escuela de Sagres, la emprendiera el Reino de Castilla y León y la financiara el Obispo de Badajoz, tesorero de la Bula de la Cruzada.
Por disposición providencial “nada está encubierto que no deba ser descubierto”, Mt. 10, 26-, Descubrimiento y Descubridor se correspondieron, nos dice con corrección D Enrique Díaz Araujo.
Con precisión, S. S. León XIII definió esos acontecimientos. En su Carta Encíclica “Quarta abeunte saeculo”, dirigida a los Arzobispos y Obispos de España, Italia y Ambas Américas, del 16 de julio de 1892 , dijo del 12 de octubre de 1492: “Esto es lo que considerado en sí mismo, es el más grande y hermoso que edad alguna vio jamás llevado a cabo por los hombres”.
Debemos considerar como encuadre histórico a este magnífico hecho del descubrimiento que, el Sumo Pontífice Pío II había proclamado en Mantua una Cruzada contra los musulmanes. Dada la caída, en 1453, de Constantinopla en manos del Sultán Mahoma II, la empresa bélica cristiana por la vía terrestre parecía imposible. El nauta genovés Cristóforo Colombo, junto a otros acreditados colegas suyos, había sido convocado a la escuela de Sagres, por el príncipe Enrique el navegante, para planificar una cruzada marítima, que fuera a las Indias- que así llamaban los europeos a las tierras posteriores al Califato- para “caerle por la espalda al Islam”. Como Colón no compartía la decisión de ir hacia el Oriente, siguiendo la Costa Africana, se apartó de Sagres y fue a Castilla con su proyecto de ir a las Indias por el Mar Océano hacia el Occidente, que presentó a los Reyes Católicos y fue aprobado. El dinero para solucionar el negocio del noble Luis de Santangel, tesorero de la Corona de Aragón, le fue reembolsado por el Obispo de Badajoz, Fernando de Villadiego, tesorero de la Cruzada en Castilla. (Ver: Azuara, Marisa, Cristóbal Colón. La Cruzada Universal, Madrid, Educación, 2011; y ver también en Esparza, José Javier, La Cruzada del Océano, Madrid, La esfera de los libros, 2015. Décadas antes, nosotros habíamos publicado en Buenos Aires y Guadalajara el trabajo sobre “Colón, el medieval portador de Cristo”).
Sin embargo, en la Argentina ya desde la Generación de la llamada Organización Nacional inició un proceso de difamación y tergiversación del sentido de la obra civilizadora de España que se continuó insistentemente tejiendo una “Leyenda Negra”, falsa y dañina.
Como ejemplo tomaremos un par de textos de uno de los máximos exponentes de esa generación: Domingo Faustino Sarmiento. “Esta España que tantos malos ratos me ha dado, téngola por fin, en el anfiteatro, bajo la mano… y si por fortuna me toca andarle con los dedos sobre una llaga a fuer de médico, aprieto maliciosamente la mano para que le duela… Poned, pues, entera fe en la severidad e imparcialidad de mis juicios, que nada tienen de prevenidos. He venido a España con el santo propósito de levantarle un proceso verbal para fundar una acusación, que como fiscal reconocido ya, tengo de hacerla ante el tribunal de la opinión de America” (Libro Viajes, T. II) Decimos nosotros: ¿Quién le dio a este señor ese mandato? ¿Fiscal de quién y por qué?
En sus Obras Completas, t.36 pp 204-237, podemos encontrar su derroche de odio: “España es una raza atrofiada que no da esperanza de mejora… En tanto el cráneo de los norteamericanos se ha abovedado, el de los españoles se ha contraído… han perdido el hábito de ejercitar el cerebro… hay que abrirles la boca para hacerles tragar un libro” (Sarmiento).
Y otros autores como Juan Bautista Alberdi escribieron: “Dos cadenas nos ataban a Europa, una material que tronó, otra inteligente que vive… A la España le debemos las cadenas, a la Francia la libertad”.
