Sobre el Comunicado de los Obispos Franceses respecto de la Burla a Cristo y a la Fe Católica en los Juegos Olímpicos de París 2024
Un amigo de nuestro Blog del Multiespacio Cultural EL CAMINO ha escrito este magnífico análisis respecto del reciente Comunicado de los Obispos Franceses… Viene bien leerlo ante la denigrante y cómplice corrección política eclesiástica tan extendida en nuestro tiempo. Al final de este post, invitamos a hacer una Oración en Reparación y Desagravio.
[ELCAMINO] Era esperable que fuera lo de siempre: una comunicación carente de fe cristiana profunda y, a la vez, centrada en el humanismo globalista. Privados de virilidad y energía en la verdad, de los Obispos de Francia sale este comunicado vergonzoso.
El párrafo 3 comienza por exaltar los supremos valores de la unidad y fraternidad universales. En esto los Obispos de hoy encuentran el objetivo de sus funciones: alentar la construcción de un reino temporal y democrático… con la decoración de categorías e imágenes que sacan de la Biblia.
El párrafo 4 es una calurosísima felicitación a la ceremonia inaugural de los JJOO. Se deshacen en conceptos superlativos: belleza, alegría, rica emoción y maravilla, mas el aplauso universal tan bien merecido. Los Obispos se sacan el sombrero ante los organizadores del evento y les dicen: “les pertenecemos”. Lo que sigue será un mero detalle…
El párrafo 5 es el único del comunicado en el que se presenta una brevísima denuncia de lo que sucedió: la ceremonia (que ya se dijo, fue maravillosa) tuvo “escenas de escarnio y burla del cristianismo, que deploramos profundamente”. Punto. Diez palabras. Esas escenas burlescas incluidas son deploradas. Esto será todo. Porque la segunda parte del apartado es el agradecimiento a la solidaridad manifestada por otras religiones. Y por cierto, esta vez hicieron bien, porque otros credos vieron las cosas mejor y más claras que estos Pastores Católicos confederados.
El párrafo 6, sentimental, se refiere a la sintonía que, durante el desayuno, los Pastores Galos experimentaron con todos los cristianos lastimados por esas escenas. ¡Qué hombres conmovedores! Una vez más, como sucede siempre, lo que cuenta nunca es lo objetivo, el agravio a lo Sagrado, la blasfemia que clama al Cielo, en este caso la humillación deliberada contra Cristo mudado groseramente en una mujer obesa de pechos ubérrimos, disfrazada, metida entre travestis barbudos en poses obscenas y la recreación del paganismo que sustituyó el Sacramento del Altar. Dios en sí mismo, Cristo, lo santo, la Última Cena, la Eucaristía, la Misa, no importan. Lo único que preocupa a los Episcopados son siempre los sentimientos de los creyentes, la experiencia subjetiva, lo humano. Y además, de algunos… no de todos. Quizás, incluso, los heridos sean los exagerados que dramatizan más de la cuenta, o los débiles de inteligencia o cultura, que se escandalizan demasiado por algo que materialmente no merece tanto la pena. Es que lo que sigue da a entender exactamente eso.
Todos los párrafos finales, del 7 al 10, se dirigen directamente a los cristianos dolidos, con el propósito de aleccionarlos, no tanto de consolarlos. “Queremos que comprendan” (los cristianos ofendidos) que todo esto no fue más que la inclinación ideológica “de unos pocos artistas”. Casi un malentendido. ¡No exageren! La celebración olímpica va mucho más allá de un par de burlas blasfemas, por favor. ¡La maravilla del deporte debe alegrar los corazones de todos… no se lo pierdan por una pavada!
“Queremos que comprendan” dónde está lo más importante, nos enseñan los Obispos. El olimpismo busca la hermandad humana, siguen. Cierto, así es desde las intenciones de su fundador, Pierre Frèdy, barón de Coubertin, un masón que alentaba esa fraternidad universal contrapuesta explícitamente a la unidad en la Fe bautismal cristiana. “¡Abran paso” a la competencia que trae “verdad, consuelo y alegría a todos!”, acaban exhortándonos estos magníficos Pastores como si estuvieran predicando a Jesús.
De un comunicado de 265 palabras, sólo 10 (el 4 %) se refieren directamente a las escenas contra Cristo y sus sagradas verdades. Todo, antes y después de esas misérrimas palabras, todo es un elogio desmesurado del humanismo y de la paz, de la fraternidad y la dicha que traen los Juegos Olímpicos, y una enseñanza respecto de la poca importancia que hay que dar a los desbordes de unos pocos, lección dirigida a los creyentes lastimados, que son los que deben pasar a entender. Los corregidos y educados terminan siendo ellos, no los organizadores de los juegos ni los blasfemos.
La fiesta inaugural de los JJOO vista por miles de millones de personas en todo el mundo no fue pensada, claro, para humillar a Cristo y su Última Cena, eso fue nada más que el exceso imprevisto o fortuito de unos pocos artistas. Desde luego.
Gracias, Señores Obispos Franceses. Gracias por la corrección fraterna.
¡Aquí no ha pasado nada! 
¡Que siga la fiesta!
PD: Claro que este comentario solo está centrado en la blasfemia y la profanación de lo Sagrado. El tema moral da para otro ítem. Pero por cierto los Obispos no hacen mención alguna a la promoción flagrante de lo LGTBIQ y de la inmoralidad. No les molesta para nada. No cuestionan que hayan convertido la ceremonia de los Juegos Olímpicos en una marcha del orgullo homosexual y que hasta hayan hecho un guiño sutil a la pedofilia. Nada de eso es problema, desde luego, para los Obispos. Lo otro tampoco, lo de la Última Cena, en realidad. Casi fue una disculpa: no hagamos caso de una cuestión de minorías artísticas. Ya pasó. ¡Es terrible!

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