Este film, que se sale de la convencionalidad, no solo batió récords numéricos, desbordando los cines y superando a gigantes como Indiana Jones, sino que plantó una vara realmente alta a la hora de valorar al cine que denuncia y que no se deja amedrentar, a los cineastas independientes que no negocian sus valores … y a las películas que gritan con voz propia sin permitir que las amordacen. ¿El Mensaje? LOS NIÑOS NO ESTÁN EN VENTA.

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Mi madre y yo nos acomodamos a mitad de sala mientras las butacas se van ocupando de manera vertiginosa. Hace bastante tiempo que no venimos al cine, porque el trabajo, los estudios, los compromisos… en fin, se han vuelto pesados. Sin embargo, contra todo pronóstico, esta vez hemos conseguido burlar a la rutina.

Estamos a punto de sumergirnos en una producción magistral y secundar al agente especial Tim Ballard, interpretado por Jim Caviezel (el genio de la actuación que dio vida nada menos que a la persona de Jesucristo en la película La Pasión, de Mel Gibson). Sabemos de qué va la película: Ballard se lanzará en auxilio de un grupo de niños secuestrados, y para lograr el rescate deberá sortear múltiples obstáculos, teniendo incluso que renunciar a su propio trabajo, luego de que su superior le ordene abandonar la búsqueda.

De pronto, la magia de la pantalla gigante nos envuelve a todos, pero esta vez de una manera distinta. A la adrenalina propia de cualquier estreno, se suma el sentimiento de estar a punto de involucrarnos en algo que nos supera, nos exige y nos interpela de una manera casi desesperada.

Sí. Esta vez el cine, en una especie de misterio preternatural, será una peculiar ventana al mundo real y cierto… y la palabra “drama” nos queda chica. Se trata de un film que nos mostrará lo que está sucediendo justo ahora, de manera solapada; lo que continuará pasando incluso mientras Ud. lea estas líneas. Vamos a verle la cara al diablo, y créame que esta metáfora es mucho más que una simple alusión.

Y así somos arrastrados al abismo de una historia escalofriante, demoledora y convocante a la vez. Es la historia de dos niños hondureños, robados por una red de trata, dedicada a la captación, venta y prostitución de menores.

Rocío (interpretada por la joven y talentosa actriz Cristal Aparicio) es explotada y posteriormente vendida en Colombia; mientras que su hermano pequeño, Miguel (a quien da vida el encantador actor infantil Lucás Ávila), es llevado de Colombia a México, donde es abusado sexualmente durante meses, y posteriormente enviado a los Estados Unidos, a encargo de un pedófilo norteamericano. Ambos niños, en una interpretación perfecta y monumental, logran ponerle rostro al miedo, a la angustia y a la desesperación más honda que el mundo se haya imaginado jamás. Actuaciones magistrales.

Casi a modo de presentación, se reproducen imágenes reales extraídas de cámaras de seguridad. Nos asombramos. Son imágenes de niños siendo captados en lugares públicos, arrancados aún de los brazos de sus madres. El auditorio contempla enmudecido. Aquello es un aviso y una confirmación.

Un aviso de que esto va en serio. Una confirmación de que estamos aquí y ya no hay vuelta atrás. Esas imágenes son la puerta del infierno.

Como es de esperarse, a los pocos segundos de entrar en escena, Jim Caviezel logra conmovernos profundamente, no solo ganándose la empatía de todos al capturar a un pedófilo, sino consiguiendo nuestro tácito compromiso con la causa de su personaje. Lo vemos en una de las tomas más conmovedoras. Sí. El film es tan extraordinario que no necesita administrar las tomas magníficas o dejar las escenas colosales para los momentos claves. Puede darse el lujo de dejarlas aparecer a granel, puesto que abundan. El agente Ballard, sentado frente al ordenador, realiza un informe mientras da play a un video secuestrado. Parece palidecer mientras la luz de la pantalla ilumina su rostro… la reproducción ha empezado… Lo oímos decir en el informe que “el video comienza mientras el pedófilo ajusta la lente de la cámara”… luego solo contemplamos como sus ojos cristalinos se van colmando de lágrimas hasta que una pesada gota rueda por su mejilla. De alguna manera, en esta escena se nos revela el alma del mismo Caviezel (porque los grandes actores son capaces de revelarla, en situaciones como esta) y comprendemos la tremenda misión que pesa sobre los hombros de su personaje.

El agente Ballard, rescata a Miguel en suelo estadounidense. Pero entonces comienza otra carrera, a pedido de pequeño: ¿TÚ RESCATAS NIÑOS, VERDAD? POR FAVOR ENCUENTRA A MI HERMANA.

¿Pero cómo un agente de los Estados Unidos podría buscar a una niña hondureña en tierra colombiana? Problemas burocráticos jurisdiccionales hacen que Ballard tome una decisión que cambiará su vida para siempre. Habla con su esposa y ésta es contundente: Renuncia a tu trabajo y rescata a esa niña.

Así, desempleado y en tierra extranjera, Ballard se aboca a la búsqueda de Rocío, corriendo graves peligros pero con una convicción inquebrantable: LOS NIÑOS DE DIOS NO ESTÁN EN VENTA.

