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El teniente coronel Jorge H. Di Pasquale, preso político sin condena definitiva desde 2010 por su participación en la guerra contra la subversión en los años 70, acaba de publicar un nuevo libro que echa por tierra el mito de “la memoria” con cifras y datos concretos. Porque, en efecto, pormenoriza en tres gruesos volúmenes de unas quinientas páginas cada uno los muertos de uno y otro lado. Pero no sólo menciona nombres, sino que agrega breves biografías de los protagonistas, relatos de enfrentamientos, y documentos vinculados con los hechos esenciales de aquella contienda entre 1977 y 1989.
Queda clara allí una vez más la falacia de los “30.000 desaparecidos” que emplea y obliga a emplear todavía la mayor parte de los políticos de unos y otros bandos, al tiempo que se cuentan con exactitud los asesinados por la guerrilla.
Las fuentes, más que abundantes, provienen de 65 libros de ambos orígenes, de videos, documentos oficiales y subversivos, diarios corrientes y de nueve otras publicaciones específicas de las organizaciones revolucionarias. El conjunto constituye un reservorio que cuenta con más nombres aún que los denunciados por las fuentes subversivas serias y permite encontrar las fechas y los sujetos de desapariciones y muertes de uno y otro lado. Es obvio, no se trata de una obra para la lectura corriente, sino para el estudio.
Pero hay más, porque lejos de ser meramente enumerativo, este trabajo es precedido por una elaborada descripción de las circunstancias y los matices ideológico-políticos que caracterizan la época y abarcan desde la Revolución Libertadora en 1955 hasta la actual embestida mapuche destinada a enajenar gran parte de nuestro Sur.
Esa sola introducción, precisa y objetiva a lo largo de unas sesenta páginas vale por sí y por todas las situaciones que aclara: desde la mentira de los 30.000 desaparecidos hasta la condición de militantes de una guerra revolucionaria, teledirigida principalmente desde Cuba, pero no de trabajadores argentinos entre quienes en efecto desaparecieron o murieron en diversas acciones. Así surge la totalidad de muertos y desaparecidos divididos precisamente en “organizaciones políticas militares marxistas” (9.594) e “integrantes de las fuerzas militares, de seguridad, policiales y civiles víctimas del terrorismo” (1.050).
A partir de allí una enumeración prolija, incluídas tablas y breves biografías, que no deja duda.
Como ejemplo vale detenerse en las casi cuatro páginas dedicadas a Rodolfo Jorge WALSH GILL (nombres de guerra Esteban o Neurus) que van desde su educación católica irlandesa hasta su “conversión” en Cuba en 1959, su ingreso a las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) y después a Montoneros, y su ulterior responsabilidad en la voladura de la Superintendencia de Seguridad Federal con la conocida secuela de muertos y heridos policiales y civiles. Todo contado con precisión y respeto: vida literaria y periodística sumados a los homenajes póstumos para este promotor de la fabricación de “explosivos, caños caseros y bombas incendiarias”.
Homenajes de los que -incluido el nombre de una estación de subterráneo- son responsables tanto el gobierno nacional como su gemela rama “progresista” de la pretendida oposición.

MOMENTO OPORTUNO
El azar ha hecho que este preciso, documentado y voluminoso libro de consulta apareciera en momentos pre-electorales. Vale la pena echarle aunque sea una mirada para refrescar la memoria y el juicio que sigue sosteniendo la mayor parte de los candidatos de uno y otro bando partidocrático. Y para recordar que sigue preso -sin condena a lo largo de eternos juicios amañados- buen número de militares que combatió desde los más arriesgados cargos subalternos a la embestida de origen marxista que sigue pretendiendo dominar la cultura de la patria.
Sabrá disculpar Di Pascuale mi empleo de la vulgar expresión que uso en su mejor sentido: el suyo es un verdadero trabajo de preso.

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