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Por Carlos Bosch y Alberto Solanet * 

Entre los cristianos –y también entre los que, sin serlo, son simplemente hombres y mujeres de buena voluntad- se tienen como normas de vida las llamadas obras de misericordia corporales, que son siete, a saber: visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, visitar a los presos y enterrar a los difuntos.

Uno tiende a pensar que, más allá de que sean muchos o pocos los que las practican, no debe haber nadie en el mundo que se atreva a cuestionarlas o -peor todavía- que ose criticar a quienes las ponen por obra.

Pero ¡cuidado!; porque lo que sería imposible en cualquier país o lugar, en la Argentina puede hacerse plenamente real. Así nos va. Prueba de ello es que pocos días atrás seis diputados nacionales tomaron la decisión de visitar en el Penal de Ezeiza a tres cautivos condenados por los llamados delitos de lesa humanidad. Lo cual hizo que la runfla de los derecho-humanistas pusiera de inmediato el grito en el Cielo, un lugar donde precisamente parece que no les convendría meterse.

No vamos a reiterar ahora lo que venimos diciendo hace muchos años; esto es, que los llamados juicios de lesa humanidad constituyen una farsa y también una infamia deliberadamente planificadas, que se hicieron posibles, entre otras miserias, por el gigantesco y serial prevaricato en que incurrieron, con muy pocas excepciones, jueces y funcionarios judiciales de todas las instancias.

Y no vamos a hacerlo en esta oportunidad porque ahora, si cabe, se trata de algo peor, más perverso aún. Es algo que pone en evidencia procaz la horrenda catadura de estos energúmenos, profetas del odio, zafios sin remedio, que se rasgan sus finas y delicadas vestiduras ante un acto de misericordia. La reacción que ha provocado la visita a estos presos, despojados por jueces felones de todas las garantías y derechos que tienen hasta los peores criminales, muestra que a la cáfila de los derecho-humanistas les importa un ardite la verdad, el derecho, la justicia, el orden, la libertad y el bien común.

¡Y qué decir de mostrarse por lo menos misericordiosos!

Si no quieren ni siquiera misericordia para con los presos, mucho menos querrán justicia y concordia, como lo vienen demostrando hace décadas. Se advierte pues con nitidez y al mismo tiempo, tanto la vileza de esta jauría de derecho-humanistas, cuanto el trasfondo de este tan ficticio como ruin escándalo. Porque lo que han puesto en evidencia es el real significado de la llamada y cacareada política de derechos humanos. Lo que pretenden es despojarnos de nuestras creencias, de nuestra fe, de nuestras virtudes, de nuestros afectos, de la capacidad que todavía nos queda de saber distinguir entre lo bueno y lo malo y de saber ayudar y también perdonar. En fin, lo que realmente quieren y para lo cual trabajan es que dejemos de ser verdaderamente humanos; ellos quisieran convertirnos en bestias.

* Secretario y Presidente de la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia.

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