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Se ofrece toda. No le regatea
al dolor, ni un rincón del corazón.

Como en una bahía se entraban en tu alma las pleamares
de la agonía y la resignación.

Así te doctorabas en pena, en esperanzas, en aflicción,
igual que se doctora entre las flores,
de flor a miel, la abeja en la dulzura y la paciencia.

¿Fue para mí, doctora de rigores,
para quien Tú cursaste tan dulce y clara ciencia?

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