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- 15 DE FEBRERO, 2022
- BUENOS AIRES (AICA)
El 7 de febrero se recordó a Pío IX. Su pontificado fue el segundo más largo de la historia. Juan Pablo II lo beatificó en 2000. Antes de ser papa, en 1824 visitó nuestro país camino a Chile.
El 7 de febrero se recordó al beato papa Pío IX (Giovanni María Mastai Ferretti), el 255 papa de la Iglesia católica. Su pontificado es considerado el segundo más largo de la historia con un total de 31 años, 7 meses y 22 días (del 16 de junio de 1846 hasta el 7 de febrero de 1878). En 1954 proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción. El papa San Juan Pablo II lo beatificó, junto con San Juan XXIII, el 3 de septiembre de 2000.
Antes de ser papa, el canónigo Mastai visitó la basílica de Luján. Fue en 1824 cuando viajó a Chile acompañando al nuncio apostólico en el país trasandino, Don Giovanni Muzzi. Permaneció en ese país hasta 1825.
Por qué no se lo venera fuera de Italia
Con la declaración de beato, el venerable o siervo de Dios, según sea, o no mártir, puede ser venerado en la Iglesia, si bien solo en el ámbito diocesano de donde se solicitó la beatificación, habitualmente en la diócesis en que falleció o nació. Con esto, se puede celebrar la eucaristía el día de su fiesta pidiendo su intercesión, pero solo en dicha diócesis o grupo de diócesis.
Mientras que mediante la canonización o proclamación como santo se concede el culto público en la Iglesia Católica universal. Se le asigna un día de fiesta y se le pueden dedicar iglesias y santuarios. Esta es, precisamente, la razón por la que Pío IX pasa inadvertido en la Argentina, como el pasado 7 de febrero.
Inicio de un itinerario
Giovanni Maria Mastai Ferretti, nació en Senigallia (Italia) el 13 de mayo de 1792. Sus padres fueron Girolamo y Caterina Solazzi, quienes lo bautizaron el mismo día de su nacimiento.
En 1809, con 17 años, viajó a Roma para continuar los estudios que inició en su ciudad natal. Aún sin tener una orientación clara hacia el sacerdocio, vivía de modo ejemplar, como lo demuestran algunos propósitos hechos en 1810 después de un retiro espiritual: luchar contra el pecado, evitar cualquier ocasión peligrosa, estudiar “no por ambición de saber” sino para el bien de los demás, abandono de sí mismo en las manos de Dios.
Detuvo sus estudios en 1812 a causa de una enfermedad y fue exonerado del servicio militar. En 1815 intentó formar parte de la Guardia Pontificia, pero tuvo que desistir también por sus problemas de salud. Giovanni María padeció desde muy pequeño de epilepsia, enfermedad que amainó con los años hasta desaparecer, se cree, gracias a la intercesión de la Virgen de Loreto.
Al servicio de Dios, al servicio de la Iglesia
Recibió las órdenes menores en 1817, el subdiaconado en 1818 y el diaconado en 1819. Ese mismo año fue ordenado sacerdote. Celebró su primera misa en la iglesia de Santa Ana de los Carpinteros, del Instituto Tata Giovanni, del cual fue nombrado rector, cargo que ocupó hasta 1823.
El padre Giovanni María había dejado ya para ese entonces claras evidencias de su personalidad: hombre de oración constante, consagrado al ministerio de la Palabra y del sacramento de la Reconciliación; siempre cercano a los humildes y necesitados. Supo conjugar de manera admirable la vida activa con la contemplativa. Muy dedicado a las labores pastorales y sociales, se lo veía también muy recogido, dada su intensa devoción eucarística y su piedad a la Virgen.
En 1820 dejó el Instituto Tata Giovanni y emprendió viaje a Chile, acompañando al nuncio apostólico, Don Giovanni Muzzi. Permaneció en ese país hasta 1825.
De regreso a Italia, en 1825, fue elegido director del Asilo San Miguel, importante obra eclesial al servicio de la comunidad, la que reformó de manera eficaz. A los 36 años de edad fue nombrado obispo y enviado a la arquidiócesis de Espoleto. Esta fue una etapa muy dura en su vida dada su juventud y la inmensa responsabilidad que se puso sobre sus hombros.
En 1832, monseñor Mastai fue transferido a otra diócesis, esta vez en Imola, donde continuó con su estilo de predicador fructuoso y persuasivo, dispuesto a la caridad con todos, padre celoso de sus sacerdotes diocesanos y de los seminaristas, promotor de iniciativas en favor de la educación de la juventud. En 1840, con apenas 48 años, fue creado cardenal.
Pontificado bajo el signo de la Cruz
El 16 de junio de 1846 el cardenal Mastai fue elegido Papa y asumió la sede pontificia con el nombre de Pío IX.