Juan María Gutiérrez: “Se necesita cuando menos medio siglo para que el moho español deje este cuerpo y se robustezca”.
El decreto del presidente Hipólito Yrigoyen inauguró 90 años de sentido festivo, reparatorio de la “empresa que tuvo el sentido de una auténtica misión”, dejando atrás la hispanofobia asentada en Pavón.
ENCUENTRO DE CULTURAS
Afimar el sentido de la obra de España, de ninguna manera significa rechazar el Respeto a la Diversidad Cultural, o sea del respeto a las manifestaciones culturales que siempre integraron la raíz cultural de nuestra nación. En nuestras raíces está el encuentro de culturas: la cultura indígena o de los pueblos originarios, con la cultura de la España misionera y conquistadora y de esa madurez de pueblos que se independizaron de la Madre Patria, nació una cultura que es, al mismo tiempo, muy antigua y muy nueva. Nuestra cultura de la Iberoamérica, que tan bien sintetiza el poeta nicaragüense Rubén Darío cuando, desafiando a Roosevelt y al imperio del Norte, dice: “Esta América nuestra que tiene sangre indígena, que reza a Jesucristo y que habla en español”.
¿Significa esto renegar de nuestros pueblos originarios? Todo lo contrario. Lo que significa es que, tal como lo hizo en su momento España y luego la Nación argentina, de lo que se trata es de integrarnos culturalmente, de evitar discriminarlos, asimilándolos por completo al resto de la población y facilitándoles así que sean tan argentinos como los mejores argentinos, como sucedió con los italianos, los rusos, los polacos, los judíos y un gran etcétera. ¡Esa es la Argentina!
El mismo Perón, en una conferencia pronunciada el 12 de octubre de 1947 en la Academia Argentina de Letras, nos daba una pista sobre el particular al decir: “Algunas corrientes ideológicas de signo progresista pretenden imponer una visión deformada de la Conquista de América, preconizando un indigenismo anacrónico, tergiversador y deformante de la Historia. Los peronistas no podemos caer en el juego de aquellos que en nombre de “los pueblos originarios” aborrecen nuestra identidad hispanoamericana.
Importante aclaración: Siguiendo las enseñanzas de nuestro amigo Juan Luis Gallardo: “… Para despejar un eventual equívoco, antes de concluir quiero aclarar algo que, quizá, no requiera aclaración. Me refiero a la posibilidad de que a alguien se le ocurra asimilar la hispanidad a la nacionalidad española. Concepto desde luego equivocado pues la hispanidad constituye un conjunto de ideales, un puñado de valores, que aparecen desligados de nacionalidades y ascendencias. Sirvan algunas menciones para ilustrar lo que digo: Cristóbal Colón, descubridor del Nuevo Mundo para la corona castellana, era genovés. Carlos I de España y V de Alemania, el gran emperador, teutón. Griego, Doménico Teotocópuli, aquel genio que pintó el alma hispana. Ambrosio de Spínola y Grimaldi, representado por Velázquez en su célebre cuadro “Las Lanzas”, Capitán General del Ejército de Flandes, genovés como Colón. Francisco de Paula Bucarelli, gobernador del Río de la Plata que dispuso la expulsión de los ingleses de las Malvinas, en 1770, descendía de italianos. Washigton Irving, escritor enamorado de la alhambra granadina, era norteamericano. Y la más conocida de las Carmen, seguramente hablaría con acento francés, como Bizet, autor de la ópera que le está dedicada”. Y sigue con exactitud el Dr. Gallardo: “¿Y qué es la Hispanidad? Diría que es profesar la fe en Jesucristo y el amor a María Santísima, poseer el sentido del honor, respetar a la familia bien constituida, amén de practicar el coraje, la hospitalidad y la galantería. Sin olvidar que es a través de España que estamos insertos en la Civilización Cristiana, como legítimos herederos de Grecia y de Roma.”
¡No olvidemos argentinos nuestras raíces para no languidecer como una planta raquítica!
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