En su camino encuentra ayuda de tres figuras entrañables: un policía colombiano, un millonario altruista y el ex miembro de un cartel mafioso. Este último resulta ser uno de los personajes más interesantes de la película. Una construcción magnífica, con un mensaje de redención que eleva la trama a un nivel superior, si es que esto es posible. Bajo el nombre de “Vampiro” se nos presenta a un desenfadado Bill Camp, con barba, sombrerito blanco de tipo chapeau, camisa floreada desprendida sobre una camiseta negra y la penetrante mirada de un hombre que parece saber todo de la vida, pero que acarrea la culpa de haber sido un delincuente, haber sido “la oscuridad”, como él mismo lo expresa. Tras un giro repentino de su vida, el Vampiro intenta enmendarse infiltrándose en el mundo del hampa para comprar niños y devolverles la libertad.

Dos de los diálogos más significativos del guion, tienen lugar entre el agente Ballard y el Vampiro, precisamente en una mesa de bar, circundada de sombras, colores ocres y un pesado humo de cigarrillo. El Vampiro, con su intensa mirada llena de dolor, confiesa que al advertir que él mismo era parte del problema, había decidido quitarse la vida, pero el tiro se quedó en el arma: CUANDO DIOS TE MUESTRA LO QUE DEBES HACER, NO PUEDES DUDAR. Brillante actuación de Camp en un personaje casi épico, incisivo y desafiante.

Se trata de una película de altísimo impacto. No hay duda de ello. Pero a diferencia de otros tantos films impactantes, con héroes y villanos, éste convoca. Otras producciones han abordado el tema de la trata, es verdad, pero ésta resulta ser mucho más que el desarrollo de una historia emotiva. Más de una vez los personajes son interpelados con crudeza: ¿QUÉ HARÍAS SI LA NIÑA DESAPARECIDA FUERA TU HIJA? Y la pregunta se extiende a cada uno de nosotros de manera inevitable. El cine tiembla, se estremece, se afirma en las butacas.

Abundan los diálogos inteligentes, las frases de choque y las miradas que hablan por sí solas, lo que nos confirma la altísima calidad de los actores y la indiscutible destreza directiva de Alejandro Monteverde, que con esta producción de gran calibre conquistó al público mundial, poniendo sobre el tapete una incómoda realidad que muchas veces se busca disimular bajo la alfombra. Al fin de cuentas, la película expone el crimen internacional con más rápido crecimiento que se haya visto jamás, porque (como lo explica el agente Ballard): UNA BOLSA DE COCAÍNA SOLO SE PUEDE VENDER UNA VEZ, PERO UN NIÑO PUEDE VENDERSE DE CINCO A DIEZ VECES POR DÍA.

El film prosigue y el todo el cine late en nuestras sienes y se agolpa en nuestras gargantas.

A medida que la película avanza, vamos advirtiendo cómo crecen las sombras en los rostros de los pequeños secuestrados. El temor y el sentimiento de indefensión, que van calando sus miradas de manera gradual, los elevan al nivel más alto en la historia de la actuación. En algún momento, vemos que de las caritas luminosas del inicio ya no queda nada, como si unas garras invisibles las hubiesen desfigurado.

La extenuante búsqueda lleva a los protagonistas a adentrarse en la selva colombiana, completamente solos, sin armas y haciéndose pasar por médicos de campaña a fin de llegar hasta el campamento narco-terrorista donde se encuentra la niña.

Una película atrapante, ágil, motivadora; abundante en instantes superiores y detalles excepcionales. Es de destacarse que, aun cuando aborda temas altamente fuertes, el film no contiene escenas de desnudos, de sexo o de violencia explícita.

Al final, vemos fotografías del verdadero Tim Ballard, dedicado hasta el día de hoy al rescate de niños, víctimas de trata.

“Sonido de Libertad” representa un extraño fenómeno para el cine de vanguardia. Y es que la realidad y el film se entrelazan de tal forma, involucrando de tal manera a los espectadores en un compromiso social, que ciertamente los efectos y las sensaciones van mucho más allá de lo esperado al ver una película.

Con los títulos de cierre, el actor Jim Caviezel deja un ´mensaje sorpresa´ para los espectadores. Nos explica que así como el libro La Cabaña del Tío Tom inspiró a millones de personas a luchar contra la antigua esclavitud, sería maravilloso que Sonido de Libertad inspirase a muchos a luchar contra la esclavitud del siglo XXI.

LA PERSONA MÁS PODEROSA ES EL NARRADOR, expresa Caviezel con firmeza, invitándonos a todos a convertirnos en narradores y contar la verdad sobre la trata.

Curiosamente, durante el rodaje de la película, 200 niños fueron rescatados en Cartagena gracias al accionar de agentes que acompañaron el rodaje. Al salir a la calle “como extranjeros”, hubo tratantes que se acercaron a ofrecerles “mercancía” confundiéndolos con turistas. Nuevamente, más que una película, más que una simple historia capturada en un film.

Las lágrimas, las exclamaciones de susto, asombro o indignación, fueron una constante entre las personas de la sala. Ahora que la película ha concluido, el auditorio se encuentra sin aliento. Algunos lloran. Otros únicamente guardan silencio. De pronto el cine estalla en un ferviente aplauso, de pie, como se honra a los valientes que se han atrevido a decir basta. La película que ha sorteado tantos escollos, el guion que muchos actores rechazaron por temor a pisarle la cola al diablo, por fin se han abierto camino para demostrarnos que no se puede vivir con miedo y que es menester decir ciertas cosas, caiga quien caiga.

Una película políticamente incorrecta. Abiertamente desafiante y decididamente certera, como un David apedreando al monstruoso Goliat de los cárteles, de los congresistas y de los poderes mundiales que prefieren que ciertos temas sigan hablándose en voz baja.

Sin dudas, un antes y un después en la historia del cine… y en nuestras vidas.

#LoanTeEstamosBuscando

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