Durante su pontificado, debido a las circunstancias políticas derivadas de la unificación de Italia y la pérdida de los Estados Pontificios, su tarea se tornó sumamente difícil. Fueron tiempos durísimos que el Papa tuvo que enfrentar con sabiduría y prudencia. Por eso mismo, al Papa Mastai se le reconoce como uno de los más grandes pontífices; “Vicario de Cristo” y al mismo tiempo cumplidor de un papel político, asumido para el bien de la Iglesia de Cristo.
Su labor doctrinal supuso una visión programática orientada a atender los principales problemas y amenazas para la Iglesia y para la civilización cristiana: condenó las sociedades secretas, la masonería, el comunismo y el liberalismo.
Entre las acciones o medidas más destacadas del papado de Pío IX se puede destacar: el restablecimiento de la jerarquía católica en Inglaterra, Holanda y Escocia; la definición solemne, el 8 de diciembre de 1854, del dogma de la Inmaculada Concepción; el envío de misioneros a las zonas nórdicas de América y Europa, a la India, Birmania, China y Japón; la promulgación del “Syllabus errorum”, en el que se advirtió de los errores del llamado modernismo; la celebración solemne del XVIII centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo; la celebración del Concilio Ecuménico Vaticano I, iniciado en 1869 y concluido (por suspensión) el 18 de julio de 1870. En este concilio se estableció lo que se conoce como doctrina de la infalibilidad del Papa.
De vuelta a casa
Tras la caída de Roma el 20 de septiembre de 1870 y del fin del poder temporal del Papa, Pío IX se encerró en el Vaticano y se declaró “prisionero”. Su postura se convirtió en ejemplo de dignidad y desapego del orden temporal por ser un ejercicio de libertad religiosa, firme frente al poder secular.
El 7 de febrero de 1878, con su piadosa muerte, llegó a término su pontificado.
Cuando el futuro Pío IX pasó por la Argentina camino a Chile
El 3 de septiembre del 2000 el diario La Nación publicó un artículo en el que relata el paso por la Argentina en 1824 de quien, 24 años después, subiría a la cátedra de San Pedro.
En 1823, la Santa Sede nombró al arzobispo Juan Muzi vicario apostólico en Chile. La misión que viajó a América se integró con su secretario, José Sallusti, y un joven canónigo de la basílica romana de Santa María in via Lata, Juan María Mastai Ferretti, que en 1846 se convertiría en Pío IX. Monseñor Muzi fue el primer representante del sumo pontífice después del movimiento independentista y su destino final era Chile.
Los delegados pontificios arribaron a Buenos Aires después de 91 días de navegación, el 4 de enero de 1824, en el bergantín de bandera sarda Eloísa. Se hospedaron en la fonda de Los Tres Reyes, que era la mejor de la ciudad.
El representante de los Estados Unidos, John Murray Forbes, informaba al secretario de Estado que “esta llegada ha producido gran revuelo. No creo que el gobierno lo vea con buenos ojos”. No estaba equivocado. El futuro papa guardó un recuerdo imborrable de su visita en un extenso diario lleno de noticias y observaciones.
Los huéspedes recibieron calurosas manifestaciones de afecto por parte de la población, que contrastaron con la frialdad del gobierno de Martín Rodríguez. Mastai dice en una de sus cartas: “El gobierno, y en particular un tal Rivadavia, hicieron lo posible para sustraernos del tal concurso y finalmente nos intimaron la partida”.
No obstante, muchas personas concurrieron a cumplimentar a los visitantes. El día 6 se acercó el general San Martín, vestido de calle, según Mastai, sin divisa militar, pero no entró a saludar a Muzi por hallarse atestada de gente la antesala. Volvió al día siguiente y fue recibido por el enviado, a quien hizo -según el canónigo- los “más cordiales ofrecimientos”. Muzi admiró y ponderó al Libertador en una carta que escribió el mismo día al secretario de Estado de León XIII: “Esta mañana el señor general San Martín me honró con su visita y se puso a mi entera disposición para cuanto pudiera necesitar. Marchará pronto a Inglaterra e Italia, donde piensa detenerse un par de años”.
El 16 abandonaron la ciudad los enviados. Mastai calificó a Rivadavia como “gran enemigo de la religión y, por consiguiente, de Roma, del papa y del vicario apostólico”, y “el principal ministro del infierno de Sudamérica”.
En su trayecto hicieron noche en Morón, hasta el 17, y por la tarde llegaron a Luján. Continuaron camino, pasando por San Pedro, Ramallo, San Nicolás, Rosario, Río Cuarto, San Luis y Mendoza, y comenzaron el cruce de la cordillera. Mastai apuntó: “En cuatro sitios [del cruce de la cordillera] me dispuse para bien morir; los cuales atravesé con los ojos cerrados, dejándome guiar por la mula que montaba y recitando jaculatorias”.
En diciembre de 1824 se conoció en Buenos Aires que Muzi había abandonado el territorio chileno. El canónigo Mastai escribió: “Me es muy sensible la partida de esta América, donde hay tanta escasez de eclesiásticos para la atención no sólo de los infieles, sino también de los fieles. Manifesté mi deseo de quedarme…”. (Miguel Woites)+
NOTICIA DE AICA
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